Los grandes males no vienen solos. A la pandemia del coronavirus —cuya ponzoña mortal se ha regado por los confines del planeta—, se han agregado otros problemas, diferentes pero que al final de cuentas afectan al pueblo (mientras más pobre más afectado), con consecuencias disímbolas según sea el avance de desarrollo de cada país en particular.
En México, a corto y mediano plazo, el panorama no es nada halagüeño aunque el presidente de la 4a.Transformación se desgañite difundiendo su falaz mentira: “el pueblo es feliz, feliz, feliz”. Y del otro lado del Río Bravo, Estados Unidos de América (EUA), las cosas no van mejor. Primero les cayó, en mala hora, Donald John Trump, un magnate rubio desgarbado a la Casa Blanca, eso sí, legítimamente elegido; como también lo fue el presidente López Obrador con “30 millones de votos”, ni quien lo niegue. Así es la democracia, que como se sabe no es un sistema perfecto, pero es lo “mejorcito”.
A fines de 2019 arribó la pandemia del Covid-19 y, ahora, una vez más, las brechas raciales y sociales de la gran potencia del norte, emergen —de hecho jamás han desaparecido—, tras el asesinato brutal a manos de Dereck Chauvin, un policía racista sobre el que ya había 18 denuncias por abuso de autoridad, del negro George Floyd, de 46 años de edad, que literalmente han incendiado a todo el país como no sucedía desde el histórico año 1968, cuando otro racista asesinó al dirigente afroamericano Martin Luther King, cuya sangre alimentó una revuelta de negros y blancos que bañó el territorio “americano”. En estos momentos, EUA se fractura, está en llamas, avivadas por la pésima conducción nacional de un mandatario racista como Donald John Trump, que llama “idiotas” a los gobernadores que no utilizan la mano dura para sofocar la violencia y los pillajes de los grupos indignados por el asesinato de Floyd.
Los disturbios se radicalizan en más de 125 ciudades —las principales del país—, que, a pesar de declarar el toque de queda no logran evitar el desastre. ¿Cuántos días más durarán los disturbios? No lo sé. Pero la ira popular obligó a que Trump se refugiara en el búnker de la Casa Blanca —construido durante la Segunda Guerra Mundial para proteger al entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, que nunca lo utilizó—, para su vergüenza y de todos aquellos que lo apoyan y seguirán apoyando. Lo peor del caso, es que escondido como una rata todavía tuvo la desvergüenza de acusar a los manifestantes de “elementos izquierdistas terroristas” de ser los autores de las revueltas que durante más de una semana han asolado del Pacífico al Atlantico a la última “gran potencia”. Todo por el odio de un policía blanco racista con ayuda de otros agentes policiacos arios. Los incendios de establecimientos y de vehículos policiales y privados, y el pillaje de tiendas y almacenes, suman miles de millones de dólares. Y ya son miles de personas las detenidas por estos actos.
La muerte de George Floyd desencadenó una infinidad de manifestaciones de protesta por todo EUA, en las que han muerto otras personas, incluyendo otro afroamericano, David McTee, a manos de un policía. Obviamente, todos estos episodios no significan que la pandemia haya desaparecido —EUA cuenta con el mayor número de muertos y contagiados en todo el mundo—, el virus sigue activo aunque en estos días y noches de rabia y fuego parece en el olvido. Todas las restricciones contra el Covid-19 han saltado por los aires ante la ola de tensión racial que inició la muerte de Floyd, y ha puesto a la gran potencia frente a una tensión límite, con toques de queda en las grandes urbes, miles de elementos de la Guardia Nacional desplegados y el Ejército preparado para actuar según Trump amenazó a los manifestantes.
Desde 1968 no sucedían tan importantes olas de protestas y disturbios contra el racismo como las de los días que corren. Trump ya no está tan seguro de lograr la reelección. Esta inseguridad del magnate es peligrosa, pues sabiéndolo puede cometer cualquier “locura”. No sería nada descabellado. Así se las gasta el magnate. A semejanza de López Obrador, Trump no tomó con seriedad las advertencias que le hicieron los expertos de la peligrosidad del coronavirus. Ambos fueron advertidos a tiempo y los dos actuaron irresponsablemente. Cuando se percataron de la seriedad del asunto, ya era muy tarde. Miles de vidas de estadounidenses y de mexicanos pudieron salvarse. Ahora, buscan otros “culpables”: la OMS, China, los anteriores gobiernos neoliberales, quién sea.
Cómo se parecen ambos presidentes. Trump no ha abandonado su manual político de supervivencia. Lejos de aplacar las aguas, el magnate ha señalado a la “extrema izquierda” como culpable de la violencia desatada, se ha ido de frente contra las autoridades demócratas de Minnesota, donde se cometió el crimen contra George Floyd, y se ha mostrado bravucón ante los manifestantes más agresivos. López Obrador culpa, a la menor excusa, de todos los males mexicanos a los conservadores, a los fifìs, a los gobernantes de México durante las pasadas tres décadas, sean del PRI o del Pan, cada cual escoge a sus “culpables”. Por simple coincidencia, uno y otro han escogido otro chivo expiatorio de sus problemas: “la prensa es el verdadero enemigo del pueblo”. López Obrador lo ha repetido hasta el cansancio, como su “amigo” Trump, que el domingo 31 de mayo acusó a la “prensa débil” de “hacer todo lo que está en su poder para fomentar el odio y la anarquía”. !Qué coincidencia!
