¿Cuál es la novedad?, ¿el presidente se tenía que ir contra el general que se atrevió a hablar?
Los militares hablan poco, pero cuando hablan, dicen lo que los civiles no se atreven a decir.
El discurso que pronunció el general Carlos Gaytán Ochoa el 22 de octubre pasado, cinco días después de la liberación de Ovidio Guzmán López en Culiacán, Sinaloa, expresa no solo la preocupación, sino la indignación y enojo contenido de un sector muy importante del Ejército mexicano.
Por primera vez en la historia reciente se produce un hecho inédito: militares dan a conocer a la opinión pública que en la relación entre las fuerzas armadas y el gobierno hay una “taza quebrada”.
Dos párrafos dejan ver la parte sustancial del mensaje. En uno de ellos, Gaytán reconoce la legitimidad y legalidad con la que el gobierno ganó las elecciones, pero acota: “es también una verdad inocultable que los frágiles contrapesos existentes han permitido un fortalecimiento del Ejecutivo, que viene propiciando decisiones estratégicas que no han convencido a todos, por decirlo con suavidad”.
“Ello –subraya– nos preocupa, toda vez que cada uno de los aquí presentes fuimos formados con valores axiológicos sólidos, que chocan con las formas con que hoy se conduce al país”.
¿Cuáles son esas formas de gobernar y de ejercer el poder que entran en colisión con un sector cuya formación y disciplina se inspiran en los más elevados principios de lealtad a la Constitución, a la república y a los símbolos de la patria?
El general no lo dice, pero se puede deducir perfectamente. Hoy, las decisiones se imponen; se toman de forma irracional, con soberbia, al margen de la ley y sin importar sus consecuencias. La Guardia Nacional, criatura inventada por el Ejecutivo para tener a su disposición un ejército personal –no constitucional– que evite cuestionar sus órdenes, forma parte del desastre vivido en Culiacán.
Quien pagó en Sinaloa los costos más altos de una política de seguridad improvisada –por no decir inexistente– fueron las esposas e hijos de los soldados que fueron tomados por los delincuentes como rehenes.
Ese fue el punto más alto al que ha llegado la humillación a las fuerzas del orden. No, también hay otro de cuño más reciente: haber ordenado al secretario general de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, revelar el nombre del teniente coronel que estuvo a cargo del fracasado operativo para detener a Ovidio Guzmán.
Al teniente coronel Juan José Verde Montes se le dio el mismo trato que se ha venido dando a quienes se etiquetan como enemigos y adversarios del régimen. Se le puso en el centro de la plaza pública para exhibirlo como responsable único del “culiacanazo” y sacudir al gobierno de responsabilidades.
Cresencio Sandoval obedeció con lágrimas en los ojos.
Se acumulan las humillaciones y malos tratos a los uniformados.
No es el Cártel de Sinaloa quien derrotó y sojuzgó al Ejército. Son las autoridades civiles quienes han estado dedicadas a romper la moral de los militares. “Nos sentimos agraviados como mexicanos y ofendidos como soldados”, dijo Carlos Gaytán Ochoa en su pieza oratoria.
El general destaca que hay, en este momento, tres focos rojos en México: la polarización, la falta de contrapesos y la conducción del país al margen de la legalidad.
La división y polarización la atribuye a una “ideología dominante, que no mayoritaria”, en corrientes pretendidamente de izquierda que acumularon durante años un gran resentimiento.
Pero señala algo todavía más grave: “¿Quién aquí ignora que el alto mando enfrenta desde lo institucional a un grupo de “halcones” que podrían llevar a México al caos y a un verdadero Estado fallido?”
¿Quiénes son los “halcones”? En una primera lectura parecería que Gaytán se refiere a los narcotraficantes. Pero no. Se refiere a que los enemigos del Estado mexicano están dentro de las mismas instituciones.
Están en el Congreso aprobando leyes que cancelan derechos y libertades. En el gabinete, recurriendo al miedo, a la amenaza y a la persecución para que se obedezcan sus ordenes; en el Poder Judicial utilizando la ley para castigar a los adversarios del régimen. Todo un entramado de poder decidido a romper el orden constitucional para instaurar un régimen autocrático al margen de la legalidad.
¿Qué más saben los militares? El discurso del general parece ser apenas la punta de un iceberg. Se refiere al esfuerzo que están haciendo el Ejército y la Fuerza Aérea para “coadyuvar a la pacificación del país”, a la alta responsabilidad de mantenerlo cohesionado.
Pero también deja ver lo difícil que resulta hoy mantenerse dentro de la disciplina y la lealtad para con el pueblo de México, y remata con un “¡Sí!, para con el pueblo de México”, no para con los halcones.
El discurso del general es una gota de agua en el desierto. Es la primera voz, con autoridad, que se atreve a decir lo que está sucediendo en las entrañas de una ya compleja y difícil relación entre militares y civiles.