Aún es pronto para fijar el día que se controlará la pandemia del Coronavirus, pero sin duda alguna será controlada, así como sucedió con las grandes epidemias del pasado: la peste negra, la peste bubónica o la muerte negra (Black Death), que devastó la Europa medieval entre 1345 y 1353, y la gripa española en 1918-1919, que pudo haber terminado con la vida de 100 millones de personas. Tal como sucedió en el Viejo Continente a finales de la Edad Media, o al término de la Primera Guerra Mundial, el conflicto que empezó en 1914 y finalizó cuatro años más tarde, la peste y la gripa dejaron profunda huella. Igual sucederá con el Covid-19 que en pocos meses ya ha dejado su marca en prácticamente todos los países del mundo, con países aislados, fronteras cerradas, suspendidos infinidad de vuelos aéreos y una economía internacional en desaceleración que puede empeorar aún más.
Ahora, como sucedió el 11 de septiembre de 2001, en la ciudad de Nueva York, EUA, cuando actos terroristas destruyeron las Torres Gemelas, la historia del mundo se dividió en un antes y un después, lo mismo harán los historiadores una vez que esta pandemia sea dominada.
Por fortuna para el mundo contemporáneo, los adelantos médicos y científicos hacen posible que el balance mortífero del Coronavirus ni remotamente se compare con la “muerte negra “ ni con la “gripe española”. De tal manera, Laurent-Henri Vignaud, historiador de ciencias de la Universidad de Borgoña, afirma: “Una epidemia siempre es un momento de prueba para una sociedad y una época…Pone en peligro los lazos sociales, desata una forma larvada de guerra civil en la que cada uno desconfía del vecino…La etapa en la que estamos da lugar a escenas grotescas en las que clientes de supermercados luchan por el últimos paquete de papel higiénico (como acaba de suceder en la ciudad de México donde todavía oficialmente no se reporta ni un muerto por el Covid-19)…Más trágicamente, en Italia, los médicos tienen que elegir entre salvar a un paciente u otro por falta de material, como en una situación de guerra”.
Estas enfermedades, de una u otra forma, han aparecido paralelamente con la existencia de la humanidad. De tal suerte, como explica Patrice Bourdelais, el historiador y demógrafo de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París: “Con la imposición de cuarentenas o la invención de métodos de desinfección, las grandes epidemias marcaron nuestro sistema de salud”. Todo esto propició que emergieran generaciones de médicos jóvenes especializados en virus. El paso del tiempo hizo lo demás.
A la ya larga historia de las epidemias o pandemias, o plagas —como usted guste—, que han diezmado a la humanidad, hay que agregar que en más de una ocasión los políticos (o gobernantes) le agregan su grano de arena para que el ser humano común y corriente aparezca como una impotente víctima que lo único que tiene para mantener su vida solo es eso: la existencia. Los sobrevivientes logran salvar el mal momento simple y llanamente por mera fortuna, por cuestiones del azar. No por la bonhomía de los gobernantes.
David Brooks, cuenta en una de sus más recientes columnas “American Curios”: “Plagas políticas”, lo siguiente: “El legendario periodista I.(sidor) F.(einstein) Stone repetía que todo estudiante de periodismo sólo necesitaba entender tres palabras: “todo gobierno miente”. Pero esas mentiras se pueden volver criminales cuando las consecuencias son vidas humanas, como es el caso en casi todas las guerras, las represiones masivas, las justificaciones de la inacción sobe el cambio climático, y por supuesto en crisis de salud pública”.
“Ver el manejo de la pandemia del coronavirus en el país más rico y poderoso del planeta en el régimen Trump es como ser testigo de un crimen masivo. Desde que se detectó el primer caso en enero, hasta la fecha, Trump y su gente han mentido sobre este fenómeno, buscando engañar a personas vulnerables dentro y fuerza de Estados Unidos, todo guiado por la siempre peligrosa mezcla explosiva de ignorancia y arrogancias, el manejo caótico de su equipo y sus familiares, el desprecio a las ciencias, y sobre todo el propósito supremo de evadir costos políticos. O sea, ha puesto en riesgo a millones por sus intereses personales y políticos”.
