Planos y planes de las Obras Completas de Alfonso Reyes

Por Adolfo Castañón

II

Quien lee el Diario cobrará conciencia de que la cristalización del sueño de las Obras completas se da como un ideal, una aspiración o una ambición que va más allá de lo editorial literario para proyectarse en el orden ético. Recordemos que para Reyes la publicación de las Obras completas le permitirá: “realizar el ideal de toda carrera humana, de toda verdadera conducta que es el acercarse a la Unidad cuanto sea posible, venciendo así el asalto constante de la incoherencia y de los azares que por todas partes nos asedian, y dando así un nuevo estímulo a mi trabajo en el crepúsculo de mi vida.” (subraya AC). Pero más allá se da también como un movimiento más amplio de organización de la propia obra y del propio archivo en el cual no sólo está comprometido Reyes sino también Manuela, su archivista de cabecera, detonada por la ocasión de las bodas de oro del escritor con las letras ese año, pero que venía gestándose desde hacía años, muchos años, y que venía imponiéndose como un imperativo para dar forma a ese impulso desbordante, admirable e inexplicable que es la obra de Alfonso Reyes.

Ese caudal asombroso consta de 26 tomos de Obras completas, 2 volúmenes de escritos diplomáticos, 7 volúmenes de Diarios, 50 o más epistolarios, alrededor de 10 obras traducidas o adaptadas, no incluidas en las Obras completas (en las que sí se incluyen sus versiones de Homero y Mallarmé), un sinnúmero de entrevistas de muy diversa calidad (desde las de Elena Poniatowska, Emanuel Carballo, Carlos Fuentes y Bambi hasta las de periodistas de menor relieve). A eso debe agregarse la colección de seis series: Reliquias, Astillas, Residuos, Instrumentos, Testimonios y Documentos. En total, 24 volúmenes que Alfonso Reyes pagó por cuenta propia y de los cuales algunos están incluidos en las Obras completas. Otro peñón editorial duro de escalar es la revista Monterrey: ¿formaría o no parte de las Obras completas? A esta vertiginosa enumeración, debe añadirse el hecho de que el archivo de la Capilla Alfonsina cuenta con 3333 expedientes con 4526 documentos y 52145 folios de correspondencia que van de 1909 a 1959, (año en empezaron a ser publicadas desde enero las primeras reseñas sobre las Obras completas, como la de Andrés Iduarte [4] y en que Reyes murió) según nos informa Eduardo Mejía desde la Capilla Alfonsina. Ese caudal no sólo es notable por su cantidad (consta que Reyes dormía muy poco, se levantaba a trabajar a las cuatro de la mañana) sino por su calidad moral y estética, humana y política, reconocida dentro y fuera del país, a lo largo de generaciones… y que todavía le daba tiempo de ir al cine, es decir, de asomarse al espejo de la niñez cada que podía.

Desde esta perspectiva vertiginosa, la publicación de sus Obras completas debió haber sido para don Alfonso al mismo tiempo un alivio y una pesadilla. No sólo porque había que mandar a la imprenta organizadamente lo ya publicado, sino porque había que pensar en darle a ese caudal una forma. ¿Una forma? ¿Tienen las Obras completas de don Alfonso una forma? En cierto modo sí, en cierto modo no.

[4] Las obras completas de Alfonso Reyes por Andrés Iduarte en El libro y el pueblo. Órgano del Departamento de Bibliotecas de la Secretaría de Educación Pública, t. XXI, Nó. 39, enero-febrero de 1959.