Revista Siempre! plasma en sus páginas la conferencia del maestro Adolfo Castañón. Para disfrute de nuestros lectores será publicada en seis segmentos, respetando la división original en la que el propio académico dividió sus párrafos. Aquí, el primero de ellos.

I

El 31 de mayo de 1955, a los 66 años, con la “salud quebrantada”. Alfonso Reyes apunta en su Diario: [2] “A primera hora tarde, Arnaldo [Orfila]  me trae la nueva de que el Fondo de Cultura Económica publicará mi obra completa por espontánea resolución”. Los editores del Diario anotan. “Estas líneas en cursivas aparecen subrayadas con tinta roja en el manuscrito”.

La noticia se da en el marco agitado de las bodas de oro con la pluma de Reyes como escritor que se celebraron el 28 de noviembre de 1955 y que fueron saludadas en primer lugar por un puñado de amigos cubanos y mexicanos. Recuérdese que en esa misma fecha pero en 1905 Reyes había publicado la serie de tres sonetos titulada “Duda inspirados en un grupo escultórico de Cordier” que se publicarían en el Espectador, diario de Monterrey. Al día siguiente de su cumpleaños, apareció Carlos Fuentes para brindarle el folleto de poemas y parodias Nueva Junta de Sombras hecho en el taller de Juan José Arreola y compuesto en colaboración con el diplomático panameño Roque Javier Laurenza en el cual se parodiaba a autores preferidos de Reyes: “una preciosidad” calificó don Alfonso al regalo. En la noticia que acompaña a la revisión de Junta de sombras hecha muchos años después, en 2001, Carlos Fuente advierte:

Noticia

En 1955, un grupo de amigos solíamos reunirnos en casa de una cálida y hermosa pareja de republicanos españoles desterrados en México: María Luisa Elío y Jomi García Ascot. Eran contertulios frecuentes Jorge Portilla, Manuel Calvillo, Ramón Xirau, el escritor y diplomático panameño Roque Javier Laurenza y yo mismo. Laurenza y yo, de domingo a domingo, fuimos elaborando esta Nueva Junta de Sombras como ejercicio paródico y homenaje a nuestro maestro Alfonso Reyes, quien ese año cumplía sesenta y seis. Juan José Arreola imprimió el librito, con su acostumbrado buen gusto, y cuarenta y seis años más tarde la Cátedra Alfonsina Reyes del Instituto Tecnológico de Monterrey y el Fondo de Cultura Económica lo ofrecen a nuestros amigos. Triple evocación: de don Alfonso Reyes, de un tiempo pasado y de los amigos que rendíamos culto al tiempo y a Reyes. La ilustración de portada es mía.

Carlos Fuentes, Monterrey, marzo de 2001

En la cosecha paródica en homenaje a Reyes, Fuentes & Co., alfonsean de lo lindo con textos hechizos de las diversas vetas que practicó el regiomontano desde las medievales (Chaucer), renacentistas (François Villon) y del siglo de oro (Luis de Góngora, Lope de Vega-Tomé de Burguillos) hasta las románticas (Lord Byron) y simbolistas (Mallarmé) y modernas (Ezra Pound, Jean Cocteau y Octavio Paz). Días antes, el 30 de marzo, Alfonso Rangel Guerra lo visitaba desde Monterrey para recoger “otro lote de juicios sobre Alfonso Reyes” para el libro que celebraría sus 50 años como escritor. Ese mismo día, por la “Nochecita” Luis Prieto y Jacinto Mújica “traían comisión de estudiante de Derecho para pedir que el Fondo de Cultura, como la mejor celebración de mis bodas de oro literarias publique mis obras completas… Les expliqué (…) que en modo alguno aceptaría yo edición “subvencionada” oficial o institucionalmente, y les dije que empezaran por la cabeza: conversar con el presidente de Junta Gobierno Fondo, que lo es el secretario de Hacienda, Antonio Carrillo Flores, porque Orfila (…) ahora ausente (…) siempre tendría temor” (p. 328). Al parecer así lo hicieron. Reyes pudo firmar en octubre el “Proemio” al volumen I que se publicaría:

