En propia mano, mi amiga, la actriz Selma Beraud, me entregó la novela de su hija María del Valle. La obra se titula La vida que no vivimos y según la contraportada 40 canciones son la columna vertebral de la obra en que dos personajes se reinventan.
Como un regalo de Mónica Mora y Miguel Breceda recibí El cura Hidalgo y sus amigos de Paco Ignacio Taibo II que seguro me encantará.
De Adriana, su hermana, recibí Empoderamiento ciudadano a través de la tecnología de Raúl Salinas de Gortari. Me compré a regañadientes el libro de moda El vendedor de silencios, de Enrique Serna, sobre la vida de Carlos Denegri. Con entusiasmo compré y espero leer lo más pronto posible El amante polaco, de Elena Poniatowska. Igual promesa sobre 1968; Aquí y ahora, una recopilación de ensayos de protagonistas del 68, libro del cual fue coordinador general Ricardo Valero y que es el libro oficial de la UNAM para conmemorar los 50 años del 68.
Más libros para leer
Mujer en papel: Memorias inconclusas de Rita Macedo. La recopilación y la edición corrieron bajo la responsabilidad de Cecilia Fuentes, hija de la actriz y del escritor Carlos Fuentes. Luis Terán que conoció las memorias antes de su edición, las elogia y festeja los desplantes de la estrella; sus hijos, Julissa y Luis de Llano, luego de pensarlo mucho, autorizaron con Cecilia su publicación. Una lectora asegura que el libro es doloroso y que acaba con la separación de Fuentes que la destruye.
Fechas patrias
Menudo escandalito que se ha armado con motivo de los días de guardar del mexicano. Los gobiernos de entonces corrieron los días festivos para un lado o para el otro para alargar el fin de semana y todo para favorecer el turismo. En lo personal, le tengo cierta antipatía a la industria turística, ya sé que produce empleos y trae carretadas de divisas al país, pero hay que fijarse en lo que le ha pasado a España Cuba, Mónaco o Las Vegas: se convierten en lugares de prostitución, drogas y apuestas al por mayor. Sin embargo, no cabe duda de que la naturaleza (nuestras playas son las mejores del mundo, por su arena morena o blanca, pero suave como talco); su riqueza arqueológica (debajo de cada cerro hay una pirámide) y artística (de los muralistas a Frida Kahlo) nos convierte en un país, como se dice hoy, con vocación turística.
Plan Camelot
Cuando todavía los Kennedy no llegaban al poder, los servicios de inteligencia de Estados Unidos, urdieron un plan para conquistar y sojuzgar a México, le pusieron el nombre de Plan Camelot y consistía, primero, en hacer que el mexicano desmitificara a sus héroes y se olvidara de sus días patrios. En la Universidad Motolinía, escuela confesional, se daba como día de asueto el 21 de marzo, no por el natalicio de Juárez, sino por ser “el inicio de la primavera”, niña que era yo entonces me preguntaba ¿por qué no vamos a la escuela cuando principia la primavera?
El Camelot más tarde
La desmitificación de los héroes vino después. Ya se había olvidado el Plan Camelot, pero se perseguían los mismos fines. Maximiliano era más liberal que Juárez; Hidalgo, un empresario; a Morelos le tupieron duro, además de su hijo Juan Nepomuceno Almonte, lo acusaron de corrupto; Juárez se convirtió en el inventor de la dictadura, y hasta le tocó a Víctor Hugo, se ocultó su lucha contra Napoleón el pequeño y su solidaridad con México para destacar su oposición al fusilamiento de Maximiliano, sin decir que a lo que se oponía era a la pena de muerte.
Porfirio Díaz llevaba a México a la prosperidad por medio del ferrocarril, lo que es cierto, pero la revolución surgió porque sí, porque no existían peones acasillados, ni tiendas de raya, ni explotación en las minas y los textiles. Ni matanzas de indígenas, y Madero se convirtió en un latifundista, espiritista, Villa un asesino y Zapata un “fifí” local que no quería salir de su pueblo y por eso hizo una revolución, como Womack dice.
