Por L. Lanza
¡Basta de hermanos incómodos! Mejor busquemos al hermano del año. Es recurrente que las figuras públicas de todo tipo de actividades han de cuidarse de sus propias hermanas y hermanos. Con el reflector viene la atención a aquellos con quienes comparten orígenes y apellidos. Se escudriña si lo que hacen beneficia o perjudica al pariente encumbrado y, desde luego, si estas actividades son el resultado de alguna actuación indebida; en sí, si se trata de logros o resultados no derivados del mérito propio, sino del halo de influencia de la figura con la cual se encuentran emparentados.
Sí, frente al hermano incómodo, mejor busquemos al hermano del año.
Y justo cuando el llamado hermano incómodo del presidente de la República planeaba y construía con la mayor paciencia y cuidado cambiarse el mote para transformarse en el hermano del año, han aparecido las torpezas e incapacidades del secretario Alfonso Durazo Montaño, colaborador cercano del otrora Peje, para arruinarle la fiesta.
Sí, con tejido fino y la sedicente colaboración del secretario de gobierno de Chiapas, Pío López Obrador se daba a la tarea de reclutar a 21 presidentes municipales de ayuntamientos chiapanecos con filiaciones distintas a Morena para incorporarlos al partido fundado por su hermano.
A Pío poco pareció importarle la comunicación que su hermano emitió en junio pasado para conocimiento de todo México y, en particular, de quienes tienen algún cargo gubernamental, al advertir que no acepta “bajo ninguna circunstancia, que miembros de mi familia hagan gestiones, trámites o lleven a cabo negocios con el gobierno en su beneficio o a favor de sus ‘recomendados’”, al grado de referir que “… no tienen obligación de escuchar propuestas indecorosas de nadie. Y en el caso de mis familiares, ni siquiera de recibirlos en sus oficinas o contestarles el teléfono. Nada de nada”.
El amor fraternal vence cualquier obstáculo, porque seguramente el hermano presidencial no pensó que convencer ediles para la causa se ubicaba en el campo de las prohibiciones. Al fin que no era gestión o negocio personal, sino el ánimo de ayudar a esos munícipes a incorporarse adecuadamente a la 4T, así como un servicio al partido y al gobernador postulado por Morena para esta entidad federativa.
¿Qué podría salir mal en la búsqueda de la aprobación del auténtico jefe de Morena y los servidores públicos electos a través de las postulaciones de ese partido? Nada de pensar en influyentismo, pues era activísimo; nada de pensar en conveniencia personal, pues era impulso partidario; nada de pensar en presión política indebida, pues era ánimo de sumar autoridades municipales al proyecto de la nueva mayoría; nada de pensar en falta de ética al buscar partidarios como abogado gringo persiguiendo ambulancias, pues era lealtad fraterna y vocación por el progreso de Chiapas. Faltaba más.
Si Andrés Manuel no se conduce con apego a la Constitución, ¿por qué Pío habría de sentirse limitado por una carta que le prohíbe hacer negocios con el nombre de su hermano, si está haciendo política? Y, además, de la buena, reclutando cuadros con cargos públicos.
Y el plan iba bien para obtener el valioso reconocimiento del hermano del año en el primero de la 4T. El plan corría viento en popa, aun con la información anticipada de Reforma, salvo el descarrilamiento de su aspiración con la aparición de otro hecho fraternal con el cual no podría igualarse ni competir. Los errores y la impericia del todavía secretario Durazo, pues cabe la esperanza de su cese, trajeron a su realidad un rival inesperado y, al parecer, imbatible: Iván Archivaldo Guzmán Salazar.
El jueves negro, el culiacanazo, tuvo para Pío un significado propio: disminuir definitivamente sus posibilidades a la presea del hermano del año. ¿Cómo comparar el reclutamiento de 21 presidentes municipales, con la liberación de quien era detenido por las fuerzas federales para entregarlo a la justicia gringa? ¿Cómo equipar el incremento de los munícipes leales a Morena, con la humillación del gobierno federal y la crisis de credibilidad a su estrategia de seguridad? ¿Cómo cotejar la vuelta a la ley y a la carta fraterna para avanzar los objetivos políticos, con la desobediencia al orden jurídico y a petición fraternal directa para lograr la rendición del operativo federal?
La verdad, no queda más que abandonar la esperanza del reconocimiento a la entrega del amor fraterno de Pío.
Es más, ni siquiera la revelación periodística cobró la dimensión deseable para ubicar el trabajo político en la perspectiva de la defensa fraterna entre quienes hacen eco a sus consignas, porque había aparecido el verdadero hermano del año.
Como dice el refrán, uno persigue la liebre y otro es quien la alcanza, porque el reconocimiento para hermano del año ha migrado de las tierras del sur a los campos del noroeste. Los desvelos de Pío han quedado eclipsados por la reacción de Iván Archivado. ¡Lástima, Margarito!

