“La gratitud es la memoria del corazón”.
Lao-Tsé

 

Este 07 de febrero de 2020, la calzada de Chapultepec recuperará la dignidad que le concedieron mexicas, novohispanos y nuestros ancestros del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, a esta importante arteria por la que la Ciudad se surtió del agua gorda de los manantiales del Cerro del Chapulín desde 1466.

Esos vitales manantiales conocidos por los aztecas desde su primera estancia en este paraje idílico, antes de la fundación de Tenochtitlan en 1325, fueron objeto del deseo de sus gobernantes, tal y como lo consigna el pedimento del Señor de México, Chimalpopoca, a su abuelo tepanecas Tezozómoc para nutrir de agua a la naciente ciudad.

Guerras y desconocimiento impidieron que la anuencia del viejo Señor de Azcapotzalco se pudiese concretar, hasta que el sabio Señor de la Palabra Endiosada, el texcocano Nezahualcóyotl, diseñó el Atl Ochpantlli (calzada de agua) que, a partir de 1466, satisfizo la sed de los mexicas.

Años más tarde, Moctecuzoma Xocoyotzin debió reforzar la obra hidráulica que maravilló a Cortés cuya orden de destrucción, en 1521, fue definitiva para someter al poderoso Atépetl azteca, y su reparación española en 1523-24 fue primordial para rehabitar la ciudad destruida.

Tras la emisión de la Cédula Real de junio 25 de 1530, a través de la cual la Reina Juana devolvió a los habitantes de Temistitlan, capital de Nueva España, el bosque y los manantiales de Chapultepec anexados por Cortés al Marquesado de Oaxaca, en 1532 el Ayuntamiento costea una calzada que facilitara el paso a los capitalinos desde el Barrio de San Juan Moyotla al pie del cerro.

Así nace esta arteria novohispana que albergará en una de sus márgenes el acueducto de cal y canto de 904 arcos que en 1776 “hermoseara” el Virrey de Bucareli, a quien le debemos la creación de las cajas del Salto del Agua y la de Belén de las Flores, la cual servía al poblado de San Miguel Chapultepec.

La introducción del agua entubada obligó al desuso de los viejos acueductos de Chapultepec y de la Tlaxpana, y con ello al abandono y demolición de sus arcos, sobreviviendo sólo 20 de ellos frente al número 400 de la actual avenida Chapultepec (justo frente a donde por años se ubicó el Teatro Universitario Arcos Caracol).

Luego la modernidad, de la mano del STC-Metro, obligó a la reconfiguración de la vieja calzada bajo la óptica de una ancha avenida con 6 carriles en cada sentido y un camellón central, lo que aisló a las colonias Juárez y Roma en función de las facilidades vehiculares.

El pasado año, el gobierno de la Ciudad se propuso “velar y proteger el derecho a la memoria, al medio ambiente y a la seguridad peatonal” de los habitantes y peatones de esta avenida, insertándola en el programa Sembrando Parques y reinterpretando su esencia de Atl Ochpantlli (Calzada de Vida), como un acto memorioso desde el corazón de los capitalinos, tal como definió a la gratitud el filósofo chino Lao-Tsé.