Que los que acogen a traidores,
traidores sean llamados.
Romancero español
Este próximo 8 de noviembre se conmemorará el quinto centenario del recibimiento de Cortés por el Huey Tlatoani Moctezuma Xocoyotzin, hecho que ha servido a lo largo de centurias para consolidar una “Mito-historia” que versiona y trastoca el recibimiento protocolario del señor de los aztecas al capitán del grupo de vencedores de los cholultecas, quienes días antes (18 de octubre en nuestra cuenta de años) pasaron inmisericordemente por sus espadas y arcabuces a miles de habitantes de Cholula, perpetrando así una incomprensible matanza a los pies de una de las más sagradas estructuras míticas del mundo náhuatl.
Los denodados esfuerzos de nuestro tiempo por deformar la salvaje conquista y el proceso de colonización registrado en tierras americanas a partir de 1492, narrándolo como un “encuentro” de mundos, atiza con mayor vehemencia las ancestrales controversias, lastre que ha impedido la serena reflexión y asunción de culpas y responsabilidades que permitan generar los necesarios desagravios para resarcir a los diferentes actores de episodios históricos que han sido secuestrados por un inaceptable maniqueísmo ideológico.
Un paso fundamental para reescribir los hechos desencadenados a partir de aquel 8 de noviembre de 1519 estriba en aceptar que entonces Mesoamérica estaba conformada por diversas culturas y civilizaciones, cuyas tensiones territoriales, militares y económicas eran una constante en la relación política de la época.
De igual forma se debería aceptar que a los compañeros de Cortés les unía más la ambición, y la religión común, que la nacionalidad, pues si bien es cierto que muchos de los 450 soldados eran españoles, también hubo flamencos, germanos y napolitanos, súbditos todos ellos de un Imperio aglutinado en torno a Carlos V de Alemania y I de España, a los que se sumaban los esclavos aborígenes de Cuba y la Española, así como todos aquellos provenientes de tierras africanas.
Resulta obvio señalar que el desconocimiento entre invasores e invadidos profundizó aún más las violencias ejercidas por parte de los recién llegados, insertos en códigos de reconquista y Guerra Santa, auspiciados por la larga lucha de la recuperación territorial del Al-Andalús, de manos de los árabes.
La crueldad y las traiciones intrínsecas a ocho siglos de derrotas y victorias moldearon el comportamiento militar de los conquistadores españoles, para los que el ceremonial azteca resultó ser símbolo de claudicación y entrega, como lo habían sido las sinceras lágrimas de Boabdil al entregar Granada a los Reyes Católicos.
Pese al refinamiento y comedimiento expresado por emisarios y por el propio Moctezuma, los recelosos conquistadores castellanos asumieron dichas delicadezas como una rendición tácita, y a lo largo de la historia se encargaron de consolidar una imagen pusilánime atribuida al tlatoani azteca, aplicándole el adagio del romancero y haciéndole tan traidor a su pueblo como Cortés lo fue con todos quienes le apoyaron en su Conquista.
