Podrá la pandemia generada por el Coronavirus aplazar las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, es una pregunta que flota en el ambiente y, sobre la cual han surgido diversas versiones que han complicado una respuesta sencilla. Legalmente es posible, sin embargo, difícilmente sucederá.

La Universidad de California en Irvine, acaba de publicar un estudio dirigido por el profesor Richard L.Hasen, un experto en leyes electorales concluye según una ley que data de 1845, las presidenciales de Estados Unidos están programadas para el martes siguiente al primer lunes de noviembre cada cuatro años: es decir, el 3 de noviembre de 2020.

Sería necesario un acto legislativo del Congreso, aprobado por las mayorías en la Cámara de Representantes, dominado por los demócratas y en el Senado, controlado por los republicanos para cambiar eso. La posibilidad de un consenso legislativo bipartidista que subscriba cualquier demora en las elecciones es muy poco probable.

Sin embargo, lo que se ve más posible es que tanto el presidente como los gobernadores de cada estado podrían usar sus “poderes de emergencia” para reducir de manera drástica los lugares de votación presencial como sucedió recientemente con las primarias de Wisconsin, por ejemplo, la preocupación sobre la exposición al virus junto con la escasez de trabajadores electorales voluntarios y de suministros electorales, llevaron al cierre de 175 de los 180 centros de votación en Milwaukee, la ciudad más grande del estado.

Una disminución en el número de casillas y por lo tanto de votantes sin duda que le podrían dar un giro al resultado electoral, incluso lo llevaría al terreno de la incertidumbre. Hasta el momento, una disminución del voto presencial afectaría mayormente a los republicanos, Donald Trump, vería concluida su aspiración reelectoral.

Si se diera el supuesto de que cambie el día de la votación, la Constitución de Estados Unidos exige que una administración presidencial dure sólo cuatro años lo que implica que el 20 de enero de 2021, a mediodía concluye el mandato presidencial de Donald Trump. El reloj electoral está en curso y el día final del proceso detendrá su marcha, seguramente al final del 3 o principios de 4 de noviembre de este mismo año.

En el remoto caso de que para el 20 de enero del próximo año no se hubieran celebrado las elecciones presidenciales, la “línea de sucesión presidencial” entraría en acción. Cabe destacar que también el mandato del vicepresidente, Mike Pence, concluiría.

Ante este remoto caso la siguiente en la línea presidencial sería la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, pero su mandato concluye en diciembre de este año, con lo cual el funcionario de mayor rango, que podría ser entonces elegible para ocupar la presidencia de los Estados Unidos, sería el republicano Chuck Grassley, presidente “pro tempore” del Senado, esto claro si los republicanos logran mantener la mayoría senatorial ya que un tercio de sus escaños (33), quedarían vacantes ante la conclusión del término para el cual fueron electos.

Llegar a ese momento sería algo extremo, poco, muy poco probable.

En una encuesta de opinión realizada por Pew Research Center, el 66% de los estadounidenses dijeron que no se sentirían cómodos yendo a un centro de votación durante la actual crisis de salud pública. Estas preocupaciones han incrementado la presión sobre los estados para ampliar la disponibilidad de boletas por correo para todos los votantes y, así minimizar el riesgo de exposición viral. Si bien cada estado prevé alguna forma de votación remota, los requisitos varían mucho.

Por ejemplo, Estados como Washington, Oregón y Colorado, llevan a cabo sus elecciones totalmente por correo, mientras que California, proporcionan una boleta postal a cualquiera que lo solicite.

Por otra parte, 17 estados requieren que los votantes proporcionen una razón válida por la que no pueden votar en persona para calificar el voto en ausencia.

Mike Parson, el gobernador republicano de Missouri dijo que ampliar el acceso al voto en ausencia era un “problema político” y sugirió que el miedo a contraer el virus no es, en sí mismo, una razón para calificar para el voto por correo.

El propio Donald Trump se ha opuesto a la votación ampliada por correo, diciendo que es más susceptible al fraude. También ha sugerido que un aumento en la participación al reducir las restricciones de votación podría dañar a los candidatos republicanos.

El brote de coronavirus está afectando todos los aspectos de la vida estadounidense.

Si bien Trump y otros políticos están presionando para que la vida regrese a una normalidad aparente, no hay garantías de que todo esté bien en junio, cuando muchos estados han reprogramado sus primarias en agosto, las convenciones de los partidos, en octubre, los debates presidenciales o incluso el día de las elecciones en noviembre.

La reapertura de los Estados de manera paulatina que tanto impulsa Donald Trump, ubicará la elección presidencial en el centro de la discusión y su posible (aunque poco probable) posposición.