El mismo día en que GEA-ISA y Gabinete de Comunicación Estratégica daban cuenta de la drástica caída de la popularidad de López Obrador, dos figuras cercanas al presidente salieron a minimizar la gravedad del Covid-19 y a defender la estrategia oficial para contener  la pandemia.

Una de ellas fue Ricardo Salinas Pliego, la otra, el gobernador del Puebla, Miguel Barbosa.

La más sorprendente y menos conocida fue la del empresario Ricardo Salinas Pliego.

El dueño de TV Azteca reunió a sus trabajadores y socios para decir que la “oposición fifí” está aprovechando la epidemia de Coronavirus para pegarle al presidente. Dio a entender que ciertos empresarios están presionando al gobierno para que endurezca las medidas de aislamiento para parar la economía y tirar a López Obrador.

¿Quiénes son esos empresarios? Los que hoy critican el cierre de la planta cervecera Constellation Brands a partir de una consulta ilegal y manipulada?

¿Quiénes exigen al gobierno tomar medidas urgentes para evitar que siga cayendo la inversión y el empleo?

Lo que nos dejó ver Salinas Pliego con su discurso es que el presidente ha comenzado a darse cuenta de  que la emergencia sanitaria, sumada a  la crisis económica, está por convertirse en un terremoto social y necesita señalar culpables para salvarse.

Lo que no ve, ni verá, o aceptará el presidente es que el único autor de su ruina, es él. Las encuestas realizada por las dos casa encuestadoras, arriba mencionada, los muestran con toda claridad.

De acuerdo al Grupo de Economistas y Asociados (GEA-ISA) en los últimos tres meses la aprobación de AMLO pasó del 57 al 47 por ciento, y el porcentaje de ciudadanos que respaldaban incondicionalmente al presidente se redujo a la mitad.

El responsable de su caída no es, evidentemente,  la “oposición fifí” –como quiere hacerlo creer–, sino lo que ha hecho, dicho y dejado de hacer desde que llegó al gobierno y que hoy –en medio de la tormenta–  ya no se le perdona.

La pandemia del COVID-19 se ha convertido en el principal juez y verdugo de López Obrador. El menosprecio a una epidemia que ha matado a miles de seres humanos en el mundo y de la que se ha burlado mostrando estampas religiosas y escapularios, ha puesto por los suelos la confianza en su gobierno.

Vea usted lo que dice el Gabinete de Comunicación Estratégica: Para el 68.5 por ciento de los encuestados las autoridades de salud no están preparadas para enfrentar la pandemia.

El 42.4 por ciento considera que el gobierno minimiza la gravedad del COVID-19 y para el 54.6 por ciento las autoridades no tienen la situación bajo control.

Lo que nos están diciendo esos números es que el Coronavirus ya inoculó y tal vez para siempre la credibilidad en el régimen de la Cuarta Transformación.

La percepción que hoy tiene la sociedad es que, por razones políticas, para evitar que caiga más la popularidad del presidente, se está ocultando el verdadero número de infectados. Si esto es cierto y se sale de control la epidemia, los ciudadanos van a tomar por la fuerza Palacio Nacional.

Tal vez eso es lo que trae inquieto a su inquilino.

Alguien me dijo: “Cuando se empiecen a enfermar los familiares de los fanáticos lopezobradoristas y no encuentren camas, medicinas ni  ventiladores, vendrá el peor de los sentimientos en política: el rencor”.

Por cierto y solo como conclusión. La emergencia nacional ha despertado la unidad entre los mexicanos. Decir que el Coronavirus sólo infecta a los ricos o que hay una “Oposición fifí” ya sólo funciona entre quien han hecho del oportunismo un modus vivendi.