“Incredulidad sin sombra de incertidumbre…
para no pensar en ello”.

Miguel de Unamuno

 

Nuestra Ciudad Capital, inmersa en una reclusión casi conventual por más de cien días, empieza a desesperar a muchos sectores sociales, sin embargo, estas reacciones entendibles, pero no atendibles, son provocadas por la incomprensión social hacia el virus generador de la Covid-19.

A lo largo de esta centena de días, los científicos de la Ciudad, de la República y del mundo entero han intentado denodadamente encontrar curas y vacunas, a fin de iniciar una nueva Era de esperanza y certeza social en la que no siga en riesgo constante la población mundial.

Mientras tanto, los sectores productivos y culturales del país y del orbe están intentando recuperar el ingreso deprimido por esta situación, y con justificada ansiedad y exigencia pretenden imponer sus criterios de operación en función de la subsistencia de sus rentabilidades, lo cual muchas veces debilita los criterios de prevención, los protocolos sanitarios y las disposiciones gubernamentales que tienen como único objetivo impedir el avance de la pandemia.

La incomprensión del virus Covid-19 puede llevar a innecesarios enfrentamientos sectoriales, ello no abona para el logro de un objetivo planetario que es el detener el avance de la —aún— poco estudiada pandemia y de sus mutaciones, al tiempo de encontrarse la cura y vacuna para sostener la calidad de vida de la humanidad.

Bajo los principios científicos que hemos asumido como rectores del retorno a la llamada “nueva normalidad”, las autoridades culturales de México y de la Ciudad acordamos privilegiar ante todo el interés sanitario de la población, por muy doloroso que ello pueda resultar ante legítimos intereses económicos que buscan una estabilidad y certeza que, al tiempo, garantice los derechos culturales de habitantes y visitantes de la Ciudad.

Por ello, hacemos un llamado a los sectores empresariales de la cultura para que analicen con ecuanimidad los protocolos y procesos de integración planteados por los gobiernos nacional y local, mismos que están fincados en parámetros científicos y acordados con autoridades culturales de otros países y regiones que han sufrido la pandemia en las dimensiones urbanas que nosotros la estamos padeciendo.

Algunas organizaciones están planteando modelos respetables, pero alejados de las reales condiciones sanitarias y pandémicas de nuestra ciudad: no es lo mismo Israel que México, no es lo mismo Tel Aviv que la Ciudad de México, simple y llanamente basta recordar que el Estado de Israel cuenta con cerca de 9 millones de habitantes y que es una de las naciones con un alto control de la Covid-19: 17,706 casos confirmados y 292 lamentables fallecimientos al día 6 de junio de este año.

En estos momentos cruciales recuperemos la sapiencia de Don Miguel de Unamuno: no nos permitamos no pensar en todo ello para fortalecer la incredulidad, sin sobra de incertidumbre.