Tedros Adhanom Ghebreyesus, el médico etíope director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el funcionario internacional que hace pocas semanas era un perfecto desconocido fuera de su país y que ahora es quizás el personaje más presentado día y noche por todos los medios de comunicación del planeta, con cara de angustia y desesperación, poco antes de comenzar el mes de marzo reiteró ante las cámaras de televisión en Ginebra, Suiza: “Aún estamos a tiempo… esta es la ventana de oportunidad porque el virus no conoce fronteras. No distingue entre razas y etnias. No tiene en cuenta el PIB o el nivel de desarrollo de un país”. El funcionario internacional se dirigía a todo el mundo, especialmente a los últimos países que han engrosado la lista de los afectados por el Coronavirus. Ya sumaban 68 naciones, cuando este reportaje aparezca seguramente será más de 70. Ya se encuentra en todos los continentes, solo los polos están exentos.
En el momento de escribir esta Isagoge China sumaba 79 mil 826 infectados y 2 mil 761 muertos. En el resto del mundo, había 89 mil 71 enfermos y los fallecidos sumaban 3 mil 44. Cifras que varían de un momento a otro, y nadie sabe cuando dejarán de crecer.
Los últimos en reportar infectados fueron República Dominicana y la República Checa. Fuera de China, el país más afectado es Italia que en solo 24 horas aumentaron 528 los casos positivos de la cepa, con lo que alcanzaron mil 694 personas y el número de muertos se elevó a 34.

El jueves 27 de febrero, el miedo al COVID-19 se extendió en las Bolsas de todo el planeta, en una sesión en la que se hizo evidente la psicosis vendedora. Los inversores temen que el impacto sobre la economía sea mayor de lo que inicialmente se planeó. Explican los expertos: “Hace una semana los mercados ponían en precio que el coronavirus iba a representar un impacto leve y pasajero en las economías y en las empresas, ahora, sin embargo, empiezan a poner en precio un impacto mayor y más duradero. Además, por la caída fuerte de la Bolsa estadounidense de los últimos días, los efectos se prevén más globales y no necesariamente centrados en Asia y Europa”.
El equipo de análisis de Abante, considera un escenario entre evitar el alarmismo y no subestimar el riesgo. Claro está que el equilibrio no es fácil. Su estudio dice: “No sabemos cuál va a ser el recorrido del Covid-19. Es muy probable que el contagio se incremente durante los próximos días y semanas y nos asustemos con las medidas contundentes de contención que se aplicarán en los países desarrollados. Sin embargo, nuestro escenario base sigue siendo que el virus terminará cediendo y que el impacto sobre la economía, aunque evidente en la primera parte del año, desaparecerá después”.
De tal suerte, por ejemplo, el Bank of America, optó el mismo jueves 27 de febrero, por revisar a la baja sus previsiones de crecimiento de la zona del euro para este año, desde 1 por ciento hasta el 0,6 por ciento. Así las cosas, las Bolsas de los países desarrollados experimentaron un auténtico hundimiento durante la última semana de febrero. Se trató de la mayor caída acumulativa desde la crisis económica de 2008 y, en todo caso, uno de los mayores colapsos de la historia. La causa sobra explicarla: evidentemente el miedo al coronavirus que está paralizando a casi todas las principales economías del globo.
En tales circunstancias, Italia, la tercera economía más grande de la eurozona, que estaba al borde de la recesión antes de que el virus les afectara, necesita una “terapia de choque”, afirmó el domingo 1 de marzo Giuseppe Conte, primer ministro italiano en una entrevista al periódico Il Fatto Quotidiano (El hecho diario). Lo que supone que Italia inyectará 3,600 millones de su economía para mitigar el impacto del mayor brote de coronavirus en un país de la Unión Europea. A su vez, Roberto Gualtieri, ministro de Economía italiano, informó que el gobierno extenderá créditos créditos fiscales para las empresas que reportaron una caída de 25 por ciento en sus ingresos, así como recortes de impuestos y efectivo adicional para el sistema de salud. Este paquete de medidas representará 0,2 por ciento del PIB, y se sumará a las medidas por valor de 900 millones de euros presentadas el 28 de febrero para las regiones más afectadas del país. Italia, como ya se informó, es la nación más afectada de Europa y se ha convertido en un difusor de contagios por el continente y en América. El norte del país es la que registra mayor número de afectados aunque ya se extendió a las regiones de Toscana, Liguria y la isla de Sicilia.
