La pandemia del Coronavirus declarada, días pasados, por  la Organización Mundial de la Salud (OMS) puede resultar mas letal y destructiva que las legendarias plagas bíblicas que asolaron a Egipto en tanto su faraón no liberara al pueblo judío de su condición de esclavo. A diferencia de los males que Jehová envió a los infieles, el Covid-19 no ataca a una sola nación, no tiene límites, no respeta ninguna frontera ni le impiden el paso los extensos océanos, ni sus aguas frías ni calientes. Nadie está a salvo de su infección: ni varón ni mujer, ni niños ni viejos, ni blancos, ni amarillos, ni negros. Para la pandemia todos los seres humanos son sus víctimas: ricos o pobres, poderosos o ciudadanos comunes y corrientes, como usted o como yo. Mientras no preparen la vacuna todo mundo puede enfermar, y cuando se aplique, dicen los expertos, el mal puede retornar. Valiente remedio.

De lo que no hay la menor duda, es que la mortífera pandemia es la más extensa que se ha conocido en los tiempos modernos. Empezó en China en el mes de diciembre de 2019 y, hasta el momento, no tiene expresión cuantitativa como para narrar lo que realmente haya sucedido o suceda en la vieja nación asiática, que como Estado  autoritario que es –con el Partido Comunista Chino como partido único–, podría disponer de una información seguramente muy completa pero que no comparte prácticamente con nadie. Solo los altos mandos comunistas conocen el fondo de la olla. Desde el antiquísimo imperio chino, la secrecía ha sido una de sus virtudes. Xi Jinping, como el hombre del poder en Pekín, no es precisamente hombre que peque por la boca. Eso, seguro.

Ramón Tamames, el  respetado economista español, no solo por su casi nonagenaria edad,  sino por su experiencia dentro y fuera de la cátedra, explica en uno de sus recientes análisis sobre las consecuencias de la pandemia que ésta “ha recordado a Nouriel Roubini –el economista estadounidense de origen judío-iraní, nacido en Estambul, y llamado por algunos “Doctor Catástrofe”–, el primero en anunciar la crisis de Lehman Brothers de 2008, que se ha pasado la vida profetizando desgracias y, lo peor, es que ha acertado muchas veces. Hace siete meses alertó de la llegada de una bandada de cisnes blancos (tensiones China-EUA, (Brexit) la salida del Reino Unido de la Unión Europea y conflictos en el Oriente Medio especialmente en Irán, incluida en su ensayo The anatomy of the economy recession, 22 de agosto de 2019). Pero, desde hace una semana ya nadie habla de los cisnes blancos, porque ha aparecido un cisne negro –el coronavirus–, que se lleva todos los titulares”.

 

 

Aunque no somos especialistas en la materia, hay que aclarar, sin embargo, que “un cisne negro es para los economistas uno de esos hechos inesperados y desestabilizadores que termina perjudicando a grandes sectores de la sociedad y que afecta a la salud y los bolsillos de millones de seres humanos”. La pandemia del COVID-19, como debe de ser, se extendió ya por toda la Tierra. Los números de muertos e infectados cambian minuto a minuto. O sea, sus consecuencias ya son planetarias. Nadie lo tenía marcado en su agenda porque un cisne negro, como enseñó el economista Nassim Nicholas Taleb, es impredecible, al grado que ya trastocó hasta la cita deportiva más famosa del planeta, los Juegos Olímpicos de Tokio  ya no tendrán lugar este año, sino hasta 2021 como se supo de último momento.

Continúa Tamames: “Algunos han hablado también de un crac del 2020, por la enorme difusión que tiene la epidemia que ya generalmente se conoce como pandemia por la OMS”. En cualquier caso, agrega, “estamos ante una situación única, en un mundo de 7,800 millones de habitantes, que de pronto se para, en muchas áreas casi totalmente, por un virus con toda clase de posibles consecuencias”.

En este sentido, Gloria Guevara Manzo, ex secretaria de Turismo de México en el gabinete del presidente Felipe Calderón Hinojosa, actual presidenta del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC), al referirse a las consecuencias de la pandemia dijo: “Si bien la prioridad para los gobiernos es mantener a las personas seguras, esta catástrofe de Salud global significa que un millón de personas al día, sólo en la industria de viajes y turismo, están perdiendo sus empleos y enfrentan una ruina potencial, debido al impacto desastroso de la pandemia por el nuevo coronavirus”.

