En los tiempos del Coronavirus, tanto en Estados Unidos de América (EUA) como en el resto del mundo, nada es predecible. Lo único seguro es que si no se toman medidas para evitar la propagación del COVID-19,  la aún no declarada pandemia, ésta será incontrolable. Pese a las baladronadas de Donald Trump, en el momento de escribir este reportaje, el virus ya se encontraba en 38 entidades de la Unión Americana: con 472 afectados y 19 muertos, más los que se agreguen antes de ponerle punto final.

Con los resultados del supermartes —3 de marzo— en las manos, la lucha en busca de la postulación del Partido Demócrata para la presidencia de EUA, de la veintena de precandidatos que se iniciaron en la justa, el número se redujo a dos solamente, el símbolo del viejo régimen Joseph Robinette “Joe” Biden Jr., (el 47o. Vicepresidente de EUA, bajo el régimen del presidente Barack Hussein Obama, desde el 20 de enero de 2009 hasta el 20 de enero de 2017, que nació el 20 de enero de 1942, en Scranton, Pensilvania), y el “insurgente”, casi de la misma edad que su competidor, el senador Bernard “Bernie” Sanders: 8 de septiembre de 1941, Brooklyn, Nueva York. Ambos personajes anteriormente ya han buscado la postulación presidencial por el Partido Demócrata.

Los resultados finales del 3 de marzo —el supermartes—, se caracterizaron por el peso del establishment a favor del ex vicepresidente Joe Biden. De los 14 estados en contienda, el compañero de fórmula del primer presidente afroamericano estadounidense, Barack Obama, ganó diez, incluyendo Texas, Minnesota, Maine y Massachusetts. En esos tres inició perdiendo. Después de ese día, Biden cuanta ya con 433 delegados.

Bernie Sanders, por su parte, solo ganó cuatro estados, incluyendo el mayor de todos, California. Suma ya 388 delegados. Seguido por Elizabeth Warren, 36 delegados y, al último lugar, el multimillonario Michael Bloomberg, ex alcalde de Nueva York, con solo 12 delegados, pese a haber invertido casi 600 millones de dólares en anuncios por televisión. Al final de la jornada, Bloomberg abandonó la contienda.

Pese a la importancia de los resultados del 3 de marzo, la lucha demócrata aún está lejos de haber terminado. Por lo mismo, una vez que Sanders supo que su liderato en las primarias de los días anteriores se desvanecía, desde el día siguiente enfocó su campaña en contra de Biden, criticando su historial en el comercio, la seguridad social y la recaudación de fondos. Lo que significa,  en pocas palabras, que la nominación demócrata se reduce a un combate entre dos varones casi octogenarios. Uno de ellos tendrá el derecho de enfrentarse al presidente republicano Donald Trump, de 73 años, en el mes de noviembre próximo. Es extraño que el país más poderoso militarmente hablando de la Tierra, será dirigido por lo menos en el próximo periodo presidencial —2021-2024–, por un anciano mandatario mayor de 70 años de edad. ¿Dónde están los jóvenes políticos estadounidenses?

Para el día 10 de marzo, cuando escribo esta colaboración —el llamado Mini Supermartes, jornada electoral en las primarias de otros seis estados de la Unión Americana—, Joe Biden aventaja con 20% a Bernie Sanders en la preferencia del voto en Michigan, estado clave que representa 125 delegados.

Estas votaciones se llevarían a cabo también en Missouri, con 68 delegados, Washington, 89, Dakota del Norte, 14, Mississipi 36 y Idaho 20. Los resultados podrían definir la contienda del Partido Demócrata para dilucidar quién será el abanderado para los comicios presidenciales de noviembre. Los primeros datos nocturnos que pude esperar antes del envío de esta colaboración indicaban que  Biden se impuso en Misouri y en Mississipi. Tres de cada cuatro votaron por el ex vicepresidente. Sobre todo, negros, creyentes y votantes de último momento. Sin embargo, nada sería definitivo hasta tener la votación totalmente contabilizada.

Antes de terminar la jornada, el periódico Detroit Free Press de Michigan, estado clave del Mini-Supermartes, informó en una encuesta que Biden aventajaba a Sanders por 24 puntos. El 51% de los electores votaría por el ex vicepresidente y un 27% por el senador de Vermont. Hasta el momento, Biden encabeza el conteo de delegados con 670 ante los 574 de Sanders. No hay que olvidar que para alcanzar la nominación final en la Convención Demócrata de julio en Milwaukee, se necesitan 1,091 delegados.

