En el vértigo de la Pandemia que asola al Mundo y desde luego a México, pergeño estas pocas líneas animada por los actos llenos de generosidad y amor al prójimo de miles de médicos, doctoras, enfermeras, camilleros, laboratoristas, nutriólogos y todo el personal que labora en los centros hospitalarios de nuestro País.
Este día, 12 del mes de mayo se celebra desde hace décadas el Día Internacional de la Enfermera, en homenaje a Florence Nightingale, enfermera, escritora, epidemióloga británica que sistematizó y ordenó la práctica de la enfermería moderna y fundó el primer centro de enseñanza laico en la materia, además de ser precursora de la Cruz Roja.
Estos últimos días, han ocurrido actos y acciones en la vida pública que merecerían sin duda ocuparse de ellos por su propia naturaleza o por la importancia que merecen; pero es necesario resaltar la actitud, la templanza, el sacrificio, la generosidad de las enfermeras y doctores y, de todos, absolutamente todos los que laboran poniendo en peligro su vida en los hospitales y clínicas en todo el territorio nacional.
Es condenable y debe castigarse severamente a los escasos agresores del personal médico. Es cierto, que quizá el miedo a contagiarse se traduce en actitudes agresivas, pero esa perturbación mental, no puede, ni debe permitirse. Por otro lado, como siempre el modo de ser del mexicano, ha salido a flote y muchos, muchísimos por el contrario se han organizado para llevarles alimentos, proveerlos de batas, guantes, cubrebocas, gel antibacterial y todo lo que pueda servirles, ante la ausencia de acciones del gobierno.
En el seno de la Sociedad, se anida un rencor latente en contra de la autoridad por su falta de previsión, de organización, de descuidos y en ocasiones mezquindades, cuando dejan sin protección a la primera línea de batalla en la guerra contra el coronavirus. Crece más el descontento y la ira colectiva cuando las “cifras oficiales” esconden datos, escamotean la verdad sobre los brotes de la enfermedad en los propios hospitales y los muertos son además: doctoras, médicos, enfermeras, camilleros, en suma los empleados sanitarios. La estadística a la que hemos tenido acceso, arroja ya más de un centenar (111) de muertos del gremio de la salud.
Y para ellos, ni un comunicado de pésame, nunca hemos visto a los conferencistas y expertos epidemiólogos, visitando un hospital solidarizándose con sus compañeros de profesión y el personal auxiliar. Tan importantes estos últimos, que sin su concurso los hospitales y clínicas no funcionarían.
Por el contrario en plena expansión de los contagios, el detentador del poder e inquilino actual del Palacio Nacional, en un acto demencial se le ocurre ofender a los médicos, lo que ocasionó una respuesta ríspida, molesta, de justificado enojo de la mayoría de los Colegios, asociaciones y agrupaciones de los doctores que le exigieron una disculpa. Y la misma, se formuló al desgaire, como de paso y volvió a ofenderlos.
Muchos conocen de casos de jóvenes residentes, enfermeras, médicos especialistas, que pudiendo guardarse en sus casas, están acudiendo a los hospitales, dejando de convivir con sus familias para evitar un contagio y todos ellos, no merecen ese trato. Tampoco quieren honores ni fanfarrias, solo exigen respeto.
La sociedad se expresa y manifiesta de múltiples maneras y diversas formas y se los está dando. El taxista que no les cobra el pasaje, es un ejemplo y asi como ese, muchos actos de solidaridad con ellos. Por eso estoy convencida que estos hombres y mujeres son los héroes actuales que cuidan a México.