Cada año, el 22 de mayo, se conmemora el día internacional de la diversidad biológica, en correspondencia al llamado de Naciones Unidas por el cuidado de nuestra biodiversidad y, en especial, a la conmemoración por la adopción de la Convención de las Naciones Unidas por la Diversidad Biológica en 1992.
Este año, 2020, dicho llamado toma mayor relevancia por el contexto internacional, pues, se concatenan varios procesos. En primer lugar, la culminación del Decenio por la Diversidad Biológica, que comenzó 2011 y termina este año. También, por parte de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, por sus siglas en inglés) se designó este año como el año de la sanidad vegetal, y, finalmente, 2020 ha sido considerado como el súper año para la biodiversidad por Naciones Unidas.
Todos estos esfuerzos, han ayudado a visibilizar la importancia de la biodiversidad en el mundo y, por ello, no es casualidad que incluso durante la cuarentena, varios de los reflectores, nacionales e internacionales, se enfoquen en la relación que guarda nuestra salud con la biodiversidad y, en especial, en cómo la degradación de ésta propicia las condiciones para un aumento de enfermedades en las personas.
Por esta razón, resulta de vital importancia saber a qué nos referimos cuando hablamos de diversidad biológica para conocer cómo podemos evitar su pérdida. Este concepto no solo se refiere a nuestra flora y fauna, sino a todos los seres vivos, incluyendo a los microorganismos, así, como a las diferentes interacciones que se desarrollan entre estos dentro de los ecosistemas.
En México, el cuidado de nuestra biodiversidad no es ajeno. Un ejemplo, es la tarea que tiene a su cargo la Comisión Nacional para el conocimiento y uso de la Biodiversidad, CONABIO. Esta comisión, que también nace en 1992, se ha encargado desde su origen a difundir la diversidad de especies en nuestro país, a través de diferentes instrumentos y plataformas, dentro de las cuales, sobresale la estrategia de ciudadanizar la ciencia.
Con aplicaciones móviles como “Naturalista”, la CONABIO, difunde el conocimiento y, al mismo tiempo, genera e impulsa la cohesión social. Aprovechando el auge y la rápida interacción de las redes sociales, esta plataforma permite que a través de imágenes puedas compartir observaciones de plantas, hongos, insectos, animales y más. Con lo cual, la plataforma funciona como facilitadora para que contribuyas a la educación ambiental y sumes a la sistematización de nuestras especies vivas, ambas acciones, de forma colaborativa.
Contribuir con estos ejercicios de conocimiento colectivo, nos permite conocer y cuidar nuestros ecosistemas. Vislumbrar el impacto que pueden llegar a tener las observaciones ciudadanas puede nutrir nuestras decisiones, dentro y fuera del país. Por ejemplo, conocer que un muro en la frontera puede contribuir de forma significativa a la extinción de el lobo mexicano y el jaguar, especies emblemáticas de México, amplia nuestra perspectiva y, por supuesto, nuestros escenarios para poder negociar no solo cuestiones migratorias sino ambientales.
Otro ejemplo, es el ajolote. Anfibio mexicano con la capacidad de regenerar sus órganos y articulaciones, hoy en peligro de extinción, podría verse beneficiado con estas observaciones, si antes de intervenir su hábitat actual- en los humedales de Xochimilco- se difundiera su carismática faz e importancia para nuestra cultura y ecosistemas lacustres. Principalmente, en la recuperación de cuerpos de agua en la Ciudad de México.
Finalmente, también podemos ayudar a mantener el color de nuestros cielos si ayudamos a documentar la salud de nuestros bosques, pues, por la pérdida del hábitat provocada por la tala ilegal y degradación forestal- entre otras causas- están en peligro de extinción la mariposas monarca, el quetzal y la guacamaya roja.
Apreciar el conocimiento colectivo no solo nos sensibiliza y genera empatía con los demás seres vivos de nuestros ecosistemas, sino también, ayuda a conservar los colores de nuestra megadiversidad, característica compartida, según datos de la CONABIO, con otros 12 países- 17 para algunos autores- y así, recuperar de forma sustentable nuestra salud.
La autora es profesora de medio ambiente y egresada de la Facultad de Estudios Globales, Universidad Anáhuac México.

