En esta última semana del mes se publican datos relevantes sobre la economía mexicana entre los que destacan por un lado el Índice Global de la Actividad Económica (IGAE) y el Producto Interno Bruto (PIB); y por el otro, el bienestar auto reportado, mejor conocido como bienestar subjetivo. ¿Qué esperar del IGAE y el PIB y qué relación tienen con el bienestar subjetivo?

 En el caso del IGAE y del PIB ya mucho se ha escrito: del primero sobre los crecimientos negativos de los últimos diez meses del 2019; y del segundo, acerca de la caída en 0.1 por ciento de la economía. En pocas palabras, indica que nuestra riqueza no creció; o bien, que no produjimos más bienes y servicios para satisfacer nuestras necesidades. En fin, sería lógico concluir que, ante un mal 2019, el bienestar o la satisfacción de la ciudadanía va en la misma dirección, ¿cómo saber si se cumple esta premisa?

El bienestar subjetivo es un proyecto de INEGI que nace del enfoque de la Medición del Progreso de las Sociedades y que encuentra como referente el Índice para una Vida Mejor de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que, además de variables monetarias, toma en cuenta aspectos de vivienda, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso social, salud, satisfacción, seguridad y balance vida-trabajo.

Es subjetivo porque rescata las experiencias de vida en primera persona entendiendo que, sí el desarrollo es hacer que las personas vivan mejor, entonces es necesario medir cómo están experimentando su vida. El bienestar subjetivo se compone de cuatro aspectos: satisfacción con la vida, eudaimonia (sentido de plenitud), balance afectivo y dominios específicos de satisfacción que incluye la satisfacción personal en los dominios de relaciones personales, ocupación, vivienda, salud, logros en la vida, vecindario, tiempo libre y seguridad.

En los últimos seis años, con información del primer mes de cada trimestre, nuestra satisfacción con el nivel de vida que tenemos ha mejorado consistentemente. En una escala de 0 a 10, en julio 2013 se registró un nivel de 7.7 y en julio 2019 alcanzó 8.3. Destaca que los hombres están ligeramente más satisfechos que las mujeres y que conforme avanza la edad se está menos satisfecho con la vida.

Por otro lado, los sentimientos de libertad, el valor de la vida y el sentirse afortunado son aquellos con los que nos identificamos más en comparación con la religión, los logros cotidianos y la capacidad de reponerse ante lo negativo. Asimismo, los balances afectivos están mejor puntuados en las categorías de concentración y alegría en comparación con la tranquilidad y la energía y vitalidad.

El comparativo de la satisfacción por dominios muestra cómo partimos del 7.6 en julio 2013 para alcanzar 8.3 en enero 2019 y bajar a 8.1 en el último dato observado. Los datos del crecimiento económico muestran, de forma no concluyente, coincidencias con el desempeño de nuestra satisfacción y de ser así, podríamos advertir que para el cierre de 2019 y enero de 2020, éste disminuya ligeramente.

Al comparar la medición de julio 2013 con la de julio 2019, se identifican mejorías en diez de los once aspectos que explican una mayor complacencia, el único retroceso se da en la satisfacción con el país.

Asimismo, se advierte que las mayores satisfacciones se asocian con las relaciones personales y con la actividad u ocupación; por el contrario, hay menos satisfacción con la seguridad ciudadana y la situación del país.

La evolución de ambos cálculos, crecimiento económico y satisfacción por la vida, indican que existen relaciones considerables entre los indicadores macroeconómicos clásicos y las mediciones microeconómicas subjetivas en las que tarde o temprano irán en la misma dirección. Lo cierto es que las desigualdades regionales y de ingreso en México aun siguen siendo una limitante para detonar un mayor crecimiento acompañado de un mayor desarrollo económico y, por ende, una sensación más favorable en torno a la felicidad por la vida.