Ricardo Valero fue sorprendido sustrayendo un volumen de la librería El Ateneo, en la Avenida Santa Fe, en Buenos Aires. El embajador de México en Argentina fue grabado en video, primero, escondiendo un libro cubriéndolo con un periódico, que dejó en un locker para los clientes. Compró unos CD que pagó en la caja y pasó a recoger el diario con el libro oculto. Al cruzar por los sensores de la librería fue detenido y acusado, por la policía, de “hurto menor”. El libro en cuestión, no eran las Memorias que seguramente el embajador ya leyó, sino una biografía de Giacomo Casanova, escrita por Guy Chaussunad-Noguet, de la ´École des Hautes Études en Sciences Sociales, de Francia, editado por la propia Librería de El Ateneo. Su costo, 640 pesos argentinos que, según unos cálculos equivale en moneda nacional a 204 con 29 centavos y según otros a 206 con 18 fracciones. Sin compasión, Marcelo Ebrard lo remitió a la Comisión de Honor y Justicia de la Secretaría de Relaciones Exteriores y se rumora que aquí termina su carrera diplomática. Después de que fue el cerebro de Contadora, el intento multilateral de pacificar Centroamérica en 1983.

Yo crecí con la moraleja, quizás apócrifa, de que la justicia en México era capaz de meter a un niño en la cárcel por el robo de un pan y, en cambio, ignoraba robos millonarios llamados de cuello blanco de empresarios y políticos.

El pasado 9 de marzo vi a Ricardo Valero, él, con Elena Poniatowska presentaban la antología, con testimonios y reflexiones, sobre el 68 titulada Aquí y ahora, coordinada por el embajador  Valero. Después de la presentación nos fuimos al Casino Español con Paco Martínez Marcué y Enoch de Santiago, director del Museo del Estanquillo. A Elena, mi hermana y yo nos invitaron en coperacha y todos le insistieron a Ricardo Valero en invitarlo y no aceptó porque iba con su familia y se acomodaron en una mesa vecina. Lo cuento porque no se hizo remolón para pagar su propia cuenta, a pesar de que se le invitó reiteradamente.

 

Libros robados

Luis Córdova, todo un personaje, contó que fue a la Librería de la Universidad que estaba en Insurgentes y una vez que eligió el libro que quería trató por todos los medios que algún dependiente lo cobrara. Desesperado el hombre, de unos 80 años ya, se dirigió con el libro en alto gritando: “Me estoy robando este libro”. Estupefacto, llegó a la puerta y abandonó la librería sin que nadie le impidiera salir.

En el Juglar, en la Gandhi  o tal vez antes, en El Ágora, adonde por cierto iba Rulfo porque quedaba a unas cuadras de su casa, acostumbraban preguntar: “¿Le envuelvo sus libros o se los lleva puestos?”, cuando jóvenes estudiantes los ocultaban en sus apretados jeans. A veces, el castigo era inmediato: ”Llamo a la policía o se los lleva y paga el doble”.

 

Premios y más premios

El lunes 9 se dieron los Premios Nacionales y de refilón los de Ciencias y Tecnología y el Internacional Carlos Fuentes. Sólo voy a mencionar unos cuantos. El de Diego Valadés Ríos en Ciencias Sociales que estaba acompañado del rector de la UNAM Enrique Graue y el de Concepción Company por lo cual asistió Gonzalo Celorio, Presidente de la Academia de la Lengua. A nombre de los premiados, la Dra. Company, agradeció a su familia, luego a sus maestros y a instituciones como la UNAM, pero, sobre todo, a la educación pública. Y la verdad estaba lleno de universitarios, incluido el Presidente López Obrador que estudió en Ciencias Políticas. El Premio Carlos Fuentes, que fue entregado con la presencia en el estrado de su viuda, la periodista Silvia Lemus, lo recibió Luisa Valenzuela que realmente quiere a México y se le quiere aquí, ella festejó el cambio de acá y el que se inicia en su país, Argentina.