Entrevista con Bernardo Barranco y Roberto Blancarte | Sociólogos

 

Desde antes de asumir la responsabilidad del poder Ejecutivo, el ahora presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha generado una intensa polémica en diferentes esferas de la sociedad mexicana debido a sus declaraciones de tendencia religiosa.  Sin embargo, lo que en su momento formaba no pasaba de ser un discurso político al aire, en estos se días se ha transformado en una dinámica gubernamental peligrosa, pues el mandatario difumina cada vez más la separación entre lo público y lo privado, y vulnera de manera constante el Estado laico, no solo con palabras, sino también propuestas formales para modificar la Constitución en favor de diferentes iglesias y su agenda.   Fruto de un brillante trabajo conjunto, los sociólogos Bernardo Barranco (BB) y Roberto Blancarte (RB), dos de los mejores especialistas en cuestiones religiosas en nuestro país, han publicado AMLO y la religión, una contundente advertencia de los riesgos que corren las libertades de la ciudadanía mexicana frente a lo que pareciera ser una cruzada presidencial. Siempre! conversó con ambos especialistas a  propósito de la obra y sus puntos clave.

 

Bernardo Barranco

 

¿Cómo podrían definir AMLO y la religión?, ¿qué es lo que va encontrar el lector en sus páginas?

RB.- Se trata de un análisis crítico del presidente de la República, de Morena y de la 4T en general, aunque centrado en la figura AMLO.  Es un estudio en el que manifestamos nuestra preocupación por el hecho de que es el propio presidente quien parece estar abriendo la puerta a la reintroducción de la religión en el espacio público, en el espacio del Estado. Entonces, nos ocupa mucho que a pesar de las  ambigüedades que se ha manifestado a lo largo de los últimos meses, se está generando una apertura a la religión que antes no habíamos tenido y que es contraria al espíritu del Estado laico mexicano; de ahí el subtítulo del libro, “El Estado laico bajo amenaza.”

BB.- Yo destacaría que la obra está escrita por dos investigadores, es decir,  es un trabajo sólido serio y que además no fue realizado con la actitud de un par radicales del Estado laico; es una investigación seria que advierte los riesgos de una apertura peligrosa frente a la que México había guardado, por lo menos en formas, una distancia entre lo político y lo religioso. Y ahora tenemos a un presidente, que viene de izquierda y se dice juarista, que está contraviniendo sus propios principios y que, además, nos ha colocado a todos a todos como país en una situación de desconcierto en ese sentido. No es un libro escrito contra las iglesias, sino contra el abuso del uso religioso en las políticas públicas.

 

Antes de revisar el escenario actual, me gustaría que comentaran cuál es su evaluación del Estado laico antes de AMLO, dónde estaba parado México en cuanto a la laicidad.

RB.- Hay que recordar que en 1992 se hizo una reforma muy amplia a la política del Estado en materia religiosa. Esa reforma dio marcha atrás a todas las políticas y los artículos anticlericales, incuso antirreligiosos, en la Constitución y que no necesariamente tenían ya sentido; aun con esa reforma, permaneció el espíritu liberal del Estado mexicano laico mediante una serie de medidas regulatorias de las agrupaciones religiosas que quedaron plasmadas, por ejemplo, en los principios del articulo 130 y en el establecimiento de una Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Nosotros pensamos que a pesar de que hubo intentos de violación de estos preceptos con presidentes de corte populista como Vicente Fox, no llegaron a atentar contra los principios esenciales de la Constitución y de la ley, pero en estos momentos creemos  que hay algo mucho más peligroso porque se están manejando cambios tanto a la Constitución como a la legislación, se está atentando incluso contra el principio de separación como en el caso  de los espacios en radio y televisión.

BB.- En este aspecto se debe contextualizar a la clase política mexicana; existía un respeto y una aceptación hacia el andamiaje jurídico aunque había sectores de la dentro de la política que llevaban esto con cierta hipocresía, pero se tomaban algunas formalidades. En el fondo, la laicidad había estado permanentemente tentada por el interés, sobre todo de la jerarquía católica, de incidir en las políticas públicas e imponer su agenda moral en temas como aborto y muchos otros, pero lo que ha pasado en los últimos años es que en la medida en que la clase política ha sido severamente cuestionada y ha tomado distancia de la ciudadanía, estos sectores han buscado en lo religioso fuentes de legitimidad política. Lo que estamos viviendo ahora es una conjugación de ambos aspectos: sectores de iglesias que quieren incidir en poner sus agendas en el espacio público, pero también esferas de la clase política que ven en lo religioso fuentes de legitimidad. El encuentro es un encuentro muy peligroso para el futuro del país en materia de libertades y es un poco la advertencia que hacemos en el libro.

