Rendirle culto a la actriz-realizadora Leni Riefenstahl (1902-2003) es apelar a la memoria cinematográfica. George-Wilhelm Pabst (famoso realizador austriaco-alemán) y Arnold Fanck (geólogo especializado en películas de montaña) la dirigieron en Die weisse Hölle von Pitz Palü (1929). La artista rompió con su mentor Fanck y con su propio dinero produjo y dirigió Das blau licht (1932). La película narra la leyenda, que ocurre en las montañas, de una campesina que fatalmente atrae a bellos aldeanos a la cima de una montaña cuando había luna llena. A Petición de Hitler, se estableció contacto con ella, para que filmara el Congreso del Partido Nazi en Nuremberg. Resultado: Triunph des Willens (1934-1935). Aficionada a los fenómenos naturales, por influencia de Fanck, le impregnó al documental su personal estilo. Se dice que “el tema fue excitando su imaginación a medida que iba filmando y montando las secuencias de la concentración de las masas, organizada en un marco teatral, por Albert Speer, el arquitecto favorito del Partido”. En realidad, la película es impresionante, tanto por la coreografía, como por el magistral montaje de tomas y secuencias. La esencia y la forma son una combinación perfecta. Leni se convirtió, de inmediato, en la realizadora oficial de los irracionales Partido y Estado Nazis. Llevada por la pasión de crear un ritmo único con las imágenes, realizó Oympiad (1938), tardando dieciocho meses en montarla. Nuevamente, la esencia y la forma son una combinación perfecta. Se dice que “los planos de los atletas en descanso y los acompañamientos sinfónicos para otros deportes conservan una suave belleza”, que “su celebrado preludio, con la neblina de la antigüedad y las estatuas griegas, resulta ahora pretencioso”, que “aunque la película incluye algunos planos del atleta negro Jessie Owens, ineludible por tratarse de un campeón, su conjunto es un canto a la superioridad de la raza aria”. Se ha especulado mucho sobre la ideología de Leni. Ella siempre negó su afiliación al nazismo; Pero, se sabe que la película Tiefland (1954), de soberbia fotografía y firme dirección, fue planeada por ella en 1934 y rodada después. Declaró, posteriormente, que la hubiera realizado antes de no verse obligada a dirigir Triumph des Willens. El hecho es que, en la posguerra, después de haber sido encerrada en una institución psiquiátrica (1947) fue sometida a un proceso de desnazificación, de 1948 a 1952. Fundó una productora y más adelante (1956) volvió al trabajo documental, fotografiando sus viajes por África (Alto Nilo, Uganda, etc.), su práctica de buceo en el Mar Rojo (1977) y componiendo álbumes tan brillantes en su plástica como vacío (habría que comprobarlo) en contenido humano. Fue una bella joven rubia, de complexión deportiva y rebosante de salud, tanto de cuerpo como de espíritu. Estudio, danza, pintura y música. Había trabajado (1931) con el húngaro Bela Balazs, antifascista militante, en la primera redacción de Das blau licht. Murió a muy avanzada edad en Baviera, Alemania, dejando un legado artístico digno de estudio.

Rendirle culto a la actriz-realizadora Julia Solntzeva (1901-1989) es apelar a la memoria cinematográfica. Si Alexandre Dovjenko lo dejó todo en 1924 para dedicarse al cine, ella, al casarse con él por ese tiempo, lo dejó todo para convertirse en su principal colaboradora. Del rapsoda de la revolución de la nueva vida -como se le calificó a Dovjenko-, quien decía: “Pensad hermoso”, aprendió el oficio. Sobre todo a amar con pasión al pueblo y a comprender que la vida del artista creador “tiene sentido en la medida que su finalidad es la de servir al pueblo”. Su primer trabajo importante fue de asistente de Dovjenko, en la realización de La tierra (1929-1930), una de las películas más bellas de toda la historia del cine. También lo asistió, junto con otros, en Iván (1932) y en Aerograd (1934-1935). En la realización de Schors (1938-1939) ya era codirectora. Después de los documentales Liberación (1940) y La batalla de nuestra Ucrania Soviética (1943), codirigida con Y. Avdeienko (supervisados por Dovjenko) y Victoria de Ucrania y expulsión de los alemanes de la tierra ucraniana (1945), codirigida con Dovjenko, dirigió Michurin (1946-1948), teniendo a Dovjenko como codirector. A la muerte del realizador(1956), se ocupó de realizar cuatro guiones de él: Poema del mar (1956), Crónica de los años de fuego (1960), El Desna encantado (1964) y Las puertas doradas (1969). ¡Ah, cómo me gustaría ver Poema del mar! Tal como fue concebida por Dovjenko. Imposible. Pero si es posible ver la versión de ella, en color y en 70 mm. Gueorgui Stoynov-Bigor, en su libro Inventores de la estética fílmica soviética escribió: “La dramaturgia misma de Poema del mar tiene una estructura basada en la separación. Cada uno de los personajes se separa de alguien, renuncia a algo o se dirige a alguna parte, hay un movimiento cubierto de angustia y de alegría, un movimiento en dirección del futuro… Un pueblo ofrece al pueblo el don de un mar. Esta es una síntesis poética, audaz e inteligente. El mar personifica un nuevo continente de belleza, lo que es metáfora derivada de la belleza de la realidad misma”. El espíritu de Dovjenko se quedó en el de Julia Solntzeva, para llevarlo a altos niveles de lirismo, por su propio camino e invención. Es lo que pienso, intuitivamente, porque he visto toda la obra cinematográfica del poeta ucraniano y, si se trata de poesía bien aprendida, las películas inéditas, en México, de Julia Solntzeva han de tener esa belleza mágica, propia de los grandes artistas creadores. Imagino la película Poema del mar como “el guion de Poema del mar -según Stoynov-Bigor- igual a una metáfora monumental de la nueva realidad soviética (como la soñaba y concebía  Dovjenko). Me imagino que la futura película, basada en el guion, se concibió como un monólogo desplegado del autor. Dovjenko tenía la intención de representar un papel, él mismo, su propio papel, el papel del autor; pretendía conducir personalmente el relato cinematográfico, unas veces en calidad de testigo; y otras como reportero, como periodista, como poeta y, en ocasiones, también como personaje. ¡Qué grande y bella película ha de ser Poema del mar! ¡Qué gran herencia simbiótica, intuyo, nos han dejado la pareja Dovjenko-Solntzeva. Quiero verla ya.

Mi rendido culto a Leni Riefenstahl y a Julia Solntzeva, quizá las dos más grande realizadoras de la historia del cine universal, no impide que la memoria cinematográfica olvide a otras grandes realizadoras, como Alice Guy, Germaine Dulac, Mae West, Agnès Varda, Dorothy Arzner, Chantal Akerman, recientemente homenajeada en el FICUNAM 10, Margarethe Von Trotta, Liliana Cavani, Larisa Chepitko, Vera Chytilova, Lina Wertmuller, Mai Zetterling, Ida Lupino, y las mexicanas Matilde Landeta, Marcela Fernández Violante, María Novaro, Marisa Sistach y, ¿por qué no?, Guita Schyfter, nacida en Costa Rica, hecha en México.