El tiempo que ahora tenemos de más, nos lleva, cuando no leemos o escribimos, a realizar un ejercicio de memoria, no porque uno se proponga recordar, sino que al buscar que releer, encuentra títulos que leyó en la lejana adolescencia o juventud y de repente se agolpan los recuerdos.
Quienes nacieron una década después de la Segunda Guerra Mundial, han sido una generación que vivió momentos difíciles y transformó su entorno, sin duda con costo de vidas debido a la persecución del régimen. Esto en el aspecto de la vida político–democrática.
En el aspecto económico, varias veces fue despojada de su acumulación de capital, y no me refiero a grandes fortunas, solo la adquisición de una casa, un automóvil, pequeños ahorros, posibilidad de comer y vestir bien, viajar. Para un dogmático sería un “pequeño burgués”. Otros lo situarían como un ascenso social a las clases medias o en sentido llano: vivir mejor.
La transformación de un México rural a uno urbano y la industrialización del país, con los excedentes financieros del campo, produjo un éxodo descontrolado del campo hacia las urbes, y su hacinamiento en cinturones de miseria. Estos nuevos asentamientos, carecían de los servicios básicos: luz, agua, drenaje, caminos, transportes, escuelas, clínicas y se los fueron arrancando a los gobiernos intercambiándolos por un clientelismo político que a su vez perpetuaba al régimen.
Pero la realidad, siempre la realidad, los bajos salarios y el asfixiante control de la clase obrera, terminó por manifestarse con grandes movientes que reclamaban no solo mejores salarios, sino mejores condiciones de vida. Y los maestros, los petroleros, los telegrafistas y otros gremios fueron reprimidos salvajemente. Luego les tocó a los Médicos y a los estudiantes. La respuesta brutal fue la misma. Entonces los jóvenes y los luchadores sociales tomaron las armas y se concretaron guerrillas rurales y urbanas, que fueron exterminadas. El germen, estaba ahí y las luchas pacíficas lograron abrir los cauces democráticos que hoy disfrutábamos. Esta batalla transformadora es de nuestra generación.
En el ámbito económico, los mexicanos han sido sistemáticamente atracados por gobiernos que olvidan, que el centro de las políticas públicas, es el hombre, no el interés cortoplacistas del gobernante en turno. Un recuento, sin pretender exhaustivo nos lleva a recordar la devaluación del peso en la semana santa del 1952, las de 1972, 1976, 1982, 1988 y 1994. Algunas acompañadas con inflaciones de tres dígitos, congelación de salarios, liberación de precios y alzas en las tasas de interés, que produjo que se perdieran hipotecas, vehículos, y un largo etcétera.
En este lapso de tiempo, nuestra generación, ha sufrido también embates de fenómenos naturales, como los temblores del 57, 85 y 2017, adicionalmente, a los huracanes que cada año, nos golpean. Por eso se afirma que es una generación heroica. Hemos sabido vencer las tragedias naturales y económico – financieras, así como transformar nuestro sistema político, a pesar de tener todo en contra.
Ahora enfrentamos a uno de los caballos del apocalipsis, la peste. Somos considerados población de riesgo. Algunos -no los mejores- forman parte de actual gobierno. Las medidas para enfrentarlas con nuestra experiencia y conocimiento nos parecen inadecuadas, fuera de tiempo, frívolas y burlonas de las creencias religiosas de nuestro pueblo. La ciencia médica, avanza a pasos agigantados y esperemos que un corto plazo, esta pandemia pierda su alta mortalidad.
Lo que más preocupa a los mexicanos todos, es el rumbo de la economía. El año pasado no crecimos. Este seguramente tampoco y el próximo se ve muy negro. La conducción de la economía nuevamente regresó a Palacio Nacional y el actual detentador del poder, no parece tener prendas intelectuales para esas tareas. Confiemos en los jóvenes, o acaso tendremos nuestra generación como el Cid Campeador salir a dar la última batalla, por nuestros nietos, nuestros, hijos, nuestro México.