RB.- Yo añadiría que el problema es que el propio presidente tiene un esquema político religioso donde se diluyen las fronteras y la separación entre las iglesias y el Estado ha desaparecido; porque en el mencionado esquema del mandatario meter a la religión en la esfera pública es algo bueno; porque el presidente de verdad está convencido de que insertando la religión en la esfera pública se va a contribuir a la recomposición del tejido social y a la pacificación del país, cosa que pensamos que es un error porque eso ya se ha visto y se ha intentado en muchos otros países sudamericanos y nada de eso sirvió, porque no es la solución a los problemas. Ese es el problema, que él sí cree en eso, lo cual representa  no nada más una ruptura de forma, sino que hay un replanteamiento del papel de lo religioso en la esfera pública. Cuando AMLO habla en sus conferencias de que su papel es contribuir al bienestar del alma, obviamente intenta adentrarse en un ámbito que no le corresponde; lo mismo pasa cuando dice que va salvar o a purificar el país. Insisto, el problema es que el presidente mantiene una postura donde la religión tiene un papel en la política pública.

 

Roberto Blancarte

Roberto Blancarte

¿Consideran que el respaldo que obtuvo López Obrador en las urnas es un aval de los electores a esta tendencia de mezclar la religión con la forma de gobernar?, ¿los mexicanos creían necesaria está agenda religiosa, moral?

BB.- No estoy de acuerdo con esa premisa, porque sería aceptar que existe un voto religioso en México, y el voto en nuestro país tiene varias vetas y una de ellas es que los mexicanos votaron no tanto por López Obrador o por el programa sino porque querían un cambio contundente en los equilibrios de la clase. Así, tenemos que los evangélicos votaron por AMLO, pero no votaron por el partido evangélico, el PES; lo mismo podemos decir de los católicos, que no votaron en tanto católicos sino como ciudadanos. Esto nos lleva a repensar muy bien que en México aún no existen las  características del voto religioso.

RB.- En México tenemos una cultura política laica que se puede apreciar todavía en las encuestas y en el rechazo que habido a la dinámica que ha implementado el presidente al respecto: si uno mide las reacciones de la opinión pública en general, la apreciación es muy negativa y la gente no está convencida de que sea buena idea  la eliminación de las fronteras que durante 160 años hemos establecido, y que han servido para tener una serie de libertades. Ahora, yo creo que incluso, aunque no se atreven a decirlo, una gran mayoría de los miembros de Morena están en contra de esta perspectiva, hay muchísimos integrantes del más alto nivel que no están de acuerdo con esta cuestión religiosa porque no va con su trayectoria izquierda que muchos tienen ni con la trayectoria laica de nuestra cultura.

BB.-  El tema de fondo es la diferenciación de lo que hay en Morena como movimiento Político y las diferencias con su líder. Morena está conformada por grupos o personas que están inmersas en la lucha feminista, la diversidad sexual y otros temas y yo sostengo que AMLO tiene principios conservadores en materia moral. El presidente nunca ha querido pronunciarse sobre el aborto, por ejemplo, o descalifica el divorcio como una noción neoliberal.

 

Pero, en el sentido político, ¿para qué necesita AMLO a las iglesias?

RB.- El presidente premia más la fidelidad que la eficiencia y muchos de estos líderes religiosos le han sido fieles durante muchos años. Po otra parte, él en serio  considera  que introduciendo a la religión en la esfera pública se van a resolver una serie de problemas y eso es preocupante en la medida de que no hay nadie en Morena que se le oponga abiertamente, que lo contradiga, y exista una oposición política desarticulada, el presidente va a seguir solo con esa tendencia,  y, como se diría popularmente, a ver quién le pone el cascabel al gato.