El sábado 30 de mayo después de la primera noche de tensión por el cerco popular de la Casa Blanca, el magnate escribió este tuit: “Una gran multitud profesionalmente organizada (sic), pero nadie se acercó a cruzar la valla. Si lo hubiera hecho habrían sido recibidos por los perros más feroces y las armas más amenazantes que he visto jamás. Ahí es cuando la gente podría haber sido herida de gravedad, por lo menos. Muchos agentes del servicio secreto sólo aguardaban para pasar a la acción”. En letras mayúsculas, desafiante agregó: “Esta noche, ¿entiendo que es la noche de MAGA (siglas en inglés de Hagamos América Grande de Nuevo: Make América Great Again,)?, su slogan de campaña para ocupar la Casa Blanca.
Nunca en la historia de EUA, un Presidente había hecho una anotación semejante. Sin embargo, poco después, desde el Centro Espacial Kennedy, en La Florida, con motivo del lanzamiento de una nave especial, el magnate matizó sus anteriores palabras, aunque muy pocos creyeron en la sinceridad de las mismas: “Apoyamos el derecho de los manifestantes pacíficos y escuchamos sus súplicas. Pero lo que estamos viendo ahora en las calles de nuestras ciudades no tiene nada que ver con la justicia o con la Paz. La memoria de George Floyd está siendo deshonrada por alborotadores, saqueadores y anarquistas”.(Sic). Sin embargo, esa misma tarde envió otro tuit: “Son los antifascistas y la extrema izquierda. !No echen la culpa a otros!”.
La muerte de George Floyd fue la chispa que provocó el incendio. La pradera estadounidense ya estaba lista para que se desencadenara un gigantesco fuego muy difícil de controlar. La ira colectiva subiría de tono cuando se conoció el resultado de una autopsia particular encargada por la familia del afroamericano: la asfixia fue provocada por una compresión continuada del cuello y la espalda que derivaron en una falta de riego sanguíneo al cerebro. Son muchos los videos que muestran como Dereck Chauvin y sus tres compañeros policías están montados en el cuerpo de la víctima. Hasta el momento, Chauvin es el único detenido, acusado de homicidio no intencional. Esto provocó la indignación de todo mundo.
Las concentraciones populares se iniciaron de manera pacífica en infinidad de ciudades de EUA. Muy rápido se volvieron tensos altercados raciales en los que se enfrascaron la policía y la Guardia Nacional contra los civiles, negros y blancos. Día y noche. En la sexta noche de manifestaciones en todo el país, éste se convirtió en un campo de batalla generalizado. La “gente” contra las fuerzas armadas, saqueos masivos a establecimientos comerciales de todo tipo, quemazón de vehículos oficiales y particulares, material urbano, edificios e iglesias, como la de Saint John, en Washingon, la Iglesia de los presidentes, donde Trump llegó para fotografiarse con una antigua Biblia en la mano (que por cierto tomó sin permiso), declarándose el presidente de “la ley y el orden “, emulando a Richard Milhous Nixon en su campaña electoral.
Por cierto, la obispa episcopal Mariann Edgar Budde, encargada de la histórica iglesia de San Juan, se declaró indignada y repudió el acto fotográfico del presidente como un “abuso de símbolos sagrados y antitéticos a todo lo que representamos”, amén de condenar el uso de la fuerza pública para expulsar a los manifestantes de los alrededores del famoso templo, aparte de que la Casa Blanca no avisó de su visita al recinto religioso.
En fin, en lugar de hacer llamamientos a la concordia, al entendimiento y a la paz, Donald Trump acusó, en una teleconferencia a los 50 gobernadores de los estados de la Unión Americana, de “parecer idiotas” e “imbéciles” por no controlar la violencia y el desorden en sus centros urbanos. Sin mayor tacto, Trump convocó a los gobernadores : “Tienen que vengarse. Tienen que dominar y ser mucho mas duros, Tienen que detener a la gente y ponerla a juicio y hacer que vayan a la cárcel durante mucho tiempo. El mundo se está riendo de ustedes”. Sin comentarios.
Nadie puede predecir lo que suceda en los próximos días en EUA. Lo único claro es que el presidente Donald Trump se ha convertido en un “incendiario profesional”, muy diferente al lenguaje de Martin Luther King: “Los disturbios son el lenguaje de los no escuchados”. El abanderado del entendimiento entre la comunidad negra y los blancos, también explicó: “Los veranos de disturbios de nuestra nación son causados por los inviernos de demora de nuestra nación. Y mientras Estados Unidos de América posterga la justicia, estamos en la posición de tener estas recurrencias de violencia y disturbios una y otra vez. La justicia social y el progreso son los garantes absolutos de la prevención de disturbios”.
Sin duda, Donald Trump no piensa igual. VALE.