El racismo también es una epidemia que cobra víctimas, ha dejado un rastro sangriento en la historia en diferentes latitudes y ámbitos temporales hasta llegar al siglo XXI como lo ilustra una cantidad creciente de casos e historias que tienen como su sello característico el odio que alimenta crímenes.

En tiempos del Covid-19, de la desesperanza y las noticias falsas, así como la manipulación cotidiana en diferentes frentes se registró recientemente el asesinato de George Floyd, este hecho censurable se perpetró en Mineápolis. Un policía que responde al nombre de Derek Chauvin en un evidente abuso sometió a Floyd, le asfixió en una clara manifestación de abuso y brutalidad.

Dicha estampa que retrató una injusticia atroz le dio la vuelta al mundo, la indignación circuló por doquier para motivar la indignación colectiva en muchos países, la condena al brutal acto fue elocuente para condenar el racismo, la brutalidad y la exclusión de las minorías. No puedo respirar fue una consigna que se viralizó, tales fueron las palabras del asesinado George Floyd en el epílogo de su existencia.

Vinieron a la mente las reivindicaciones que propuso hace casi seis décadas Martin Luther King a favor de la comunidad afroamericana, también de otros personajes de los años sesenta como Malcom X o, incluso, Mohammed Alí  el gran campeón mundial de peso completo que marcó toda una época en el pugilismo y levantó la voz contra la segregación.

Derechos humanos vulnerados en Estados Unidos en donde despacha un presidente al que entronizaron grupos de la extrema derecha que hacen del racismo una fuente de inspiración como el desprestigiado Ku Klux Klan, la cofradía retorcida que pugna por la supremacía blanca.

No obstante, si hablamos de la brutalidad policiaca ésta la encontramos fácilmente en nuestro país, el caso de Giovani López es uno  que confirma esta realidad  lacerante. En el municipio de Ixtlahuacán de los Membrillos la policía municipal mató al citado ciudadano, aún se alega si fue por no traer cubre bocas o por otra causa, lo cierto es que nada justifica arrebatar su vida y pisotear la dignidad humana.

Las protestas no se dejaron esperar a consecuencia del mencionado crimen, Guadalajara se convirtió en su momento en el epicentro de la inconformidad, también la Ciudad de México registró movilizaciones. Los derechos humanos se violentan con frecuencia y en muchos de los casos  lo que prevalece es la impunidad.

Probablemente lo que podría destacarse como derivado de la brutalidad policial ha sido la empatía que se globalizó enseguida, las numerosas manifestaciones aunque en algunos casos se desató la violencia.

Las movilizaciones de contingentes que se pronunciaron enfáticamente contra la brutalidad policiaca exhibieron que no ha muerto la capacidad de asombro e indignación. Ello representa una buena señal y más en tiempos turbulentos como estos del 2020.

El racismo siempre será una manifestación de odio, una esperpéntica forma de vulnerar al prójimo, una conducta que debería ser inexistente porque reduce a quienes practican estas malas artes en seres enclaustrados en un irracional sinsentido. La vida humana siempre se enriquece con la diversidad.