BB.- En este punto, creo que un elemento que impactado mucho es la dimensión sagrada de la presidencia. AMLO es heredero de una cultura política de cierta sacralidad presidencial, en el sentido de lo que representó el PRI en el siglo pasado. El presidente era el gran cacique de caciques y la omnipresencia de la presidencia, esta especie de unción, es el estilo de López Obrador, que a veces es un presidente predicador, al que le gusta fundamentarse en la Biblia, hacer referencias y parábolas, es un estilo muy priista del siglo pasado. Esas formas deben revisarse porque en el siglo XXI porque vivimos en una sociedad plural y diversa, dentro de una dinámica de mayor cultura en donde ciertos estilos chocan y considero que también es un problema de fondo: la manera en que el presidente pontifica a Bartlett, a Irma Eréndira Sandoval y a los funcionarios que están bajo la lupa, es el estilo de la presidencia sacralizada.

 

Sabemos que los protagonistas de la apertura oficial a las iglesias son los evangélicos. ¿Qué papel juega la jerarquía católica mexicana en este escenario?, ¿se encuentra acaso disminuido Carlos Aguiar?

RB.- Al principio, cuando la jerarquía católica cuando vio el acercamiento tan estrecho que hay entre líderes evangélicos y el presidente no le gustó nada y empezó a definirse un poco más laica; paradójicamente empezó a defender el estado laico porque no fue de su agrado ver a otras iglesias queriendo sustituirla y queriendo aproximarse a los privilegios que durante tanto tiempo ella había gozado. Sin embargo, cuando la jerarquía católica ve que la puerta también se les abre a ellos para poder incluir las reivindicaciones que siempre han tenido y  que va a poder utilizar a algunas iglesias evangélicas como su caballo de Troya para introducir reformas que permanentemente han peleado, entonces se colocan en una ambigüedad porque, por un lado, no les gusta el acercamiento a los evangélicos, pero por otro ellos ven también su oportunidad.

BB.- Yo no veo a Carlos Aguiar débil. Aguiar es el hombre de Francisco en México, el hombre fuerte y su interlocutor. Ciertamente, Aguilar estaba mejor acomodado con el PAN y con el PRI, incluso es un hombre más cercano a la cultura política del PRI y ha sido el muy crítico a López Obrador, lanzando en Desde la fe  dardos durísimos y ya ha tenido fricciones el gobierno con la jerarquía católica que se ha visto un poco zarandeada. El tema es que sí hay una especie de distanciamiento, pero no olvidemos que la Iglesia Católica es muy hábil y tiene muchos años en esto, sabe cómo colocar en ciertos momentos su agenda y en estos momentos no es la única ni la más privilegiada, pero sigue siendo la Iglesia, no dejemos de ver  que tiene mayor peso que todas las demás y una astucia extraordinaria.

RB.- Aquí también hay que apuntar que la Iglesia Católica siempre ha tenido una relación muy compleja con los populismos, desde Mussolini hasta Chávez, Maduro, pasando por el de Perón.  Es un punto complejo, aunque puede asumirse que muchas veces  los gobiernos populistas tienden a asumir funciones cuasi religiosas y eso a ninguna iglesia, sea cual sea, le gusta.

 

AMLO y la religión es una llamada de atención, pero ¿a quién va dirigida en específico?

 RB.- Al propio AMLO y a la sociedad en general. El presidente puede tener sus propias convicciones personales y nadie debería de estar preocupado por ellas,  salvo porque el mismo es quien las ha metido a la cosa pública. Entonces, el llamado es en primer lugar al presidente, a su entorno más cercano, a Morena y al resto de la sociedad que tiene que ser consiente de los peligros que suponen olvidar esto.

 

¿Qué es lo que tenemos que perder los mexicanos en este resquebrajamiento del Estado laico?

RB.- Sus libertades. Aquí el problema central no es el Estado laico como un monolito que hay que adorar, sino que ese Estado laico representa la garantía de nuestras libertades y particularmente la libertad de conciencia. El presidente define de manera muy estrecha y limitada al Estado laico, para él representa solo la defensa de la libertad religiosa, pero en el mundo moderno es el que garantiza la libertad de conciencia más allá de la religión de cada quien, garantiza que haya personas que estén a favor del aborto y otras en contra, lo mismo con el matrimonio igualitario, el divorcio o la eutanasia, y que cada quien tenga la mayor libertad posible. Defendemos la libertad de conciencia  que todos necesitamos tener para, en consecuencia, actuar y defender nuestra manera de ser y nuestras preferencias; eso es lo que está en riesgo, las libertades que tanto nos ha costado adquirir.