En esta colaboración se alude a una forma de político específica: la que manejaba los asuntos públicos en Atenas del siglo quinto antes de la era actual. Como se verá, nada tiene que ver con los políticos de la actualidad, sobre todo con los que han gobernado México.
La visión del político al que aquí se alude, no es la que proporciona Aristóteles en su Política. Se trata de algo más real, es la visión de máximo comediante que ha producido la humanidad: el poeta Aristófanes, ciudadano ateniense.
La obra que aquí se comenta es la conocida como Los caballeros; fue representada en Atenas en 424 antes de la era actual; con ella su autor alcanzó el máximo premio. Es una sátira contra Cleón, el demagogo en turno de la ciudad de Atenas: éste, en su afán de hacerse del poder, de acrecentarlo y no perderlo, había revuelto los negocios públicos; se había apropiado de los méritos de otros y condenado al ostracismo o destierro a sus adversarios políticos. Por eso y por otras acciones más era temido y odiado.
Por temor al poderoso Cleón, ningún artesano se atrevió a elaborar su máscaras, la que iba a ser usada en la representaciones de la obra; a esa circunstancia se alude en la obra (230 a 233); tampoco hubo un artista que se atreviera a representar su papel. Fue Aristófanes, sin máscara y con la cara embadurnada, quien tuvo el valor de hacerlo.
La comedia Los caballeros es un escarnio del político demagogo; el autor hace objeto de sus burlas a quienes engañaban al pueblo. La descripción que hace de ellos es cruel, pero real. Es un complemento de la visión que presenta Tucídides en su genial obra Historia de la guerra del Peloponeso.
He aquí la descripción de un político del siglo V antes de la era actual; insisto, nada tiene que ver con el mexicano:
“CHORICERO. -¿Quieres decirme, como yo, que soy un choricero, puedo llegar a lo que se llama un personaje?
PRIMER SERVIDOR. -Por eso mismo llegarás a serlo; porque eres un canalla audaz, salido de la hez del pueblo.
EL CHORICERO. -No me creo digno de alcanzar un poder semejante.
PRIMER SERVIDOR. -¿Cómo es eso?¿De qué te crees indigno? Albergarás todavía algún buen sentimiento. ¿Pertenecerá acaso a una clase honrada?
EL CHORICERO. -No, por los dioses, pertenezco a la canalla.
PRIMER SERVIDOR. -Entonces oh mortal afortunado, está ricamente dotado para la política.
EL CHORICERO. -Pero, buen amigo, yo no he recibido la menor instrucción; sólo sé leer, y eso mal.
PRIMER SERVIDOR. -Precisamente, lo único que te perjudica es saber leer, aunque sea mal. Para gobernar al pueblo no hacen falta los hombres provistos de buena cultura y de buena educación. Se necesitan ignorantes que, además, sean unos granujas. …
CHORICERO. … lo que no veo es cómo podré yo ser capaz de gobernar al pueblo-
PRIMER SERVIDOR. -Muy fácilmente. Haz lo mismo que ahora: embrolla y revuelve los negocios como acostumbras hacer con los despojos, y hazte agradable al pueblo. Bastará para ello hacerle una pequeña cocina de palabras. Tus cualidades son las únicas para ser un demagogo a pedir de boca: una voz terrible; natural perverso; impudencia de plazuela; en fin, cuanto se necesita para actuar en política. …” (Aristófanes, Teatro completo, Los Caballeros, Ediciones Ateneo, México, 1963, pp. 68 y 69, versos del 179 a 223 ).
Aristófanes llega a la conclusión de que Demos, El Pueblo, es razonable y prudente mientras está en su casa; deja de serlo en el momento en que sale de ella y se une a sus conciudadanos en la plaza. Es entonces cuando, llevado por un espíritu de masa, se convierte en un ser irracional que se mueve y hace lo que sea engañado por las promesas de un demagogo que le ofrecen el Olimpo o los Campos Elíseos.
El Paflagonio, es decir el demagogo Cleón, en alguna parte de la comedia reconoce ser haber robado y recrimina a su enemigo por no haberlo hecho. Éste responde que sí ha robado en el mercado y aunque lo estén viendo el jura que no es cierto (296 a 298). Se reconoce que la desvergüenza es la única patrona de los oradores y que compiten para ver quien sobrepasa a quien en truhanerías, desparpajo y marrullerías (324 a 325 y 331 a 332). Si el demagogo roba, siempre es en bien de la ciudad (1226).
El Choricero, en alguna parte de la obra, reconoce que ha robado en el mercado y cuando era sorprendido se metía lo robado entre las nalgas y negaba con juramentos invocando a todos los dioses que lo había hecho. Uno de los oradores de la ciudad, cuando vio la desvergüenza con que actuaba, dijo; “Es imposible que este chiquillo no llegue a ser gobernante del pueblo.” (422 a 427).
Los políticos o demagogos “… sacan montones de dinero, agitando y perturbando los asuntos.” (839 y 840); sacan provecho cuando revuelven la ciudad (866 y 867).
En la obra se pone de manifiesto que todos los demagogos que gobiernan la ciudad se aprovechan de su cargo para enriquecerse y abusar el poder; siempre tratan de engañar a Demos (El Pueblo); compiten a base de regalos para ganar su voluntad. Demos se deja querer, recibe regalos de los dos; finalmente prescinde de los servicios del demagogo Cleón y se inclina por un nuevo servidor: El Choricero o Morcillero. Al final de la obra se ve que es muy difícil abandonar el poder y se hace lo imposible por no perderlo.
En Los caballeros su autor también encuera a Demos (el Pueblo); de éste dice que es veleidoso y falto de escrúpulos. Con él nada está seguro; todo se halla en el aire. “Me gusta reclamar a gritos la comida/ y quiero tener, por si me roba, a un solo administrador./ Y cuando está atiborrado/, lo levanto y lo estrello. … a quienes se las dan de listos/ y creen que me engatusan./ A cada paso los vigilo,/ sin parecer que los veo robar. / Después los obligo a vomitar/ todo lo que me han robado,/ metiéndoles como sonda/ el embudo de la urna.” (1125 a 1130 y 1143 a 1150).
Insisto, todo lo anterior fue cosa del pasado y de Atenas; nada tiene que ver con los políticos mexicanos de la actualidad.