Algo extraño sucede en Brasil, y no solo por el ataque de la pandemia en curso. Que el Covid-19 se haya extendido por casi toda la Tierra pone nerviosos no solo a los brasileños sino a los habitantes del mundo. Como antaño, las iglesias hacen sentir su peso en tanto la ciencia encuentra la vacuna para acabar con el virus. El presidente de la República Federativa de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, el evangélico ultraderechista que tomó el poder desde el 1 de enero de 2019 en la ex colonia portuguesa, el sábado 4 de abril invitó a un ayuno religioso nacional para que el país «supere la crisis provocada por el virus que ya ha causado en el enorme país sudamericano alrededor de mil 924 muertos y sobrepasa los 30,425 infectados». Bolsonaro y varios obispos evangélicos invitaron al pueblo brasileño a la « mayor campaña de ayuno y oración vista en la historia de Brasil».

Jair Bolsonaro, el capitán brasileño que nació el 21 de marzo de 1955 en el Estado de São Paulo, que pasó buena parte de su vida como diputado federal en siete ocasiones, ha conmocionado a los expertos en salud del planeta al minimizar constantemente la gravedad de la pandemia, calificando al Covid-19 de «una gripita» exagerada por los medios de comunicación y sus adversarios políticos. Lo cierto es que desde que ascendió a la presidencia, ya son innumerables sus enfrentamientos no solo contra la izquierda, sino contra todo ser viviente, cercanos y lejanos. Un émulo de Donald Trump al que ha tomado como ejemplo del “mejor gobernante de la Tierra”.

Por ejemplo, en el primer sábado de abril, durante una reunión de emergencia en el Palacio de Alvorada de Brasilia, para resolver una disputa con el ministro de Salud, Luis Henrique Mandetta, quien se opuso públicamente a los llamamientos del mandatario para aflojar las restricciones de cuarentena para los 210 millones de habitantes de Brasil, Bolsonaro se encontró aislado.

 

 

El aislamiento de Bolsonaro dentro de su propio gabinete no debe sorprender a nadie. Poco antes de que destituyera a Mandetta, el ex presidente Luis Inacio Lula Da Silva comparó el desempeño del ex capitán evangélico con el comandante del Titanic, quien mientras el famoso trasatlántico se hundía, él fingía que nada pasaba.

Con Mandetta firme en su postura para conducir la lucha contra la pandemia, aún los colaboradores más cercanos a Jair Bolsonaro no apoyaron su plan de relajar las reglas del  coronavirus para mantener la economía en marcha. Esto aún después de que Trump diera marcha atrás en su propio escepticismo sobre el brote. Incluso, pese a que otros ministros de alto rango, como el de Justicia, Sergio Moro —el que ordenó el encarcelamiento de Lula—, se pusieron del lado de Mandetta en el imperativo de reforzar el distanciamiento social y anteponer la crisis de salud pública a las preocupaciones sobre la paralización de la economía.  Además, los principales mandos militares, que hasta ahora no habían criticado ni defendido públicamente a Bolsonaro, saltaron en defensa de Mandetta.

En las últimas semanas, Bolsonaro y Mandetta habían expresado públicamente sus divergencias sobre el alcance y extensión de las medidas de confinamiento social para enfrentar la epidemia. Lo inevitable sucedió. Mandetta escribió en su cuenta de Twitter: « Acabo de escuchar del presidente Jair Bolsonaro el aviso de mi renuncia al Ministerio de Salud ». Fin de la historia. En su lugar fue nombrado el oncólogo Nelson Teich, de larga carrera en la salud privada. Versiones periodísticas aseguran que Teich es ejecutivo de Teich Health Care, consultora privada de servicios médicos.

Así las cosas, el lunes 20 de abril, Bolsonaro expuso la esperanza  que las medidas de aislamiento decididas por varios gobernadores para evitar la propagación de la Covid-19 fueran levantadas esta misma semana pese a que la pandemia, según el nuevo ministro de Salud, se encamina hacia su crecimiento más alto en el país.

 

 

Al salir de su residencia en Brasilia, Bolsonaro dijo: «Espero que esta sea la última semana de esa cuarentena, para combatir el virus, con todo el mundo en su casa. La masa no tiene como permanecer en su domicilio con la nevera vacia”.

Después del reemplazo del ministro de Salud, que era favorable a las medidas de aislamiento vigentes en los principales estados del país como Sao Paulo y Rio de Janeiro, Bolsonaro está convencido de que «esas medidas restrictivas son en  algunos estados excesivas y no alcanzaron su objetivo. Aproximadamente 70 por ciento de la población se va a contagiar, no tiene sentido querer huir de eso».

En el momento de escribir esta ISAGOGE, las cifras que registra Brasil sobre la pandemia son las siguientes: 38 mil 654 infectados y 2 mil 462 muertos, de acuerdo con datos oficiales que los expertos consideran de 12 a 15 veces inferiores al escenario real, debido a la falta de pruebas diagnosticadas. Además, las proyecciones oficiales estiman que la curva ascendente de contagios llegará a su tope entre mayo y junio.

