Entrevista a Indalecio Romero Vargas, historiador

 

Poco antes de finalizar el 2019, en el Diario Oficial de la Federación fue publicado un decreto en que se estableció que el 2020 fuese el año de Leona Vicario. La medida se dirige a reconocer a la figura y la obra de la mujer que jugó un papel determinante en la gesta de Independencia y que es considerada la primera periodista mexicana; así pues, se llevaran, en coordinación con los tres poderes de la Unión, numerosas actividades que conmemoren la vida de Vicario, siendo esta una oportunidad valiosa para que los ciudadanos se acerquen a profundidad al personaje histórico a cabalidad, pero también a una fascinante figura femenina que durante el siglo XIX rompió muchos esquemas tradicionalistas y se convirtió en pionera dentro de muchos ámbitos. Indalecio Romero Vargas, historiador especialista en la época decimonónica construye con palabras un retrato sutil pero detallado de la ahora llamada “Benemérita Madre de la Patria.”

“Leona Vicario nació en la capital de la Nueva España el 10 de abril de 1789; su nombre de pila fue María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández. Recibió una educación ejemplar, cosa que no era nada común en la sociedad virreinal, y todo un conjunto de circunstancias dieron como resultado su espíritu y fortaleza. Sus padres no solo se preocuparon por proporcionarle una educación intelectual, sino también cristiana y se encargaron de que su única hija tuviera una excelente salud, logrando inculcar en ella el buen gusto. Como resultado, lograron hacer de Leona una mujer inteligente, fuerte y disciplinada. Todos estos factores, más su hermosura, hacían de Leona una mujer singular”.

Indalecio Romero apunta que la educación particular que recibió la joven mujer es un factor de extrema importancia para comprender sus intereses y su potencial intelectual.

“En efecto, la educación que recibió Vicario no era común en la Nueva España: desafortunadamente la mayoría de las mujeres recibían una instrucción banal que se conformaba de aprender de memoria el catecismo de la doctrina cristiana, leer de corrido y mal escribir, bordar, bailar, tocar algún instrumento y cantar un poco. Pocas mujeres asistían a la escuela, y a la mayoría prácticamente se le condenaba a la ignorancia, pero Leona cultivó las bellas artes, las ciencias y la literatura. Se deleitaba con estudiar la historia mexicana y la política, y tuvo un gran apetito por el conocimiento. Desafortunadamente quedó huérfana muy joven, pues perdió a su padre aún niña y a su madre a los 17 años, quedando bajo la protección de su tío, Agustín Pomposo, quien velaría por su bienestar”.

Por estas razones, explica el especialista, no era de esperarse que Leona Vicario pasara desapercibida en la sociedad novohispana.

“Además de inteligente, era hábil en las artes de la pintura, instruida en la política, historia y literatura, y descendía de padres honorables, sin olvidar que contaba con un capital considerable. Fue en el despacho de su tío donde conoció a un joven pasante de derecho y de sus mismas ideologías, su nombre era Andrés Quintana Roo, un chico que compartía ideas liberales y de independencia al igual que ella, y juntos participaron en el movimiento en busca de la emancipación de México a lado de Ignacio López Rayón, José María Morelos y Miguel Hidalgo”.

La lucha iniciada para conseguir la independencia nacional, prosigue Romero,  representó una coyuntura en la que Leona Vicario supo tomar un papel determinante que inscribiría su nombre en los libros de historia patria.

“Desde muy temprana edad Leona Vicario se unió al movimiento de Independencia sin ninguna duda, con ese gran amor que siempre la caracterizó, convencida del triunfo del movimiento. En todo momento obró con total desinterés, es decir, nunca espero nada a cambio, pues su posición privilegiada se lo permitía. Leona además de mandar ropa, medicinas y armas a los insurgentes, ha sido señalada como el conducto por medio del que se comunicaban, debido a que través de ella se manejaba la correspondencia de los guerrilleros y sus familiares. Aunado a lo anterior, motivaba a los cabecillas de la revolución con cartas en las que los exhortaba a seguir luchando.

“Vale decir, que en la correspondencia que mantenía con sus amigos insurgentes, no utilizaba sus nombres verdaderos, utilizaba seudónimos bastante peculiares que tenían origen en la amplia cultura que poseía, como: Telémaco, Robinson, Nemoroso, Lavoisier, etcétera. Por si esto fuera poco, Leona Vicario conspiró, escribió cartas comprometedoras, convenció a herreros para ir a hacer fusiles a Tlalpujahua y se arriesgó enviando dinero suyo y material de guerra. Para ella, el principal medio de expresión fue la escritura, por esta vía ayudaba al movimiento liberal haciéndoles llegar información en clave a través del diario El ilustrador Americano; también colaboró en El pensador mexicano y en el Seminario Patriótico Americano, es decir, no solo enviaba noticias sobre los insurgentes, sino que también las recibía en heraldos secretos. Vicario fue la primera en dar a conocer la noticia en México, los revolucionarios acuñaban como una moneda propia para escribir sobre las grandes batallas efectuadas por libertad del pueblo mexicano”.

Una vez concluida la dependencia oficial ibérica, Leona Vicario siguió dedicando su existencia a las letras.

Después de la lucha,  Andrés Quintana Roo y Leona Vicario ascendieron. Leona comenzó a colaborar en periódicos en los que su esposo también lo hacía y escribía artículos con gran inteligencia relacionados con la política de México. También participó en las campañas políticas de Quintana Roo, incluso existen dos cartas hechas del puño y letra de Leona dirigidas al presidente Valentín Canalizo, conservadas en el Museo Nacional de Historia”.

Finalmente, Romero Vargas reconoce la importancia de reivindicar no solo a Vicario, sino a todas las mujeres, dentro de la narrativa histórica.

“No sólo fueron importantes Leona Vicario y Josefa Ortiz de Domínguez, que son las únicas mujeres más identificadas en la historia. Hubo otras mujeres que participaron activamente en el movimiento insurgente como Carmen Camacho, Prisca Marquina de Ocampo, María Josefa Martínez, María Fermina Rivera, Manuela Herrera y Ana María y Trinidad Ortega. En este sentido, es evidente que la historia ha sido bastante injusta con las mujeres que participaron en nuestra independencia, ya que no les ha reconocido el papel tan importante e invaluable que realizaron. Es importante reivindicar la participación de la mujer en la historia de nuestro país, pues ellas también son las forjadoras de nuestra nación”.