Por Adolfo Castañón

III

La primera vez que Alfonso Reyes enuncia la organización de lo que podría ser su Obra completa se da en “Carta a dos amigos”, fechada en París en enero de 1926, está dirigida a Genaro Estrada y a Enrique Díez-Canedo, la escribe a los 35 años, luego de haber pasado por la prueba de fuego del exilio y del desempleo durante el periodo transcurridos en Madrid entre 1914 y 1921 y luego de haber medido la intensidad abrasiva de su vocación.  Parecería que ya desde entonces (1926) tiene claras Reyes las estribaciones y   vetas de su llamado vocacional. Sin embargo, al menos desde dos años antes, en 1924 cuando tiene que regresar a México se ve obligado a hacer un ejercicio de organización de sus archivos, libretas, papeles, apuntes, notas técnicas, cajas, archiveros, bolsitas y bolsas de materia prima, apartados y “papeles pueriles y póstumos”, proyectos y esbozos de libros que serían publicados años después. (Diario I. (1911-1927), Cuaderno I, pp. 37-43).

La constatación es que Alfonso Reyes al menos ya desde 1921 traía en mente la organización de sus futuras Obras completas que va desarrollando a saltos, llevándose a Francia primero y luego a Argentina y Brasil unos papeles mientras otros se quedaron estacionados en México esperando el regreso del hijo pródigo. Ya en 1921 le queda claro al lector el laberinto intrincado que desafiará la imaginación del futuro editor (1955) de las Obras completas en 26 tomos (1955-1993). Desde la perspectiva que da la lectura del Diario en 1921, donde se habla de todo este caudal, se comprenderá hasta qué punto fue necesaria e imperativa para Reyes la redacción de su Historia documental de mis libros que se desdoblará necesariamente en el Diario.

Genaro Estrada.

Por todo esto resultaría imperativo cotejar la carta de enero de 1926 a sus dos amigos: Díez-Canedo y Genaro Estrada, misiva, en parte irónica y casi (auto-burlesca como hace ver la cita del verso de Rubén Darío: “Y muy siglo XVIII y muy antiguo (tomo I) / Y muy moderno, audaz, cosmopolita (tomo II) / Con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo (tomo III); / Y una sed de ilusiones infinita (tomo IV).”), con lo que sería más tarde la materialización de su proyecto editorial en 26 volúmenes de Obras completas que como hemos visto arriba resultan fatalmente incompletas. Sobra decir que esa carta según en un apunte del Diario del 24 de enero de 1926: “es todo un plan editorial de mi Obra completa”.

CARTA A DOS AMIGOS [5]

París, enero de 1926

A Enrique Díez-Canedo, en Madrid;

A Genaro Estrada, en México

(…)

Comienzo, pues, por establecer, entre mis libros, una clasificación:

  1. A) Libros verdaderos, que hay que respetar como están; poemáticos, cíclicos.
  2. B) Libros de agregación casual, más o menos hábilmente aderezados y organizados para la publicación.

            A estas dos categorías del pasado habría que añadir otras tres categorías del porvenir:

  1. C) Verdaderos libros inéditos, que hayan quedado acabados o a medio hacer.
  2. D) Libros de artículos que puedan formarse con el material ya hecho que aparezca en mis carpetas, y de que he de ir saliendo conforme logre copia y preparar todo para la imprenta.
  3. E) Papeles “prehistóricos” o relegados por ciertas razones, de los cuales algo puede aprovechar el editor póstumo.

El sumo honor y el mayor respeto corresponden a las categorías A) y C). Y, desde el punto de vista póstumo, C) triunfa todavía sobre A). Los grupos B) y D) merecen una consideración media, aunque, naturalmente, el editor póstumo se siente menos autorizado a meter la mano en el grupo B) que en el grupo D). En cuanto al caos designado por la letra E), fuerza es que el editor póstumo lo resuelva conforme a su virtud y a sus luces. Es decir, que el honor del editor póstumo está en razón inversa del honor del poeta muerto; que mayor será su mérito donde el poeta haya dejado las cosas menos claras, menos acabadas.

El subrayado de la cita es mío. Lleva a entrever un tema poco tratado. Reyes estaba consciente de que, si algún día habría un editor póstumo de su Obra completa, lo mejor sería adelantarse a él y darle la mano para ayudarlo poniendo las cosas en claro.

Enrique Díez-Canedo.

Recuérdese que hacía pocos años que Reyes había pasado por la experiencia editorial —que tuvo algo de calvario y de gimnasio crítico— de editar las Obras completas de su amigo, maestro y modelo literario, Amado Nervo, para la Biblioteca Nueva en 29 tomos a partir de 1920. Reyes mismo cita de hecho en la “Carta a dos amigos” esta experiencia. No hay que tomar a la ligera la observación de que uno de los modelos editoriales, poéticos y literarios de Reyes es y fue este poeta modernista cuya obra poética fue respaldada por la presencia del escritor y por su capacidad de tender y hacer redes —como consta por su amistad con Rubén Darío. En Nervo poeta, narrador prosista, periodista, cronista y dramaturgo se refleja y espejea la figura y la obra de Reyes. Cabría hacer, no sólo unas vidas paralelas sino unas trayectorias literarias hasta cierto punto simétricas. Pero Nervo tuvo la fortuna de no tener la tentación o la comezón editorial que tenía Alfonso Reyes. [5] Simpatías y Diferencias, Quinta Serie. “Reloj de Sol”, Obras completas, t. IV, pp. 476-477.