Por otra parte, el sábado 4 de abril la Asociación Brasileña de Juristas por la Democracia (ABJD) presentó una denuncia ante la Corte Penal Internacional (CPI), de La Haya, contra el presidente Jair Bolsonaro por crímenes de lesa humanidad durante la pandemia del coronavírus. En un comunicado, la citada organización explica que Brasil cuenta con un jefe de gobierno cuyas actitudes son “totalmente irresponsables “, por lo que solicitan que la CPI “condene al mandatario brasileño por crímenes de lesa humanidad, por exponer la vida de los ciudadanos brasileños con acciones que aumentan el contagio y la proliferación del virus”.

El domingo 19 del mes en curso, Bolsonaro arengó frente al Cuartel General del Ejército,  en la capital brasileña, a manifestantes que pedían una “intervención militar ya, con el presidente a la cabeza”, así como el cierre del Congreso y de la Corte Suprema. “Estoy aquí porque creo en ustedes y ustedes están aquí porque creen en Brasil”, reiteró el mandatario. La participación de Jair Messias en este acto provocó reacciones de todas las esferas políticas y judiciales, aunque el jefe de Estado afirmó el lunes 20 que “respeta” los poderes judicial y legislativo, pero, advirtió: “Tengo mi opinión, no puede ser que cualquier cosa que yo digas se interprete como una agresión, como una ofensa…Aquí no hay que cerrar nada, aquí hay democracia, con Tribunal Supremo  abierto, con Congreso abierto”.

Todo esto significa que el mandatario brasileño volvió a ignorar las recomendaciones de distanciamiento social y ahora arengó a la multitud que pedía una “intervención militar”. Unicamente fue interrumpido por algunos accesos de tus. Subido al toldo de una camioneta, Bolsonaro gritó: “No queremos negociar nada”, únicamente  se hacía eco de la defensa del AI-5 (Acta Institucional número 5), la misma que en 1968 cerró el Congreso y suprimió varias garantías constitucionales.

 

 

“Basta ya con la vieja política. Ahora es Brasil sobre todo y Dios sobre todo”, declaró en un repetitivo discurso en el que insistía en el espíritu “patriótico” de los brasileños. Entre accesos de tos, el presidente —que ya tuvo sospechas descartadas de haber sido contagiado por el coronavirus durante un viaje a Estados Unidos de América a comienzos de marzo—, critica constantemente a los líderes del Congreso, a los gobernadores y alcaldes que defienden las medidas de cuarentena y distanciamiento social parta contener la propagación del virus que en Brasil ya superó las estadísticas calculadas. De hecho, Bolsonaro desprecia —solo porque le da la gana—, las letalidad del virus, al que sigue llamándolo una “gripita” común y corriente, promueve aglomeraciones y se pronuncia reiteradamente a favor de la apertura del comercio y las escuelas.

“Ustedes tienen la obligación de luchar por su país. Cuenten con su presidente para hacer todo lo que sea necesario para que podamos mantener la democracia y garantizar aquello que es más sagrado para nosotros que es nuestra libertad”, repitió en varias ocasiones el presidente, que en ocasiones anteriores condenó las restricciones de circulación y de actividades comerciales implementadas en el país por la pandemia.

Por último, Bolsonaro no cuestionó el pedido de la intervención militar ni las consignas a favor del cierre del Congreso. Al contrario, dijo que “Todos en Brasil tienen que entender que están sometidos a la voluntad del pueblo brasileño. Un día juramos dar la vida por la patria y vamos a hacer lo que sea posible para cambiar el destino de Brasil”.

Al siguiente día de las manifestaciones, corrían por las calles una serie de condenas que Bolsonaro rechazó: “La gente normalmente conspira para llegar a un cargo. Yo ya estoy en el poder. Yo soy Presidente de la República. Realmente soy la Constitución (sic)… La democracia y la libertad están por encima de todo. Solo quise destacar el papel de las fuerzas armadas. Escuchen mi discurso. No hablé nada en contra de otros poder”. El mandatario derechista acusó a los medios de tergiversar los hechos para “transmitir la idea de que quiero un retroceso. ¿Y contra quién estoy conspirando? Falta un poco de inteligencia entre quienes me acusan de ser dictador”.

Mientras son peras o manzanas, la Procuraduría General de la República solicitó al Tribunal Supremo Federal investigar la manifestación en la que participó Bolsonaro. En la que se exigió el “cierre de instituciones democráticas como el Congreso y el máximo tribunal del país. A lo que el procurador general, Augusto Aras, sostuvo: “El Estado brasileño admite como única ideología el régimen de la democracia participativa, cualquier atentado contra la democracia agrede la Constitución y la Ley de Seguridad Nacional”. Sin duda, en Brasil coreen vientos de fronda. Pobre país. VALE.