El presidente pidió una tregua a sus críticos y adversarios mientras se supera la emergencia sanitaria. “Bajen una rayita a la crítica en mi contra”, dijo. “La patria es primero”.
El problema es que no se puede otorgar una tregua a quien declara todos los días la guerra y se ha convertido en el principal enemigo de la patria.
Se han hecho múltiples lecturas sobre la visita que hizo López Obrador a la señora María Consuelo Loera, madre del narcotraficante Joaquín, el Chapo, Guzmán, pero lo que no se ha dicho es que por segunda ocasión el presidente de la república pone de rodillas al Estado mexicano ante el crimen organizado.
La primera, –y no se sabe si hay otras más–, sucedió el jueves 17 de octubre de 2019 cuando el Ejecutivo federal obligó a las Fuerzas Armadas a liberar a Ovidio Guzmán López, hijo del Chapo, aparentemente porque el Cártel de Sinaloa amenazó con sembrara el terror en Culiacán.
Aparentemente porque el ocultamiento de información ha provocado que tengan fuerza otras versiones.
Para México, la relación entre López Obrador y una de las organizaciones criminales más sanguinarias y poderosas del país constituye un misterio. Pero, después de la liberación de Ovidio, del trato familiar que da el presidente a Consuelo Loera –“TE saludo, no TE bajes. Ya recibí TU carta”–, y de la conducta permisiva que tiene el abogado José Luis González Meza hacia el mandatario federal, nos queda claro que la cercanía entre ambas partes viene de lejos.
José Luis González Meza es, además de abogado y vocero de la familia del Chapo Guzmán, es autor de un libro que conmovió a la opinión pública del país en medio del proceso electoral de 1987. La obra se titula Un Asesino en la Presidencia donde el autor cuenta cómo Carlos Salinas de Gortari de seis años y su hermano Raúl de tres, matan a la sirvienta jugando con un rifle 22.
En ese entonces, AMLO todavía pertenecía al PRI y formaba parte de la Corriente Democrática que estaba en contra de la candidatura de Carlos Salinas. No se sabe si desde entonces AMLO y el abogado González Meza se conocían, pero lo cierto es que este personaje oscuro, que hoy está a cargo de la defensa del Chapo, escribió un libro para descarrilar la candidatura de un adversario común.
El video donde se ve al presidente mexicano saludar a la madre del líder de una de las organizaciones de tráfico de drogas más poderosa del mundo, provocó indignación y repulsión en el planeta por una razón simple: constituye una ofensa a la humanidad, a la razón y a los fundamentos de la justicia.
Esa imagen va a quedar grabada en la memoria de la infamia. Es la prueba de que México, como nación, ha sido derrotada por el crimen. De que las Fuerzas Armas de México han sido humilladas por su mismo Comandante en Jefe. Y de que ha sido pulverizada la fuerza moral de todas y cada una de las instituciones.
¿Qué país, qué organismo internacional, puede llegar a tener confianza en un gobierno que se permite dar señales de que cede y entrega las llaves del Estado al crimen organizado?
Falta que el presidente de a los mexicanos una explicación de un hecho que no tiene nombre. Y no lo tiene porque fue a poner a México de rodillas.
Es inevitable interpretar los acontecimientos al margen de un contexto nacional e internacional marcado por una crisis sanitaria y financiera que ha puesto al mundo, pero sobre todo a México, de cabeza.
AMLO llega al corazón del territorio dominado por el Cartel de Sinaloa en un momento en que su gobierno tiene las arcas vacías, en medio de una epidemia que puede provocar miles de muertos, con la credibilidad y prestigio dañados por no saber gobernar, con un gabinete de inexpertos enfrenados entre sí, pero sobre todo, cuando acusa a sus adversarios de estar fraguando en su contra un golpe de Estado.
¿A qué fue? ¿A pedir ayuda? Es una simple pregunta.