Asimismo, en relación con la pandemia, cita Tamames que es interesante la referencia de Margaret Franklin, presidenta y consejera delegada de la Chartered Financial Analyst: CFA, asociación global de profesionales en inversión, en el sentido de que el “coronavirus es un ejemplo vívido y dramático de las cosas impredecibles que pueden suceder en el mundo y su impacto en los mercados”, en analogía a lo que en 2008 planteó Roubini con su referencias a los cisnes negros.

Además, tal parece que la novísima pandemia “se especializa” en quitarle la vida a los viejos –algo que preocupa al que firma esta ISAGOGE a pocos meses de cumplir 78 años de edad–, al menos así sucedió en China desde diciembre del año pasado, donde hubo máximos de letalidad para los ancianos: 9,6 por ciento entre los septuagenarios, 16,6 por ciento entre los octogenarios, y del 19 por ciento en el caso de los nonagenarios. Alguien, con sarcástico humor y realismo puro, dijo: “es la ley de la vida que los ancianos mueran más pronto que los jóvenes”,  frase hecha.

En el aspecto económico mundial, antes de declararse la pandemia, los especialistas del tema proyectaban sus cálculos sobre una situación previa de ralentización económica, que se pensaba llegaría a una tasa de crecimiento del PIB que podría situarse en un rango menor del de años anteriores, del 6 por ciento.

 

 

Según las últimas previsiones oficiales de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) –el foro único en el que los gobiernos de 31 democracias y economías de mercado trabajan juntas para enfrentar los desafíos económicos, sociales y de gobernanza relacionados con la globalización, así como para aprovechar sus oportunidades–, publicadas el 2 de marzo del presente año, la epidemia del coronavirus restará medio punto porcentual al crecimiento de la economía mundial en 2020, que frenará así su expansión al 2,4 por ciento este año, cinco décimas menos que lo previsto en noviembre de 2019 por la propia OCDE. Previsión que, acota Tamames, ya resulta demasiado optimista por lo que estamos viendo desde el mes de febrero , por lo cual la OCDE ya ha cifrado un impacto de la pandemia actual que sería cuatro veces el que tuvo el SARS epidemia anterior–, en 2003. Un múltiplo a relacionar con el mayor protagonismo de China sobre lo que sucedía hace 17 años. En ese tiempo transcurrido, el PIB chino también se ha cuadruplicado: pasó de ser el 5 por ciento del PIB del planeta a casi el 20 por ciento. Crecimiento que muchos analistas internacionales (no economistas), señalaron, con insistencia, como algo anormal que las grandes potencias dejaron pasar volteando la vista hacia otro lado como si lo que estaba sucediendo no llegaría a tener consecuencias. En distintas ocasiones lo repetí, no solo en referencia a EUA y a la Unión Europea, sino directamente a lo que ha sucedido en México, donde los principales almacenes y tiendas nacionales se atiborraban de mercancías de origen chino. Y no de la mejor calidad.

También señala Tamames en la primera parte de su interesante ensayo otra muestra indudable de la desaceleración y temor a causa de la pandemia del Coronavirus: el precio del oro, que pasó de 1,200 euros en 2016, por onza de oro troy (de 31,1 gramos), a 1,518 euros el 15 de marzo de 2020, con un aumento, pues, del 26,5 por ciento. Ante la desconfianza por una coyuntura desfavorable, con la caída de los mercadlos bursátiles, se tiende a recurrir nuevamente al fetichismo del oro, que dijo John Maynard Keynes, recuerda el economista ibero.

En cuatro meses, desde el inicio de la pandemia, ésta ha afectado la economía mundial: caída de las bolsas, bajada de los precios del petróleo, la industria manufacturera, las exportaciones, casi todo el espectro, prácticamente todo. Con el pragmatismo necesario: si el gobierno chino adoptó medidas tan draconianas como sellar una ciudad como Wuhan, donde empezó el brote y que duplica la población de la ahora desafortunada Madrid,  puso en cuarentena a más de 50 millones de personas en varias regiones en su sistema productivo –lo mismo ha sucedido en EUA, y en un país completo como Italia–, y mantiene a buena parte de su fuerza laboral en casa, es que considera que la situación es más grave de lo que está dispuesta a reconocer.

En fin, Angel Talavera, economista jefe para Europa de Oxford Economics, da por descontada una caída del crecimiento: “Hemos rebajado la previsión de China del 6 al 5,4 por ciento para el año y, por tanto, para la Eurocopa y todas las demás regiones. Pero habrá que ver cuál es el impacto  en la actividad y sobre todo cuánto dura. No descarto un cisne negro, en el sentido de que sea una caída mucho más fuerte. No, no descarto nada” advierte. El problema va para largo. VALE.