Mientras tanto, lo cierto es que en el Supermartes, Joe Biden llevó a cabo una resurrección política de dimensiones épicas. En cinco días, el ex vicepresidente con Obama, pasó de ser un cadáver político —sin votantes, sin dinero, sin discurso—, a transformarse en el líder de la carrera demócrata, convirtiéndose en el centro del PD frente al izquierdista senador por Vermont Bernie Sanders, ídolo de buena parte de la juventud estadounidense.

El rival de Biden no era Sanders, sino Michael Bloomberg, el multimillonario empresario de los medios de comunicación, que entre sus posesiones cuenta con una empresa especializada en campañas electorales que se llama Hawkfish, que en castellano se traduce como Pez Halcón. Esta compañía tiene 270 empleados y un solo cliente: la campaña electoral de su propietario, el propio Michael Bloomberg, que ahora que abandona la campaña, bien podría agregarse a la campaña de Biden, no por capricho de nadie, sino porque el propio ex alcalde neoyorquino declaró que así lo haría. Al declinar en sus propósitos anunció: “Siempre creí que batir a Trump empieza con la unidad detrás de un candidato que tenga la mejor oportunidad de derrotarlo. Tras la votación de ayer está claro que ese candidato es mi amigo Joe Biden”.

Otros políticos demócratas piensan lo mismo, como el legislador Charlie Crist que declaró al periódico The Hill lo siguiente: “Es un gran cambio radical. Son las primeras señales de lo que esperábamos, un cortafuegos contra Bernie”, y predijo que Biden se llevará la nominación.

A su vez, el senador Sanders, a quien de ninguna forma puede darse por derrotado, pues en política nada está hecho hasta que se hace, ha optado por la conciliación y aceptó el desafío de competir con un Biden reforzado no con ataques a la manera del vulgar Donald Trump, sino con argumentos en los que puedan contrastar sus agendas. Las palabras del senador lo dejan más que claro: “Joe Biden es alguien que conozco desde hace muchos años. Me gusta Joe, creo que es un ser humano muy decente. Joe y yo tenemos una visión muy diferente para el futuro de este país. Joe y yo estamos llevando a cabo campañas muy diferentes y espero que en los próximos meses podamos debatir”.

La decisión de Bloomberg de poner a Hawkfish y sus enromes recursos económicos —se calcula que tiene un patrimonio de 60,000 millones de dólares—, al servicio de Biden no es una baba de perico. Explica: “Entré en la campaña de la Presidencia para derrotar a Donald Trump. Hoy abandono la campaña por la misma razón: para mí es claro que permanecer haría ese objetivo más difícil”. Aunque el magnate —muy diferente al mendaz sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca—, jamás se ha caracterizado por su humildad, hace una profesión de principios en su texto de renuncia, al proclamar: “Tengo muy claro mi objetivo supremo: la victoria en noviembre. No mi victoria, sino la de mi país”.

Es significativo el hecho de que Bloomberg continúe operando con una campaña paralela a la de Biden. Aunque ya está claro que el dinero, por más abundante que sea, no es significativo para ganar elecciones. Hawkfish no evitó que Bloomberg se retirara de la liza electoral sin ganar ni una primaria. Los 559 millones que gastó el ex alcalde solo en anuncios de televisión y en la Internet apenas le permitieron alcanzar en el Supermartes, 50 delegados de los 1,112 que habían sido ya distribuidos entre los aspirantes. Es un resultados catastrófico. Bloomberg gastó más que todos los otros juntos y quedó en cuarto lugar en delegados, hasta de Elizabeth Warren la otra líder de izquierda que contaba con 53.

De tal suerte, el contraste todavía es mayor porque la seña más distintiva de la campaña de Biden ha sido la falta de dinero. Incluso Sanders ha reunido más. Biden ha ganado por el voto útil. No tiene carisma. Se le ve envejecido y sin recursos económicos. Pero,  ya se sabe, el dinero no resuelve los problemas fundamentales, solo quita lo nervioso. Sin duda, Biden seguirá sudando en lo que resta de campaña.

En fin, dicen los analistas, es improbable que aunque el ex vicepresidente gane la nominación, pueda conseguir la mayoría absoluta de los delegados en la Convención Demócrata que tendrá lugar en el mes de julio en Milwuakee, en el estado de Wisconsin. Y si Bernie pudiera darle vuelta a la situación y terminara por imponerse, tampoco contará con la mayoría de los delegados. Lo que augura una Convención caótica, dividida entre dos bandos irreconciliables y muy diferentes, sobre todo desde el punto de vista de la edad. Los menores de 25 años están mayoritariamente con Sanders. Los mayores de 50, con Biden. ¿Y Trump?, muy contento. Mientras más divididos estén sus adversarios mayores posibilidades tiene de ganar la reelección. Lo mejor, es que “esto no se acaba hasta que se acaba”, como decía en inglés el famoso Yogi Berra: “This doesn ´t end until it ´s over”. VALE.