Cada pisada retumbaba en la tierra tanto, que probablemente apagaba los gritos y sonidos que producían unos 20 o 30 cazadores que corrían tras ese enorme animal de unos cinco metros de alto y cerca de diez toneladas de peso (como cuatro camionetas suburban), ya alejado de su manada.
La carrera parecía interminable hasta que una pata delantera se hundió en el suelo, rápidamente quiso avanzar con la otra pero al contacto con la tierra se hundió más, perdió el equilibrio y cayó en una fosa. Así terminó, hace 15 mil años, la caza de un mamut en Tultepec, Estado de México.
Un hallazgo de la vida prehistórica
La escena anterior probablemente no se registró así, lo que sí es seguro es que los pobladores de Tultepec de ese tiempo hacían trampas para cazar mamuts de la especie Mammuthus columbi, de los que aprovechaban carne, huesos, grasa y piel, como lo prueban recientes hallazgos en esa región.
El 6 de noviembre pasado, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) informó del descubrimiento de dos trampas excavadas hace 15 mil años en el fondo del lago de Xaltocan, cuando sus niveles descendieron y quedaron expuestas grandes llanuras.
Luis Córdoba Barradas, arqueólogo responsable de las excavaciones, informó que a principios de este año se le notificó del hallazgo de restos óseos de mamut en la excavación de 40 por 100 metros, con una profundidad de ocho metros del relleno sanitario de Tultepec. Pero lo que llamó más su atención fue encontrar “unos cortes verticales en la disposición de los estratos o capas. Se trataba de dos fosas con paredes de casi 90 grados, de 1.70 metros de profundidad y 25 metros de diámetro, que fueron utilizados como trampas destinadas a estos proboscídeos”, según se consigna en el comunicado del 6 de noviembre del INAH.
En ese sitio, ahora conocido como Tultepec II, se han recuperado 824 huesos correspondientes a 14 mamuts. Dentro de las fosas, a una profundidad de tres metros y medio se encontraron ocho cráneos, cinco mandíbulas, un centenar de vértebras, 179 costillas, 11 escápulas, cinco húmeros, así como ulnas (cúbitos), pelvis, fémures, tibias y huesos pequeños.
“Hasta ahora se pensaba que los espantaban para que cayeran en un pantano o que esperaban a que murieran, pero nunca se sugirió un ataque directo” aseguró Luis Córdoba. Este hallazgo “representa un parteaguas, una piedra de toque sobre lo que hasta ahora imaginábamos era la interacción de bandas de cazadores-recolectores con estos enormes herbívoros”, consideró Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología del INAH.
Estas trampas, efectivamente son la primera prueba de que cazadores prehistóricos se enfrentaban a grandes especies, como los mamuts. El único antecedente eran trampas cónicas de hace 40 mil años, encontradas en Japón, que se utilizaban para la caza de mamíferos de tamaño mediano.
Los mamuts, arte y rito
Por su parte, los cazadores de Tultepec se aventuraron a cazar mamuts en un terreno propicio, pues hicieron las trampas en el terreno arcilloso del fondo del lago Xaltocan, cuando sus niveles descendieron por los cambios del Máximo Glacial, al final del Pleistoceno, que coincidió con una gran erupción del Popocatépetl hace 14,700 años.
El hallazgo de restos óseos en el fondo, y también por encima de las fosas una vez que se recuperó el nivel del lago, permitieron a Luis Córdoba suponer que dos o tres decenas de cazadores azuzaban a los mamuts y los dirigían a las trampas, donde eran rematados, destazados y aprovechados casi íntegramente, ya que el conjunto de trampas estaban en línea. “Todo ese esfuerzo debió ser utilizado durante muchos años, por eso la cantidad de restos de mamuts”, explicó el arqueólogo.
Esos cazadores también utilizaban restos óseos como herramientas e incluso hay vestigios de un rito en honor a un mamut que tenía una defensa (colmillo) más corta que otra, pues se regeneró tras una fractura, lo que indica que hubo intentos de cazarlo durante años “por eso debieron considerarlo valiente, feroz, y le mostraron su respeto”, expresó el arqueólogo.
Esa valentía también la tuvieron sus cazadores, quienes se enfrentaron a mamíferos de la especie Mammuthus columbi, de más de cuatro metros de altura y diez toneladas de peso, con colmillos de hasta cinco metros de largo, los más grandes de todas las especies de mamuts.
Probablemente, como en Tultepec, en otras regiones hubo trampas para mamuts aún no descubiertas, ya que una de las causas de su extinción fue precisamente que eran cazados por los hombres prehistóricos. Lo que perdura son sus restos óseos, parte de su ácido desoxirribonucleico (ADN) mitocondrial y su representación en pinturas rupestres, así como utensilios y figuras talladas en el marfil de sus colmillos. Actualmente se les ha recreado en personajes de películas y productos comerciales, así que siguen vivos en esas representaciones, pero también en los hallazgos arqueológicos y en el Museo del Mamut de Tultepec, tierra de mamuts.
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f/René Anaya Periodista Científico
