Al momento de escribir este reportaje, ya se sabía del primer muerto fuera de Asia infectado por el Covid-19 (CoronaVirusDesease-19: Enfermedad por el Corona Virus-19), en tanto el balance de decesos por la epidemia en la República Popular China se elevó a casi 1,800 y el de personas contagiadas a 70,531. Y en otros 30 países, 780.
Agnes Buzyn, ministra de Salud en el gobierno del presidente Emmanuel Macron, informó del fallecimiento, el viernes 14 de febrero, de un turista chino de 80 años de edad, infectado por el virus y hospitalizado en Francia desde fines de enero. Buzyn –que en breve renunciará al puesto para convertirse en la candidata del partido de Macron a la alcaldía de París–, dijo que la muerte del ciudadano chino era “la primera en Europa” debido al Covid-19. Hasta ahora fuera de China continental solo había habido decesos por ese virus en Filipinas, Japón y Hong Kong.
Mientras el número de víctimas crece irremediablemente, el desastre económico debido al Covid-19 es todavía incalculable. Kristalina Georgieva, la nueva directora del Fondo Monetario Internacional, informó que el crecimiento económico mundial para 2020 estaba calculado en 3,3 por ciento y ahora considera que debido al mortífero virus podría reducirse al 0,1 por ciento o al o,2 por ciento, aunque todavía era muy pronto para conocer los porcentajes definitivos.
Hasta el lunes 17 de febrero, los lugares con mayor número de personas infectadas eran: Singapur, 75; Hong Kong, 57; Japón, 59; Tailandia, 34; Corea del Sur, 29; Malasia, 22; Taiwán, 20; Alemania y Vietnam, 16 respectivamente; lo mismo Australia y Estados Unidos de América, con 15; Francia, 12; Macao, 10. Y, con menos de diez, Emiratos Árabes Unidos, 9; Italia, Filipinas, e India, con tres respectivamente; Rusia y España con 2 cada uno; y con 1 cada cual: Nepal, Camboya, Bélgica, Finlandia, Suecia, Egipto y Sri Lanka.
El domingo 16, en Hubei, China continental, el epicentro del brote del virus, hubo 1,933 nuevos casos, un aumento del 9 por ciento, y 100 nuevas muertes. Este fue el recuento de decesos diarios más bajo en cinco días. Los estadísticas médicas señalan que más de mil profesionales de la salud infectados son médicos y enfermeros (varones y mujeres) en los hospitales de la ciudad de Wuhan, la capital de la provincia afectada, donde escasean los suministros de protección, señala la Comisión Nacional de China.
Cuando aparezca esta crónica, se habría cumplido una quincena de la muerte por el Covid-19, del médico oftalmólogo Li Wen-liang, quien lanzó la alerta a la comunidad médica al comenzar la epidemia en diciembre de 2019. Lo único que logró fue ser censurado por leas autoridades.
En tanto el país busca la forma de superar la parálisis y volver a la normalidad tras las prorrogadas vacaciones por el Año Nuevo lunar, las calles citadinas continúan desiertas y la mayoría de los sitios comerciales cerrados. Mientras se recuperan los horarios de trabajo normales, la compañía japonesa Toyota, que ordenó el retraso de la reanudación del funcionamiento de sus cuatro plantas en China, ahora dispuso la reapertura de tres de ellas. Asimismo, el segundo mayor fabricante nipón del sector automotriz, Nissan Motor, aplazó el funcionamiento de cuatro plantas en territorio chino desde finales del mes pasado hasta la siguiente semana por lo menos.
Como suele suceder en China, la manera de gestionar la crisis del Covid-19 está siendo muy cuestionada. Detrás del vertiginoso crecimiento económico del gigantesco país, está el Partido Comunista que conduce los destinos nacionales con mano de hierro. Tal y como aconteció en 2003, Pekín ocultó a la Organización Mundial de la Salud (OMS), organismo dependiente de la ONU, el estallido de una epidemia devastadora. Ahora, la propaganda oficial trata de cubrir la responsabilidad de las autoridades, abocándose al silencio y a la incompetencia. Así como actúan muchos gobiernos en el planeta, en la gran nación asiática también algunos niveles medios del partido tratan de aparentar que la “vida continúa su curso normal”. Aparte de las disposiciones oficiales, los chinos no tienen otras alternativas.
El domingo 16, mientras que la opinión pública se enteraba que el presidente Xi Jinping supo quince días antes de la existencia del coronavirus, pero se decidió ocultarlo al mundo, un tribunal de Hubei –el epicentro de la epidemia–, advertía a los ciudadanos de que se arriesgaban la pena de muerte todos aquellos que ocultaran los síntomas de la enfermedad o no facilitaran a las autoridades el libro de desplazamientos. Nadie duda que la advertencia podría ejecutarse a rajatabla. Tarde o temprano el virus será vencido, pero cuando menos se piense aparecerá otra epidemia y el sistema comunista chino seguramente actuará como lo ha hecho en momentos críticos.