Y, agrega: “El coronavirus es tal vez el primer fenómeno con que se ha topado Trump durante sus presidencia, que es inmune a sus ataques por tuit, sus engaños, sus intentos para evadir responsabilidad y acusar a otros…acusó al llamado Covid-19 de ser un “virus extranjero”, y culpó a China y los países europeos del problema. Y aunque esta última semana fue obligado a declarar una “emergencia nacional”, y comprometerse a distribuir suficientes pruebas, las mentiras continúan”.
El caso de Trump no es único, hay algunos que pretenden hacer creer al pueblo que su “inmunidad fisiológica” contra el coronavirus se debe a que tiene “autoridad moral”. Como se dice en la península: “Yo no creo en las meigas, pero haberlas haylas”. (En gallego, meiga significa maga, bruja).
Mientras el coronavirus circula libremente por todo el planeta, casi todos los países ya están contaminados, la Unión Europea aprobó la primera medida en bloque contra la pandemia. Es decir, el Viejo Continente blinda su frontera exterior para evitar la propagación del virus en la zona Schengen. Así, la UE responde a un hecho palpable: el virus ha infectado a más de 155 mil personas en el continente, el número más grande del planeta, mayor que en China donde se contagiaron aproximadamente 82 mil personas.
El lunes 16 de marzo, declaró la jefa de la Comisión Europea (CE), Úrsula von der Leyen: “Mientras menos viajes, más podemos contener el virus. Por lo tanto, propongo a los jefes de Estado y de gobierno que introduzcan restricciones temporales a los viajes no esenciales hacia la UE…Estas restricciones deben estar vigentes por un periodo inicial de 30 días, pero pueden prolongarse según sea necesario”. El aval d dichos mandatarios ya lo recibió el martes 17, mediante una transmisión televisada.
El protocolo solo aplica para los 27 países miembros, no para las cuatro naciones no pretendientes a la UE, pero que se unen al bloque en el acuerdo de fronteras abiertas (Schengen). Aún así, Bruselas hizo un exhorto a los Estados europeos no asociados para que se sumen a las pautas preventivas propuestas, en particular a Irlanda que no es miembro del pacto, y a la Gran Bretaña, que abandonó la organización en enero último, aunque aún conserva algunas normas de la zona euro para términos comerciales.
Hasta el lunes, antes de la videoconferencia del martes 17, debido a las diferencias políticas y al avance de una ultraderecha euroescéptica, a la Unión le resultaba difícil encontrar una respuesta conjunta a la emergencia sanitaria, por lo que algunos países yaz habían impuesto controles unilaterales.
Por ejemplo Italia, la nación más afectada en Europa, con casi 28,000 casos de contagio y 2 mil 258 defunciones por el virus. A Roma se sumaron Francia, España, Alemania para aplicar medidas drásticas que no solo conminan a sus ciudadanos a una cuarentena obligatoria, sino que cerraron todas sus fronteras, decisión que pega a la política de libre tránsito vigente en la Unión Europea.
Sin embargo, los bienes de terceros países podrán seguir circulando con total libertad por el territorio europeo. Asimismo, la CE también instaura corredores prioritarios para que los transportistas europeos no se vean afectados por los controles fronterizos internos puestos en marcha por algunos Estados miembros como manera de evitar posibles daños al abastecimiento de productos básicos, incluido el material médico.
Este anuncio fue realizado tras una reunión con los países del G-7 (Alemania, Canadá, EUA, Francia, Italia, Japón y Reino Unido). Supone también un fuerte mensaje después de que Donald Trump decretó la semana anterior la prohibición de los vueles provenientes del espacio Schengen sin consultarlo con los socios europeos.
Por otra parte, ante la incapacidad de frenar el contagio del virus corona, el gobierno de Emmanuel Macron instó a los franceses a permanecer en casa salvo para acudir al médico, comprar alimentos y medicinas o al trabajo, aunque no los confinó en su domicilio particular como se ha dispuesto en España y en Italia.
Así, en una presentación televisada desde su oficina en el Elíseo, el presidente Macron lo repitió hasta en seis ocasiones, con tono grave y mirada fija en las cámaras: “Estamos en guerra”. Frase que sintetiza el discurso más solemne que se le ha escuchado al joven mandatario francés. Emmanuel Macron quiso transmitir a sus gobernados la idea de que su país, al igual que Europa enterara está en guerra contra el coronavirus: “Francia vive un momento muy difícil y no podemos asegurar cuánto va a durar”.
Algún día, cuanto esta pesadilla termine, se hablará de antes y después del “Coronavirus”. Casi playa bíblica. VALE.