“Poner la cultura a disposición de todos,
y no al servicio de decorar las vidas burguesas”.André Malraux
Constatar que el desarrollo cultural de la humanidad ha sido la respuesta determinante de la sociedad ante desastres y pandemias, debiese ser motivo de un profundo estudio, a fin de generar el aliento que la sociedad de nuestra Era requiere para superar el proceso devastador provocado por un microscópico elemento viral que ha venido a romper con procesos socio-organizativos asumidos como inherentes a la conducta humana.
Resulta realmente alentador constatar la vigorosa respuesta sociocultural detonada por la Peste Negra que sacudió a Europa desde 1347 hasta 1353, pues la mortandad de mano de obra obligó a la generación de máquinas que lograron suplirla para continuar con la vida. En ese contexto pestífero y demoledor, se dice que la muerte de un importante número de letrados, monjes amanuenses, casi provocó el colapso de la industria del “copismo”, única oportunidad que existía para sostener la circulación de las ideas plasmadas en los volúmenes albergados en las enormes bibliotecas conventuales.
A la disminución poblacional, se sumó un consecuente exceso de ropa y telas que debieron de reutilizarse, no para vestir a los necesitados, sino para fabricar papel, lo que alentó el nacimiento de una nueva industria que supliría a la del pergamino.
Todas estas condiciones facilitaron el trabajo del orfebre alemán Johannes Gutenberg, quien en su natal Maguncia utilizó placas con tipos móviles que le permitieron imprimir 180 ejemplares de la Biblia, democratizando así el conocimiento de la palabra de Dios, hasta entonces vedado al vulgo, lo que desencadenaría, tiempo después, la Reforma Protestante.
Debemos al editor veneciano Aldo Manuzio la impresión del libro en un formato mucho más accesible al lector, pues su método de impresión en octavo (es decir, 8 hojas por pliego) permitió disminuir el tamaño del libro y transportarlo mucho más fácilmente, con lo que las obras alcanzaron una mayor difusión y, gracias a ello, las ideas circularon mucho más rápidamente que cuando se encontraban secuestradas por las clases dominantes.
Una de las pocas facetas positivas que arroja la colonización española en nuestro país, es la introducción de la imprenta de Johannes Cronenberg, operada por Juan Pablos, quien en abril de 1540 abrió la primera imprenta de América, en las actuales calles de la Moneda y Primo Verdad.
Sin género de dudas, el espíritu humano siempre ha buscado sortear las peores circunstancias en función de sostener a la civilización como parte consustancial de su identidad, y en esta época es la tecnología virtual la que nos marca una senda por donde sostener el legado cultural de la humanidad; en ello coincidimos con Malraux, primer ministro de cultura de Francia, quien defendió tajantemente que la cultura debe ponerse a disposición de todos los seres humanos y no solo de una élite que siempre pretende apropiarse de ella.
