Encarcelado, el valor político de Lozoya puede ser incuantificable.
El ex director de Pemex no es un simple reo, acusado como muchos otros, por lavado de dinero, cohecho, fraude o enriquecimiento ilícito.
Lozoya puede ser encontrado culpable de mucho o de todo de lo que se le acusa, pero él y sus abogados harán lo necesario para que lo acompañen otros en la cárcel.
La gran duda es hasta dónde quiere llegar el gobierno. ¿Se va a hacer público el juicio donde el procesado rechace o confirme que el candidato Peña Nieto recibió supuestos sobornos de la constructora brasileña Odebrecht?
¿Se permitirá que el inculpado de a conocer la red de complicidades en la que participaron altos funcionarios de la pasada administración para realizar la compra irregular del complejo petroquímico Agro Nitrogenados, de Fertinal y de otras empresas para triangular recursos?
¿O, se llevará a cabo un juicio acotado y a puertas cerradas para que aparezca como responsable único Emilio Lozoya?
Preguntas que no son menores porque si de lo que se trata es de convertirlo en el autor intelectual de todos y cada uno de esos ilícitos, entonces hay que asegurar su silencio, a costa, incluso, de su vida.
El ex director de Pemex, como decían lo viejos gangsters, sabe too much y por lo que han declarado a los medios, tanto él como su defensa, lo último que harán es guardar silencio.
El año pasado quedó pendiente una conferencia de prensa donde los abogados defensores iban a dar a conocer todo el andamiaje de complicidades donde otros, y no Lozoya precisamente, eran los jefes.
Ese encuentro con los medios se suspendió cuando se detuvo en Alemania a Gilda Austin, mamá del inculpado, pero hacer pública la “otra historia”, la del acusado es un capítulo que todavía no se ha escrito y por el que muchos pagarían para que no se diera a conocer.
Los más interesados y preocupados por el silencio de Lozoya son, entre otros, el ex presidente Peña Nieto y el secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
Horas después de que Emilio Lozoya fuera detenido en Málaga, apareció un redes una versión no confirmada sobre por qué y para qué voló de Rusia a España. Lozoya habría ido a buscar al ex presidente para que detuviera la persecución de la que ha sido objeto. Esta, sería la segunda ocasión en que intentaría reunirse con él, después de haberse cancelado un encuentro en Nueva York.
Si esto es verdad, su aprehensión parecería más una celada que el resultado de la presumida y publicitada intensa investigación de Interpol y la policía española.
Lozoya es una valiosa pieza de ajedrez que podría estar siendo utilizada tanto por Peña como por AMLO como parte de la ratificación del pacto de impunidad y entrega del poder en 2018 acordada por ambas partes.
Poner al ex titular de la petrolera mexicana en la cárcel permite, por un lado, dejar en libertad a quienes formaron parte del “círculo rojo” de Los Pinos y, por el otro, hacer ver al detenido como la prueba indiscutible de que la 4T combate con todo y sin piedad a los poderosos políticos corruptos del pasado.
Pero la noticia del arresto tiene también su parte distractora. El golpe se produce cuando nada o poco funciona en la Cuarta Transformación. Cuando la estabilidad financiera y económica del país puede romperse en cualquier momento y calificadoras como Moody´s están a punto de quitar el grado de inversión a Pemex.
Lozoya va a servir a la propaganda oficial para señalar al culpable de la debacle que se avecina en Petróleos Mexicanos. La retórica “mañanera” ya debe tener listo el guión de la obra: Ahí, tras las rejas, está el responsable del desastre.
Se puede o no aplaudir la detención de Lozoya, pero a la 4T habría que hacerle una pregunta clave: ¿Y los jefes?