Mientras son peras o manzanas, Xi Jinping asegura que ordenó “impedir y controlar el brote del virus” dos semanas antes de que reconociera públicamente la gravedad del asunto. En un discurso publicado por Qiushi –órgano que analiza la doctrina del Partido Comunista chino–, el mandatario asegura que ordenó medidas especiales durante una reunión del Comité Permanente, el 7 de enero. No obstante, no fue sino hasta el día 20 del mismo mes, cuando Jinping habló públicamente del origen de la enfermedad, y dijo que el brote de nueva neumonía por coronavirus en Wuhan y otros lugares debía “tomarse en serio”. Al parecer entre fecha y fecha sucedió mucho más.
Fuentes locales aseguran que entre los días señalados, en tanto se investigaba la capacidad de transmisión del virus, las autoridades de la provincia de Hubei, no querían crear alarma pública que echara por tierra una gran cita que ya tenían agendada para el 19 de enero. Ese domingo se organizaba en Wuhan una gigantesca comida familiar en un espacio bajo techo con acceso controlado para 40,000 familias. Ahora las críticas se dan por ese ánimo de evitar alarma social, y que se propagara el contagio en el evento. Y, además, justo un día después, el presidente Xi Jinping advirtió de lo peligroso del brote.
En tales circunstancias y el mal manejo de la crisis, el politólogo Willie Lam ya advirtió que si el combate contra la epidemia comienza a dar señales positivas, Jinping acaparará todo el mérito, mientras que si hay problemas será el primer ministro y hasta ahora cara visible del problema, Li Keqiang, quien asuma las culpas.
Asimismo, a estas críticas se suma el supuesto “silenciamiento” de otro profesionista chino que advirtió del virus. El profesor Xu Zhangrum, cuenta el periódico inglés The Guardian, publicó una virulenta crítica contra el presidente Jinping en una carta titulada Viral Alarm: When Fury Overcomes Fear (Alarma Viral: cuando la furia supera el miedo). Según el diario británico, después de publicar la carta, Zhangrum fue puesto bajo arresto domiciliario en una cuarentena forzada durante días, excluido de las redes sociales y ahora las autoridades le habrían cortado el servicio de Internet. Cuando el catedrático publicó su misiva, advirtió que probablemente sería castigado. “Ahora puedo decir con demasiada facilidad que seré sometido a nuevos castigos; de hecho, esta puede ser la última carta que escribo”, agregó al final de su último escrito, en el que pretendía abrir un debate la sobre la libertad de expresión.
Capítulo especial de la epidemia se desarrolla a bordo del crucero Diamond Princess, atracado en el puerto japonés de Yokohama, que alberga al grupo infectado más grande fuera de China, porque registra 355 positivos de los 3,700 pasajeros que transporta. La mitad de los turistas son de nacionalidad japonesa, y más de 40 son estadounidenses que supuestamente están infestados. Canadá, Corea del Sur y EUA ya enviaron aviones especiales para rescatar a sus connacionales.
Por otra parte, Hong Kong, la ex colonia británica, en proceso de retornar completamente bajo las órdenes de Pekín, que en lo últimos meses ha sufrido multitud de manifestaciones en contra del régimen chino, no podía ser la excepción, y los reportes sanitarios indican que tiene 57 casos confirmados de coronavirus. Un hongkonés murió a causa de la infección en el centro de la ciudad. Por lo mismo, centenares de personas exigen al gobierno local que cierre la frontera con la China continental para “bloquear” el virus, pero el gobierno local, afín a Pekín, descartó la medida.
En fin, las autoridades chinas y los servicios sanitarios de la OMS trabajan, en comunidad con otros gobiernos, para encontrar un remedio contra la epidemia. Con el fin de predecir la evolución del virus todas las armas son útiles, incluidos los modelos matemáticos y las simulaciones con computadoras, aunque su margen de error es un riesgo, de acuerdo con expertos. Para lograr esos modelos son necesarios muchos parámetros, relacionados a su vez con el virus (probabilidad de transmisión, de muerte o de curación de un infectado), y el comportamiento de las poblaciones, empezando por sus desplazamientos. Todo esto da pauta a las autoridades sobre la amplitud de la crisis y sobre las medidas que deben tomar. Los expertos, como el académico Bingnan Ye, citado por el periódico hongkonés South China Morning, vaticinan que el coronavirus no se controlará sino hasta el próximo mes de abril. ¡Ojalá sea cierto! VALE.