El atentado del Cártel Jalisco Nueva Generación contra el secretario de Seguridad del gobierno de Ciudad de México podría ser el indicio del regreso a la guerra contra los cárteles que dominó la estrategia de seguridad de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto. No es una buena noticia, pero daría indicios de que la propuesta de “abrazos, no balazos” no pudo lograr su cometido de disminuir la violencia criminal.
El CJNG ya estaba en la capital de la república desde hace años, quizá de finales de la administración capitalina de Marcelo Ebrard Casaubón en 2012. Fue en la época en que se consolidaron cárteles locales en los bastiones perredistas y luego morenistas. Los jefes delegacionales de entonces, ante una falta de decisión de Estado para impedir la llegada de grandes bandas criminales, prefirieron llegar a acuerdos con los grupos delictivos.
La cartelización de la capital de la república fue una herencia priísta que viene desde tiempos en que Arturo El Negro Durazo fue jefe de la policía capitalina y se instalaron la corrupción, el terror, el crimen y la organización desde el poder policiaco de las bandas de delincuentes. Durazo traía el control del tráfico de drogas en el aeropuerto capitalino como comandante de la Federal de Seguridad. Y a pesar de los datos filtrados desde los EE UU, el presidente López Portillo impuso a Durazo como jefe policiaco de la regencia de Carlos Hank González.
Lo malo de esa época fue la construcción de una estructura policiaca articulada al crimen organizado. Aunque muchos de esos jefes ya no están, sus herederos se hicieron cargo del manejo de la policía y del modelo del viejo régimen de controlar a los delincuentes, no liquidarlos. Cuando los políticos priístas fueron desplazados por los tecnócratas, el neoliberalismo no se preocupó por las fuerzas de seguridad. El último jefe policiaco eficaz en la capital, de manare paradójica, fue Javier García Paniagua, padre del hoy jefe policiaco Omar García Harfuch., en los primeros años de Manuel Camacho como regente.
El dato no es menor. García Paniagua se forjó en el área de inteligencia y seguridad nacional del Estado, pero desarrolló una habilidad política que lo llevó a la antesala de la presidencia de la república en 1981. Como jefe policiaco en el DF tuvo a la delincuencia a raya y nunca hubiera permitido un atentado espectacular como el que padeció su hijo. En esos años de García Paniagua los delincuentes le temían a la policía, y eso que no había torturas ni complicidades.
El atentado contra Harfuch demostró que la estructura de seguridad en la capital de la república carece de rumbo, no tiene enfoques estratégicos, posee una bajísima inteligencia criminal y parece estar rebasada por los cárteles criminales en guerra.
El paso a la violencia terrorista contra un jefe policiaco llevó al CJNG a escalar posiciones de conflicto. La persecución de los EE UU contra ese grupo y la recompensa de 10 millones de dólares por su jefe Nemesio Oseguera Cervantes El Mencho escaló el conflicto ya a una guerra estratégica de baja intensidad. La policía capitalina, por muy avanzada que vaya en su modernización, carece de estructura, capacitación y grado de fuerza para encarar al CJNG y entonces llegó la hora de las fuerzas armadas y la Guardia Nacional especializada en agresiones terroristas.
Si se leen las señales dejadas por el atentado contra Harfuch, entonces se puede prever que viene una etapa de lucha violenta entre grupos por el control del tráfico de drogas en Ciudad de México y mayor presión estadunidense sobre el gobierno mexicano para atrapar a El Mencho y a su estado mayor criminal. El atentado rompió el precario equilibrio de distribución de territorios y mostró la debilidad del CJNG en sus posiciones estratégicas.
Ley de la Omertá
Pocos le han puesto atención a la Operación Python de la DEA contra el CJNG en los EE UU y en México. El presidente Trump avaló de manera directa esas acciones y revalidó la directiva de atacar a los organismos criminales transnacionales no sólo en territorio estadunidense, sino en sus zonas de origen. La acción Python ya movilizó activos de inteligencia y seguridad nacional civil y militar de los EE UU en México para ir acorralando al CJNG. Inclusive, en cuanto a estrategias extremas, el atentado contra Harfuch pudo haber sido una acción del CJNG para atraer la atención del gobierno mexicano.
Las acciones contra los cárteles del narco forman parte de la campaña presidencial del presidente Trump, en tanto que los grupos de narcos mexicanos controlan la venta al menudeo de droga en más de tres mil ciudades estadunidenses. Y lo hacen sin control institucional. Por ello la Casa Blanca está interesada en liquidar a los narcos, quitarles su dinero y congelarles cuentas.
En este sentido, la guerra es de los EE UU contra el CJNG, aunque el campo de batalla violenta será mexicano.
Zona Zero
- El caso de El Marro en Guanajuato es local de México, sin interés estadunidense. José Antonio Yépez es un líder salvaje de los grupos que comenzaron a robar gasolina de los ductos e implantaron una violencia como método de lucha. Inclusive, algunos analistas consideran que El Marro no sabe caracterizar su lucha y utiliza técnicas terroristas que tendrán respuestas de seguridad en la misma intensidad.
- Y también en círculos de analistas de seguridad tienen indicios de que se prepara todo un operativo de blitzkrieg en contra de Ovidio Guzmán López, el hijo de El Chapo, más por presiones estadunidenses que por decisiones mexicanas. El hecho de que ya se tenga lista y en orden la extradición del capo exhibe indicios de que no habrá capacidad de México para resistir las presiones de los EE UU. El conflicto de octubre del 2019, cuando lo atraparon y lo soltaron, tuvo como origen una orden de extradición presionada por los EE UU.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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