La acción de México de brindarle asilo político al expresidente de Bolivia, Evo Morales, ha generado comentarios controvertidos.

La historia del asilo político en nuestro país es larga.

La práctica de dar asilo o refugio a personajes en tesitura de convertirse en perseguidos políticos, ya sean simples ciudadanos, jefes de Estado o líderes políticos caídos en desgracia, han recibido la solidaridad mexicana por razones políticas y/o humanitarias.

Una tradición que se remonta al siglo XIX, mucho antes del mandato de Porfirio Díaz; de que estallará la Revolución Mexicana o de que el PRI se conformará como partido político hegemónico.

La verdad es que todos aquellos derechistas que hoy se rasgan las vestiduras por el recibimiento que se ha dado a Evo Morales en México, lo que en realidad están demostrando es su profunda ignorancia, pues además de obviar la histórica hospitalidad de nuestro país en este sentido, deciden omitir el hecho de que el boliviano, es ya prácticamente un perseguido político.

La rancia y ridícula derecha mexicana se ha dedicado a manchar el acto diplomático, encabezado exitosamente por el canciller Marcelo Ebrard, publicando toda una serie de conclusiones y teorías extremas o fantasías y fotomontajes como la imagen del exmandatario acompañado de los narcotraficantes Pablo Escobar y Joaquín “El Chapo” Guzmán.

Los panistas se han ridiculizado así mismos hasta el cansancio en las redes sociales, demostrando su clasismo e ignorancia.

Es patético ver a un Vicente Fox, usando una una afección neurológica para supuestamente insultar al mandatario Andrés Manuel López Obrador.

O a Mariana Gómez del Campo, célebre por su relación con la tragedia que costó la vida a decenas de niños calcinados en la Guardería ABC de Hermosillo, quejándose de que los mexicanos vamos a tener que mantener a Evo Morales durante su estancia en nuestro país, como si no lleváramos ya décadas manteniendo a su familia.

Todo su odio y racismo los deja hoy evidencia.

Parece que a Felipe Calderón ya se le olvido, que hace 10 años, cuando era presidente, recibió con todos los honores a Manuel Zelaya Rosales, expresidente de Honduras quien había sido depuesto del poder por un golpe militar.

En 1909 y 1910 el gobierno de Porfirio Díaz le dio asilo en México a José Santos Zelaya, primero, y unos meses después, a José Madriz, presidentes liberales de Nicaragua derrocados por una sublevación conservadora patrocinada por Estados Unidos.

Otro antecedente del asilo en México para mandatarios latinoamericanos derrocados. El coronel Jacobo Arbenz, presidente de Guatemala depuesto en 1954 por la CIA, permaneció asilado 73 días en la embajada de México, junto con otras 300 personas.

Finalmente uno más. En marzo de 1976 el expresidente peronista de Argentina, Héctor José Cámpora, logró salvarse de ser asesinado durante el golpe de Estado que perpetraron las Fuerzas Armadas argentinas, gracias a que se refugió en la embajada de México. Permaneció allí por más de tres años, hasta que, enfermo de cáncer, la dictadura le dio un salvoconducto para marcharse a México, donde falleció en 1980.

En México es del conocimiento público, que personajes de todos los partidos políticos tienen, o han tenido, nexos con el narcotráfico y aún así se encuentran en cargos de poder.

¿Por qué entonces esos personajes se deshacen ahora en improperios por la llegada de Morales?

La memoria histórica, nos recordaba el filósofo español José Gaos, que también fue exiliado político, era como la cultura, era lo que restaba de los pueblos civilizados cuando de ellos casi ya no quedaba nada.