Partamos de dos hechos para entender este tema. Por un lado, diversos especialistas en epidemias, ante la manera en que el Covid-19 se ha desarrollado y afectado a muchos países –incluyendo mutaciones–, han señalado que todos acabaremos siendo infectados por el virus; por otra parte, esto hace que urga una vacuna para evitar más muertes, pero se trata de algo cuyo desarrollo puede implicar años.

El desarrollo de una vacuna puede tardar hasta 10 años, luego de las pruebas de laboratorio, con animales y ensayos con seres humanos, así como la certificación por parte de los organismos reguladores, antes de la aceptación y comercialización.

La inversión para este tipo de desarrollo puede llegar a miles de millones de dólares, por lo que son laboratorios privados los principales desarrolladores de las vacunas, pues ningún gobierno –de cualquier tendencia ideológica– puede invertir tales cantidades de dinero.

Pero en el actual escenario de pandemia, los esfuerzos están logrando acortar los plazos y es probable que para 2021 se tengan los primeros ensayos de una o varias vacunas contra el coronavirus que actualmente afecta al mundo.

No obstante, la urgencia por tener una vacuna cuánto antes ha llevado a ciertos personajes a tratar de presionar a organismos internacionales, como Naciones Unidas, a que trabajen para lograr la vacuna cuánto antes, como si esto fuera cuestión de voluntad.

Claro que también hay quien acusa que todo esto es algo provocado para enriquecer a las farmacéuticas, incluso asegurando que se inflan las cifras de muertos, contrario a las recientes denuncias de que no hay cifras confiables de los decesos.