 “Considerando, pues, que este año de 1955 se cumplen mis bodas de oro con la pluma, y a propuesta de don Arnaldo Orfila Reynal, actual Director del Fondo de Cultura Económica, la Junta de Gobierno de dicha casa editorial —que de tiempo atrás me ha dispensado su benevolencia y su mejor acogida y que está integrada por los señores Ramón Beteta, Antonio Carrillo Flores, Emigdio Martínez Adame, Gonzalo Robles, Jesús Silva Herzog, Eduardo Suárez, Eduardo Villaseñor y Plácido García Reynoso— me hizo saber, a comienzos de mayo del año en curso, que había decidido ofrecerme la publicación de mis Obras Completas, permitiéndome así realizar el ideal de toda carrera humana, de toda verdadera conducta que es el acercarse a la Unidad cuanto sea posible, venciendo así el asalto constante de la incoherencia y de los azares que por todas partes nos asedian, y dando así un nuevo estímulo a mi trabajo en el crepúsculo de mi vida. Me complazco en expresar públicamente mi gratitud a tan nobles y generosos amigos que no han medido su largueza según los escasos méritos de este ‘hijo menor de la palabra’. A. R. México, octubre de 1955.”

Las Obras completas de Alfonso Reyes se terminarían 38 años y 25 volúmenes después, en  el año de 1993 al imprimirse el tomo XXVI a cargo de José Luis Martínez:

“Treinta y ocho años después de iniciada la publicación de estas Obras completas y más de treinta años después de la muerte de su autor —dice Martínez en las ‘Consideraciones finales’ que acompañan al tomo XXVI— se llega al término provisional de su publicación cuatro años después de que celebramos el centenario del nacimiento de Alfonso Reyes. Queda entendido que seguirá pendiente la edición del copioso Diario, en curso de rescate el de los numerosos epistolarios, y que se publicarán los informes diplomáticos de don Alfonso, así como un índice analítico acumulativo. Y se da por supuesto que, a pesar de los esfuerzos por reunir todos los escritos autorizados, explícita o tácitamente, por su autor, se comenzarán a encontrar páginas aquí olvidadas o desconocidas. Recoger las obras completas de un escritor de la importancia de Alfonso Reyes es ordenarlas en el mausoleo condigno a fin de hacer posible el conocimiento, la elección y la valoración. Los veintiséis copiosos volúmenes no exigen al aficionado o al curioso que los lea todos, sino que tenga la posibilidad de escoger en el panorama completo del jardín múltiple; y que el investigador pueda disponer de un repertorio suficiente para sus indagaciones. El presente editor de la última sección de estas Obras, antiguo aficionado a los libros de su autor, tiene a su lectura por un deleite, gracias al don de su estilo y a la variedad de sus temas y tonos. Y considera que la obra de Alfonso Reyes, hazaña de la voluntad y la imaginación, es uno de los más claros prestigios de la cultura mexicana. A Alicia Reyes y Alfonso Rangel Guerra, buenos conocedores alfonsinos, reconocimiento por su ayuda. José Luis Martínez”.[3]

Reyes sólo viviría para hojear hasta el tomo VIII que contiene: “I. Tránsito de Amado Nervo (1914-1929); II. De viva voz (1922-1947); III. A lápiz (1923-1946); IV. Tren de ondas (1924-1947); V. Varia”, el XII que incluye: “I. Grata compañía; II. Pasado inmediato; III. Letras de la Nueva España”, llegaría a manos de su hijo el 3 de enero, una semana después de que Reyes muriera el 27 de diciembre de 1959, a los 70 años y 7 meses. Alcanzaría a preparar el plan general que luego fueron materializando Ernesto Mejía Sánchez, José Luis Martínez y algunos otros como Jorge Rueda de la Serna.

En las primeras líneas de ese “Proemio” se dibuja ya el contenido y método que seguirá la construcción: el cronológico, la progresión histórica. Casos aparte serán los de la Obra poética que Reyes ya había empezado a publicar desde 1952 y las de “las páginas de carácter no literario” como la Teoría de la sanción, la tesis que escribió para optar por el grado de abogado en 1913 y que serán incluidas 28 años y 25 volúmenes después por José Luis Martínez en el tomo XXVI.

Cualquiera que conozca la vida de Reyes después de que regresó a México en 1939, se percatará de que durante los veinte años que transcurren entre esa fecha y la de su muerte, Reyes se dedica en buena medida a organizar sus papeles, editarlos, copiarlos, transcribirlos, clasificarlos. No sólo lo hace para la satisfacción inmediata de esta o aquella necesidad o compromiso editorial sino incluso para ir modelando el horizonte póstumo, tal es el caso de las diversas correspondencias o de los papeles de otro orden.

Volviendo al tema de las Obras completas, se sabe que los tomos restantes estarían al cuidado de Ernesto Mejía Sánchez y de José Luis Martínez, quienes los armaría siguiendo de cerca las anotaciones y criterios del autor. No se puede, sin embargo, la presencia tutelar de Manuela Mota y Alfonso Reyes Mota y luego de la nieta, Alicia Reyes.