“Los datos no son información, la información no es conocimiento,
el conocimiento no es comprensión, la comprensión no es sabiduría.”

Clifford Stoll.

En este, cada vez más, largo tiempo de confinamiento en casa, que se vive, en muchos de los casos, con incertidumbre, temor, expectativa por el futuro o en muchos otros con nuevas experiencias, que permiten a pesar de la crisis, crecer, mejorar, cambiar lo que se debe cambiar, preparándose para la época post-covid, que en algún momento llegará.

No solo se trata de aplicar acciones de inteligencia emocional, espiritual, técnica asertiva, que sin duda sirven y mucho. Se trata de aprovechar el tiempo en la medida de las posibilidades, para que dentro de lo anormal, llevemos una vida normal. Se que estoy escribiendo algo que para muchos hogares puede resultar extraño.

La violencia intrafamiliar, las enfermedades generadas por estrés, ansiedad, las condiciones económicas, la falta de empleo, la necesidad de conseguir dinero para tener lo más básico para alimentar a nuestras familias, pueden ser circunstancias que agraven la convivencia con nuestros prójimos, próximos, los más cercanos con quienes nos ha tocado vivir esta crisis de salud.

Ambas realidades se viven todos los días en miles de hogares: unos lo procesaran, mejorándose como personas, familia, sociedad. Otros desafortunadamente no encontraran ese apoyo, que les permita encontrar un asidero para vivir esta etapa de manera distinta, lo grave es que se ampliaran las brechas que generan rencor, odio o enojo, que en conjunto, mal canalizadas, sirven como caldo de cultivo para acrecentar los males y buscar quién debe pagar por ellos.

Si a todo esto sumamos la cantidad de información que fluye todos los días, a través de los medios ordinarios de comunicación: televisión, radio, diarios, más los generados en las redes sociales, tenemos un tsunami de datos, cifras, análisis, documentos, videos, acciones, reacciones, propuestas y contrapropuestas, muchas reales, pero también muchas falsas.

Con este maremágnum de información no hay persona capaz de procesarla, sacándole algún provecho. Dada la inmensidad de la información generada, las personas quedan sepultadas en ella. Solo las instituciones de inteligencia de los gobiernos más desarrollados, las grandes empresas tecnológicas, algunos empresarios poderosos en el orbe, tienen los recursos necesarios para hacer frente a tanta información descartando la real de la que no lo es. Para ello invierten grandes cantidades de dinero. Las sociedades intermedias, las personas de cualquier nación en lo individual no tenemos esa oportunidad. Si acaso podemos discernir sobre algunos medios e información, descartando o aceptando los que consideramos reales o falsos.

Hacer esas tareas constituye un desgaste enorme, pues además de vivir con los problemas cotidianos de la vida nos enfrentamos a la información falsa, que muchas veces es mejor presentada, siendo muy atractiva pero generándonos graves males.

Por ello, lo mejor en esta época de incertidumbre, “fake news”, “post-verdades”, es no creer a la primera la información que nos llega, antes de compartirla buscar la manera de validarla. Tampoco saturarnos de ella pues todo exceso de información es desinformación.

 

@perezcuevasmx

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