Aunque todavía hay gobernantes, de cuyos nombres más vale hacer mutis, que prácticamente hacen burla de que el Coronavirus no “sea tan letal” como han surgido otros, la realidad es que casi todo mundo ha tomado con seriedad los anuncios de la OMS. Así, cada país, de acuerdo a su infraestructura sanitaria se protege de las propagación del virus con cuarentenas y limpieza. Equipos sanitarios limpian todo lo que pueden, desde monedas hasta autobuses y ferrocarriles. Varias bases militares se han declarado en alerta máxima y se han declarado cuarentenas en lugares que van desde un centro turístico frente al mar en el Atlántico, hasta una exótica isla remota en el Pacífico, todo lo que se pueda en la lucha para contener un virus de rápida propagación. Mientras tanto, las preocupaciones sobre las consecuencias económicas por la crecientes crisis del virus se multiplican con el cierre de fábricas y la suspensión de rutas comerciales y de turismo –terrestres y aéreas–, amén de otros daños colaterales.
Las reacciones son de todo tipo, de acuerdo a las posibilidades de cada quien. En Corea del Sur, por ejemplo, operarios han desinfectado autobuses públicos, mientras en China los bancos hicieron lo propio con el papel moneda empleando aparatos de rayos ultravioleta. En Alemania las autoridades médicas recomiendan como estornudar y en Estados Unidos de América los médicos anunciaron un ensayo clínico de un posible tratamiento para el coronavirus.

Como suele suceder en los famosos laboratorios de investigación médica de EUA, el 24 de febrero salió un primer lote de Moderna Inc, en Massachusetts. Su nombre es mRNA-1273, destinado a las instalaciones del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAD). El producto es la primera sustancia candidata a ser una vacuna contra el virus SARS-co V-2. En el NIAD se realizarán los primeros ensayos clínicos con el medicamento. Fase 1, aún lejos de que se convierta en una vacuna en el mercado.
Mientras los científicos dan con la clave correcta, un grupo de expertos del Centro de Investigación de Vacunas de EUA y de la Universidad de Texas en Austin, descifró la estructura “de la proteína espinal de la superficie del virus, responsable de que el microorganismo pueda fusionarse con las células que infecta…su virtud reside en ser capaz de actuar sobre la proteína espiral (Spike) en una fase previa a la fusión celular”. En cristiano: “una vacuna es como un maestro que enseña a nuestro sistema inmunitario a defenderse de los agresores”. El producto de Moderna utiliza la estructura recién descubierta de la proteína espiral para provocar en el cuerpo una reacción inmunitaria que bloquea la fusión celular. Poco después de este anuncio, otra compañía, llamada Novamax, con domicilio en Maryland, anunció haber realizado muchos avances en otra sustancia probada en animales, con el propósito de hacer ensayos clínicos con ella a fines de la próxima primavera.
Como resultado de estos anuncios, las acciones de ambas compañías tuvieron una espectacular subida en la Bolsa a finales de semana. La competencia ya empezó y el que llegue primero a la meta habrá realizado uno de los negocios más grandes de su historia. Pero no son los únicos, un grupo de investigadores israelíes anunció que en cuestión de pocas semanas tendrán disponible su propia vacuna contra el COVID-19. Los científicos de Eretz Israel aseguran ser capaces de tener disponible el medicamento en 90 días. Por bien de todo mundo, ojalá los tres grupos perfeccionen su vacuna.
Mientras son peras o manzanas, hay un aspecto del problema que casi no se ha tratado en los medios: el de los derechos humanos en las zonas afectadas, sobre todo en China. El escritor y activista uruguayo, Raúl Zibechi, publicó un análisis interesante titulado “Contravirus: la militarización de las crisis”, del que citamos una líneas: “Las ciudades de China parecen lugares fantasmas, al punto que en Wuhan casi no encuentran personas en las calles… Es necesario insistir en que el miedo está circulando a mayor velocidad que el coronavirus… Lo habitual en la historia ha sido poner en cuarentena a personas infectadas, pero nunca se ha aislado de este modo a millones de personas sanas. El médico y académico del Instituto de Salud Global de la University College London, Vageesh Jain, se pregunta: “¿Se justifica una respuesta tan drástica? ¿Qué pasa con los derechos de las personas sanas?”. VALE.

