En el difícil, complicado y complejo escenario económico nacional se barruntan nubarrones en las finanzas públicas, entendidas en su dimensión como factor esencial del desarrollo y no un mero acto contable, que tenga como pichicato objetivo un microscópico superávit primario.
En vísperas de que se autorice en Presupuesto de Egresos de la Federación 2020, que constitucionalmente debe aprobarse a más tardar el 15 de noviembre de cada año, excepto aquel en que se produce cambio de ejecutivo federal; todo indica que tendremos que echar mano del “reloj parlamentario” para hacerle remiendos y parches, aun en contra de la expresa voluntad del transitorio habitante de Palacio Nacional.
A diferencia del año anterior, en que con motivo de la transición gubernamental, se mantienen inercias y se trabajan con los funcionarios salientes tanto la ley de ingresos, como el presupuesto de egresos; este año, el nuevo gobierno realiza con plenitud en el ejercicio del poder ambos proyectos para someterlos al Congreso.
Es del conocimiento general que ambos son herramientas de Políticas Publicas para orientar el desarrollo y deben funcionar como motores del crecimiento económico y distribución equitativa de la riqueza. El caso es que la política recaudatoria no está siendo utilizada –pese a la retórica oficial– como mecanismo para cerrar la brecha de desigualdad social, los grandes capitales siguen intocados y sus utilidades incólumes, sin siquiera un ligero ajuste en tasas a sus ganancias exorbitantes. Aunque se perciben esfuerzos loables para evitar la elusión y evasión de impuestos, con medidas punitivas.
En lo tocante a la composición del gasto, se continúa con un irracional recorte en gasto de inversión y operativo en muchas secretarias y en algunos de los organismos descentralizados, afectando la buena marcha de la admiración publica en sectores fundamentales y básicos como: salud, educación, agricultura, ciencia, cultura y otros.
Se insiste con tozudez y necedad en centralizarlo en la Secretaria de Hacienda con una visión equivoca de que así se obtendrán ahorros y se evitara la corrupción, privilegiando la compra por adjudicación directa, que el tiempo dirá si los hechos correspondieron al discurso o por si el contrario, las corruptelas que dicen combatir, solo cambiaron de domicilio, aunado a loa anterior, la calendarización y velocidad en el ejercicio del gasto, lejos de agilizarse, se retrasó como nunca antes.
Ha trascendido que recientemente en una reunión en Palacio Nacional, entre los legisladores y el Titular del Ejecutivo Federal, al instarlos éste último a aprobar el proyecto de presupuesto sin modificarle ni una coma, fue confrontado por varios legisladores que lo abuchearon al negarse a escuchar sus planteamientos y propuestas; por lo cual se retiró abruptamente entre rechiflas de la sesión, lo cual es un síntoma preocupante para todos.
El caso es que unos días antes del vencimiento del plazo para aprobar el presupuesto, los diputados no han podido sesionar, para aprobarlo, primero en comisiones y luego en sesión plenaria, debido a las protestas de diversos grupos como campesinos, presidentes municipales, mujeres. En buena medida por la redistribución y reacomodo de los programas sociales. En el caso del sector agroalimentario no se entiende, que habiendo sido el motor de la economía, el único que crece a un ritmo del 3.6 por ciento, sufra un recorte de casi el 30 por ciento.
Esperemos que cuando el lector de Siempre, tenga este número frente a su vista, a trompicones o como sea, tengamos el paquete fiscal para el próximo año y sobre todo, que este no tenga inoculado un virus recesivo que agrave la ya de por si enferma economía nacional.