Por Rodrigo Vázquez Ortega
México ganó contundemente la elección para ocupar un lugar, como miembro no permanente, en el Consejo de Seguridad de la ONU (CSONU) para el bienio 2021-2022. Con esa legitimidad y el prestigio de una política exterior apegada al Derecho Internacional, es la quinta ocasión –—tercera en el siglo XXI— que logra sentarse en tan relevante mesa. De nuestro país se espera mucho en ese foro, en particular la renovada apuesta a favor de un mundo guiado por reglas claras, que reposicione la agenda del desarrollo, fortalezca al multilateralismo y contribuya a la paz sostenible.
En 2021 es probable que los más de treinta conflictos que se registran en el orbe sigan sin solución, que el unilateralismo y las animosidades entre los cinco miembros permanentes del CSONU (P5) se traduzcan en tensiones geopolíticas y que la carrera armamentista propicie un entorno global inestable e inseguro. Por si fuera poco, la pandemia de Covid-19 despierta desde ahora dudas sobre la capacidad de la economía mundial para recuperarse en el corto plazo y revertir los efectos nocivos del desempleo y el rezago social en la mayoría de las naciones. En este escenario, México está llamado a capitalizar credenciales diplomáticas con iniciativas novedosas y viables, que prioricen la Agenda 2020-2030, aporten a la distensión mediante la concertación y el diálogo y den voz a todos los países.
En los temas de paz y seguridad internacionales, centrales para el CSONU, México podrá hacer un importante aporte a la reglamentación progresiva de las operaciones de mantenimiento de la paz (OMP), para que sean resultado de mandatos apegados a lo que establece la Carta de San Francisco. De igual manera, será instrumental para avanzar en su despliegue efectivo, favoreciendo la paz sostenible. Como se sabe, México y Francia promueven el uso responsable y excepcional de la prerrogativa que tiene el P5 de vetar resoluciones, por lo que abogan por su restricción en casos de atrocidades en masa. Aunque hay avances en la construcción de una norma de autolimitación que aumente el costo político del veto, la iniciativa franco-mexicana requiere nuevo impulso. Habrá que seguir trabajando este tema crucial para la humanidad y promover la reforma del CSONU.
Se advierte que México podrá desplegar una diplomacia asertiva, preventiva, responsable y constructiva, que sea útil para el desmantelamiento de conflictos, incluso en América Latina y El Caribe, donde hay que multiplicar esfuerzos en favor de la estabilidad y unidad de la región. Habrá también oportunidades para que, en la agenda temática, nuestro país impulse sus propias prioridades, como el desarme, el combate al tráfico ilícito de armas y la cooperación para el desarrollo sustentable, con énfasis en salud y prevención de enfermedades, vigilando que el capítulo de la pandemia no se politice ni se empantane en discusiones técnicas. Por otro lado, la política exterior feminista de México cuenta con valiosos recursos para impulsar temas de género y avanzar en la erradicación de la discriminación de la mujer.
La elección de México al CSONU es una excelente noticia. Confirma su buena imagen, activismo y compromiso con las mejores causas de la humanidad.