López Obrador declaró la guerra a un muerto que tiene 472 años de fallecido. Para el presidente López Obrador,  Hernán Cortés es un corrupto, autor del primer gran fraude electoral porque, –según sus inexactas palabras–, se autonombró alcalde de Veracruz.

Al primer mandatario le preocupan los fraudes de hace casi cinco siglos, pero le tienen sin cuidado las trampas que él y su partido hicieron para imponer en el Senado a Rosario Piedra Ibarra como presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH)

Tampoco le quita el sueño que su asilado Evo Morales viole el principio mexicano de no intervención al utilizar el territorio nacional para incendiar Bolivia.

Cortés pudo haber sido un aventurero ambicioso, pero su expedición no estaba obligada respetar leyes locales y tratados internacionales, simplemente porque no existían.

López Obrador y su gobierno, en cambio, sí están obligados a sujetarse a marcos jurídicos nacionales y globales para que él o la titular de la CNDH sean confiables y legítimos.

Rosario Piedra Ibarra llegó, sin embargo, a la presidencia de ese organismo como resultado de un fraude, de un hurto y un engaño. Tal vez, el más cínico y ominoso de los tiempos modernos.

Si Rosario hubiera cometido fraude para presidir el ayuntamiento que –según López Obrador– presidió Hernán Cortés, el delito no tendría, como lo tiene, un significado tan alarmante.

Piedra Ibarra está condenada a ser declarada, nacional e internacionalmente, como una “defensora del pueblo” totalmente ilegítima. AMLO y sus senadores la han expuesto al repudio mundial, a una controversia que debería ser presentada y dirimida en los tribunales internacionales.

El ombudsperson –como figura– está considerado por la ONU y otras instancias como la institución más emblemática de la democracia siglo XXI. Por ello, cuenta con un estricto marco jurídico donde la independencia y neutralidad son estratégicas para garantizar la defensa de los derechos humanos y las libertades.

Cuando los senadores de Morena se robaron dos votos para imponer como cabeza de la CNDH a una militante de ese partido y a una incondicional de López Obrador, despojaron a la institución de autonomía y abrieron las puertas al gorila.

Para decirlo rápido: Dieron sepultura a una pieza clave del engranaje de la democracia e hicieron que el país diera un paso importante hacia un Estado totalitario. Los legisladores morenistas, por mandato presidencial, hicieron retroceder el reloj a los tiempos de la impunidad genocida.

Por cierto, los senadores del PRI, van a tener que cargar con el oprobio de haber votado a favor de la imposición de Rosario Piedra, por todo lo que eso significa.

Cuando AMLO fue Jefe de Gobierno de la CDMX no había cosa que le enojara más que llegaran a informarle sobre las recomendaciones emitidas por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.

Sus expresiones eran más o menos estas: “¡Como chingan esos de los Derechos Humanos!”, “No sirven para nada pero como joden…”

Se pasó veinte años montado en la defensa de los Derechos Humanos para llegar al poder. Ahora, como le dijo a Javier Sicilia, las víctimas le dan “flojera”. Aunque le hubiera gustado decir: “El poeta me da güeva”

Eso, señor Presidente de la República, eso, y no la creación del primer ayuntamiento de América por Hernán Cortés,  sí es un fraude. ¿O no?