Por Cecilio Ferro Villa

 

En medio del espectáculo bélico de Trump para asegurarse la reelección presidencial de Estados Unidos dentro de unas semanas, reaparece el amago de ese país para imponer aranceles al jitomate mexicano en febrero con el viejo argumento de que en México se hacen prácticas de dumping que afectan a los productores estadounidenses. Nada más falso, pero sí totalmente electoral.

El jitomate es el tercer producto agrícola de exportación de nuestro país –solamente antecedido por la cerveza y el aguacate. 1 de cada 2 jitomates que se consumen en Estados Unidos es mexicano. Se calcula que, durante 2018, en promedio se exportaron más de 9 millones de libras diarias de jitomate a EU. Es por tanto uno de los productos estrella de la agricultura mexicana, pero también la principal competencia de los productores tomateros de Florida.

En el renglón técnico las diferencias entre el tomate mexicano y el de Florida están en el volumen, la disponibilidad, la calidad y sanidad del nacional que además se madura naturalmente en la planta, mientras que el de Florida y California lo hacen artificialmente a través de cámaras de gas, aspecto que lo hace poco apetecible para el consumidor estadounidense.

En el ámbito político, hoy pesan más los incentivos electorales detrás del tomate floridano, por ello no sorprende que los portavoces de los productores de ese estado estratégicamente emitan mensajes con un alto contenido nacionalista, a fin de fortalecer alianzas simbólicas entre los productores, los consumidores de ese país y los políticos republicanos. Atacan directamente la sanidad de la producción de tomate de México. Se trata de minarlos. Estas acciones constituyen una victoria momentánea para los productores de Florida. ¿Y la defensa de los mexicanos?

En la firma del TMEC, el gobierno dejó en la indefensión a los productores mexicanos que debieron afrontar todos los gastos de su defensa ante instancias norteamericanas que, bajo ese argumento de dumping, impusieron la condición de revisiones en los lugares de producción a los cargamentos de exportación. Y pese a que todas las condiciones fueron aceptadas, Estados Unidos subió la presión en diciembre pasado al detener algunos cargamentos de jitomate bajo señalamientos de estar contaminados con una enfermedad llamada virus rugoso marrón, de lo que hasta el momento tampoco han presentado pruebas, pero que utilizan para disuadir mañosamente al consumidor.

Estas presiones se insertan en un momento electoral complejo en EU. Si bien la batalla contra el dumping comenzó hace décadas, actualmente los principales impulsores de esta estrategia contra los tomateros mexicanos, son los senadores republicanos por Florida, Marco Rubio –cuyo incentivo es ser secretario de Estado en el segundo periodo de Trump– y Ted Yoho, que cabildean el voto hispano para Donald Trump, en la electoralmente estratégica Florida.

En este contexto las inversiones y los esfuerzos cotidianos de los productores de jitomate mexicano, están en riesgo de pagar facturas muy altas para exportar al país del norte. En los últimos días, las autoridades norteamericanas continúan parando camiones repletos de jitomate en la frontera. Y a todo esto ¿qué hace el gobierno de López Obrador frente a los embates que viven los productores mexicanos por parte de funcionarios y políticos de otro país por sus componendas políticas? Desaparecer programas, quitar recursos e ignorar el tamaño del problema.

La promesa de AMLO sobre autosuficiencia alimentaria -que no significa acceso a alimentos suficientes y de calidad- se encamina a ser otro fracaso de las políticas para el campo si persiste la estrategia de dejar sin el respaldo necesario a los medianos y grandes productores de alimentos que, además, generan empleos y desarrollo rural.

Hoy, el precio del jitomate ha llegado a casi 50 pesos el kilo, golpeando directamente al bolsillo nacional. ¿Todavía creerá el gobierno de la cuatroté que estamos re bien?