En los últimos meses, el País se ha cimbrado por la resonancia e impacto social obtenido para celebrar el próximo día ocho, la marcha conmemorativa del Día internacional de las Mujeres y se convoca al día siguiente nueve de marzo, un gran paro de todas las actividades que normalmente desarrollan las mujeres en el hogar o en sus centros de trabajo, asi como, evitar realizar pagos o compras o cualquier otra acción que incida en el sistema de pagos y que indudablemente afectara el sistema comercial-financiero.

Estas acciones se desarrollaran en todo el Mundo y algunas de estas actividades tiene precedentes internacionales. En México, por primera vez, se hace el llamamiento a paralizar las actividades que desarrollan las mujeres, para visibilizar la importancia de éstas en la sociedad. El detonante, es el imparable crecimiento de la espiral de violencia que sufren las mujeres en nuestro país y que por la cotidianización de la violencia general y en especial contra de las mujeres, pasa casi desapercibida.

Este movimiento social está lleno de vitalidad, de energía, de frescura y espontaneidad y,  es el resultado de la ira acumulada, del coraje contenido, de la protesta aplastada por las vejaciones, ultrajes y sojuzgamiento que desde hace siglos sufren las mujeres en el seno de una sociedad machista con estructuras patriarcales que las oprimen y ningunean.

Las nuevas generaciones de jóvenes mujeres han tomado la estafeta y están dispuestas a todo para profundizar los avances lentos, parciales, graduales que las anteriores generaciones obtuvimos, también con sacrificios y lucha, solo que ahora, el método es más radical, en buena medida porque vivimos una situación que exacerba la violencia física y verbal en contra de las mujeres. El acoso sexual y laboral en su contra, el feminicidio y sobre todo la impunidad rampante pese a las quejas y denuncias por todas esas conductas y pautas sociales, que dejan sin castigo a quienes agreden, violan o asesinan a  mujeres.

Se trata de transformar, de dinamitar, de destruir esas añejas estructuras sociales discriminatorias y vejatorias que desde hace miles de años, condenan a las mujeres a tener un papel subordinado al hombre en todos los ámbitos de la vida en sociedad.

La respuesta del actual detentador del poder en nuestro país, de él y sólo algún grupo de corifeos;  por que inclusive las fuerzas armadas y algunas dependencias, del propio aparato estatal, se han sumado a la lucha; resulta condenable e inexplicable la banalización que hacen de la violencia contra las mujeres. Es quizás producto de su autoritarismo, de pretender erigirse desde hace de  18 años en dueño absoluto de la protesta social,  de negarse a concebir que los grupos sociales pueden actuar de manera independiente del poder público. Es una ceguera histórica que las mujeres le cobraran en las urnas.

Este movimiento, ya no lo para nadie. En él confluyen mujeres de todas las edades y estratos sociales, radicales y moderados. Es ajeno a cualquier contaminación ideológica o política-partidaria. Este movimiento no puede ser cooptado, ni manipulado. Es un error garrafal pretender minimizarlo etiquetándolo como de derecha conservadora. Es cierto, que algunos pretenden subirse al movimiento con fines aviesos, pero estos oportunistas más temprano que tarde  serán repudiados.

La vitalidad del pueblo mexicano y su repuesta de apoyo a las mujeres, son una esperanza  de que no somos conformistas en espera de dadivas sociales apaciguadoras del descontento social. El cambio prometido en la campaña, no cambio nada y el tiempo se agota. Este Movimiento muestra y demuestra que somos muchos los mexicanos que no estamos contentos, que estamos hartos de la demagogia y la ineptitud en la conducción de la cosa pública de antes y de ahora. Hoy las mujeres estamos conduciendo una auténtica revolución cultural y social, en la búsqueda de una sociedad más igualitaria y justa.