La primavera árabe nació el 17 de diciembre de 2010. La detonó un hecho aparentemente aislado. Un vendedor ambulante se inmoló cuando la policía de Túnez lo despojó de su mercancía.
Su muerte tuvo un efecto dominó en todo el mundo árabe. Miles de personas salieron a manifestarse en Egipto, Siria, Jordania y en el mismo Túnez para protestar en contra del autoritarismo y la mala calidad de vida de la población.
El resultado fue la destitución de varios jefes de Estado, autócratas corruptos que habían permanecido por décadas en el poder, aprovechándose de la apatía y sumisión de su pueblo.
El suicidio de un hombre que decidió morir para visibilizar el autoritarismo del régimen, se convirtió en catalizador de una escalada de protestas que cimbró a los gobiernos despóticos de la región.
El recuerdo de la Primavera Árabe nos obliga a preguntar si ha llegado la hora de una Primavera Mexicana.
El apoyo inédito al movimiento #UNDÍASINNOSOTRAS por parte de empresas, universidades, comercios, partidos políticos, medios de comunicación y una serie de agrupaciones civiles, es señal de que algo está naciendo en la entraña nacional.
Que a través de las mujeres, quieren hablar, muchas otras voces, contenidas por el miedo y la indecisión.
El presidente –afectado por su obstinación autoritaria–, insiste en acusar a los conservadores de instigar a las mujeres a protestar. No advierte que hay una olla exprés que puede estar a punto de estallar.
Que adentro de esa olla, está la violencia de género, pero también los enfermos de cáncer y los pacientes VIH, la falta de medicamentos, médicos maltratados, estudiantes asesinados, empresarios humillados, campesinos olvidados, científicos, académicos y periodistas reprimidos.
“El nueve nadie se mueve”, lema con el que “Las Brujas del Mar” y otros colectivos promueven la protesta de género, no es producto del oportunismo, ni del azar, como aseguran quienes un día fueron feministas y hoy son simples siervas incondicionales a la Cuarta Transformación.
Este gobierno es un golpeador de mujeres. Es un macho de trópico que llegó al poder para dar un puñetazo mortal a los derechos de las mexicanas más pobres.
Las dejó sin estancias infantiles, sin refugios, recortó 2 mil millones de presupuestos a los programas de género y en el clímax de la ignominia ordenó un acto de despojo contra la Fundación para el Cáncer de Mama (Fucam).
Incorporar a mujeres a un gabinete no es un acto de feminismo. Es, en este caso, un simple maquillaje, una parafernalia que oculta las verdaderas intenciones del gesticulador.
Algo está por surgir. Las mujeres y los jóvenes de México están por encabezar una fractura cultural, el parto de un movimiento social que puede darle un giro monumental al país.
Hoy el llanto es de los jóvenes. Lloran a sus compañeros asesinados por el crimen organizado. Sienten ser el primer blanco, las primeras víctimas de un gobierno disfuncional y se manifiestan para advertir: “Este país… se pudre”
Hoy el grito es de las mujeres. Salen a las calles para exigir –ante la indiferencia e ineptitud oficial– que no las maten.
Llantos y gritos que no encuentran eco en un régimen soberbio, opaco e indolente. En un presidente afectado por el delirio de grandeza y un complejo de superioridad moral que lo hace ignorar la realidad.
La Primavera Mexicana ya deja ver sus primeros brotes.