Una vez concluidas las fanfarrias y los fastos, de la navidad, el año nuevo, y el día de Reyes, habremos de enfrentar la realidad. Y desde luego revisar  los buenos deseos del año que inicia, que van desde los muy personales, como bajar de peso, hasta los colectivos o comunitarios para mejorar las condiciones de la vida social.

Formular buenos deseos, está bien, solo que deben tenerse en cuenta los contextos y las realidades. Y no es pesimismo de mi parte, ni me asumo como dirían los viejos, en profeta del catastrofismo o agorera del desastre.

Veamos en el contexto internacional; la guerra comercial entre China y los Estados Unidos, no parece terminar, mientras el oso ruso los contempla lastimarse. La globalización y el libre comercio, así como, los equilibrios geo-políticos, negociados entre las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, crujen o se han derrumbado por la ineptitud, torpeza e ignorancia del inquilino actual de la Casa Blanca.

No  hay, ni se vislumbra un nuevo orden mundial y menos cuando la hegemonía de los Estados Unidos y del dólar, naufragan por falta de visión de futuro para adecuar una nueva fase del capitalismo a la catástrofe ambiental que amenaza al planeta. Los incendios en Australia, son una llamada de atención.  Como cada cierto tiempo, parece inminente una nueva conflagración en Medio Oriente. En esta ocasión Rusia y China, aliados con Irán, realizando ejercicios militares conjuntos y probando nuevas armas. El irracional ataque de Trump contra el General Iraní Soleimani en Irak y el posterior ataque contra bases militares estadunidenses en Irak, como la petición de este país de que las tropas norteamericanas abandonen su territorio, ha tenido al mundo en vilo los últimos días, por la posibilidad de una guerra mundial.

Así las cosas, Israel, tendrá que enfrentar el nuevo equilibrio generado por torpeza y es cierto que tiene armamento nuclear, pero ante las nuevas armas, nada tiene que hacer; más aún con la titubeante actitud de los Estados  Unidos, una aparente neutralidad de GB  y Alemania y,  el apoyo de Rusia y China a Irak e Irán.

Si el breve resumen anterior, nos abruma; añada el lector, la guerra subterránea de carácter tecnológico en las redes que utilizando corporativos mercenarios, realizan muchos países para atacarse entre ellos.

En el marco nacional, tampoco existen referentes optimistas. La espiral de violencia, la inseguridad pública, los desplazados, los desaparecidos, los heridos, los muertos, siguen creciendo. Ante la ausencia de una clara Política Pública, nada dice, o es una burla el pretendido “punto de inflexión, en la percepción”. El año que acaba de concluir, es el más sangriento de los tres últimos lustros. Quienes hoy detentan el poder, se cansaron de adjudicar los muertos al presidente en turno, hoy les toca aceptar los suyos.

En el manejo de la economía  y sus perspectivas, tampoco hay signos optimistas. No hubo crecimiento económico. Es cierto y debe reconocerse sin ambages, que las tasas de interés bajaron, el valor del peso estuvo estable, la inflación se mantuvo en los parámetros planeados, subieron los salarios y se logró un superávit primario en las finanzas públicas. Solo que cayó la recaudación, hubo subejercicio en el gasto, se tomaron importantes recursos del Fondo de Estabilización Financiera para emergencias, decreció la producción y la exportación de crudo y un largo etcétera. La economía marcará  el éxito del nuevo gobierno, lo quiera o no aceptar.

Y sobre todo, desde el poder, se alentó la división, la polarización, el encono entre los mexicanos. Ese es el contexto. A todos toca buscar que  la ausencia de odios, nos genere mayor libertad. El País, nos pertenece a todos, ni es de un solo hombre, ni es propiedad de una facción. Nos ha costado muchas vidas y mucho sacrificio a lo largo de la historia para dilapidar en un enfrentamiento estéril, nuestra libertad y dignidad. El reto enorme es lograr la justicia social.