Un alma rebelde y humorista

 

Alejandro Galindo (14 de febrero de 2006, Monterrey-1 de febrero de 1999, Ciudad de México) destacó por tener una conciencia social que se diferenciaba, notablemente, de la conciencia social de la mayoría de los demás realizadores del cine mexicano. Conciencia social progresista que reflejaba la vida cotidiana y la situación de la clase trabajadora y de la clase media urbanas. Sus películas Campeón sin corona (México, 1945), con David Silva, Amanda del Llano, Carlos López Moctezuma y Fernando Soto, [a] Mantequilla, en la que toma como modelo la historia real de un campeón e ídolo de boxeo, Rodolfo “Chango” Casanova (1915-1980), Una familia de tantas (México. 1948), con Fernando Soler, David Silva y Martha Roth, abordando el asfixiante y prejuicioso mundo de la familia patriarcal, y Espaldas mojadas (México, 1953), David Silva, Víctor Parra y Martha Valdés, sobre la inmigración clandestina de los mexicanos pobres hacia los Estados Unidos, son un ejemplo.

Más cercano al ensayo histórico que al estudio crítico, Emilio García Riera, nos informa, en su libro El cine mexicano (Ediciones Era, México, 1963), que Alejandro Galindo escribió el argumento de La isla maldita (México, 1934) de Boris Maicon, con María Tenorio, Carmen Torreblanca y Raúl de Anda, y que inició su carrera de realizador con Almas rebeldes (México, 1937), con Nancy Torres y Raúl de Anda, comentando que la  carrera de Alejandro Galindo fue una de las más interesante y contradictorias del cine mexicano, apuntando que, después de debutar como realizador, escribió el argumento de Los millones de Chaflán (México, 1938) de Rolando Aguilar, con Carlos López, [a] Chaflán, Emma Roldán y Joaquín Pardavé. Chaflán, con sus enormes bigotes, representa al ranchero grotesco, típico del teatro de carpa mexicano, colocado en un medio —clásico recurso humorístico— que no corresponde al de su extracción social. Al recibir una de sus mejores oportunidades, si no la mejor, el cómico formó con Leopoldo OrtIn la pareja de cómicos más célebres, anteriores a la aparición de Cantinflas. Dado a la alabanza y al vituperio, nuestro ensayista histórico y estudioso crítico escribió que Alejandro Galindo alcanzó cierta notoriedad al realizar dos películas: Refugiados en Madrid (México, 1938) y Mientras México duerme (México, 1938). La primera, apuntó, es la única que se hace en México sobre el tema de la guerra civil española, sobre un argumento de Celestino Gorostiza, Mauricio de la Serna, el propio Galindo, y su hermano Marco Aurelio, y la interpretan Fernando Soler, Domingo Soler, Vilma Vidal, María Conesa y Arturo de Córdoba. El film, así como algunos otros, da a Galindo una tibia reputación de hombre de izquierda. Izquierda precaria, primitiva e inconsecuente, pero izquierda al fin. Ya es bastante dentro de un cine caracterizado por su absoluto apoliticismo, cuando no por la adopción de un punto de vista beato y conservador. Por lo demás, sólo en rarísimas ocasiones el cine mexicano ha tocado algún problema concreto de importancia internacional como el de la guerra española, aunque en el caso del film de Galindo, se haga en forma melodramática de costumbre. El conflicto español no es sino un telón de fondo ante el que actúan una serie de personajes esquemáticos y convencionales. En la segunda, con Arturo de Córdoba, Gloria Marín y Chaflán —sigo a Emilio García Riera— que pretende recoger el ambiente de los bajos fondos, el realizador intenta, por primera vez, dar autenticidad a sus personajes populares. Y quizá sea, en el futuro, el único que lo consiga. Sin embargo, el resto de la obra que Galindo realiza en el período carece de especial relieve.

 

Un rápido recuento de sus primeras películas nos permite descubrir su buen oficio narrativo. Así, entre otras películas, realiza, Corazón de niño (México, 1939), inspirada en el libro D’Amicis (que diríase escrito especialmente para el cine mexicano) y que interpretan Narciso Busquets y otros niños, El monje loco (México, 1940), sobre un personaje tétrico, enormemente popularizado en la radio por Salvador Carrasco, quien lo interpreta en la película, Ni sangre ni arena (México, 1941), una de las más aplaudidas películas con Cantinflas, con Elvia Salcedo, Susana Guízar y Pedro Armendáriz, Konga roja (México, 1943), con María Antonieta Pons y Pedro Armendáriz, película de atmósfera tropical, Divorciadas (México, 1943), “melodramón”, con Blanca de Castrejón y René Cardona, La sombra de Chucho el roto (México, 1944), con Tito Junco, Leopoldo Ortín y Katy Jurado, sobre la historia del célebre bandido. En los siguientes años Galindo realizará sus películas más interesantes. Por ahora, vitupera el estudioso crítico, no es sino uno más en la lista de los realizadores comunes y corriente.

“… es Galindo el único que hace películas que tienen algo que ver con lo popular… Galindo se empeña en descubrirnos al hombre común de la ciudad y, por ello, utiliza con frecuencia a David Silva. Silva, uno de los actores mejor dotados del cine nacional, nos da una imagen auténtica e identificable del mexicano de su época (al menos, el de la ciudad)… Así, Galindo realiza una serie de films que valen, más que por sus historias, tan convencionales como las de cualquier otro director, por su atmósfera y por sus diálogos, de cierta inspiración popular: Campeón sin corona, Esquina bajan (México, 1948) y Hay lugar para… dos (México, 1948), en las que David Silva, a quien acompaña Olga Jiménez, hace el papel de un chofer de autobús  urbano. Debe mencionarse, asimismo, Cuatro contra el mundo (México, 1949), con Tito Junco, Víctor Parra, José Pulido y (“la bella y fatal”, digo yo) Leticia Palma, y, sobre todo, Una familia de tantas, film premiado con varios “Arieles” que aborda los problemas de la clase media y que es uno de los más logrados del director. Lo interpretan Fernando Soler, David Silva y Martha Roth. En cambio, Doña Perfecta (México, 1950), basado en la obra de Pérez Galdós (Benito), con Dolores del Río, Esther Fernández, Carlos Navarro y Julio Villarreal, resulta un film frustrado pese a la buena intención de Galindo…”

Tiempo después, el ensayista histórico y estudioso crítico escribiría: “Una gran novela española de Benito Pérez Galdós fue muy bien adaptada por Alejandro Galindo al México del último tercio del siglo XIX, con la consiguiente lucha entre liberales y conservadores. Estos son representados por la inflexible Doña Perfecta (Dolores del Río), una dama provinciana que obstaculiza los amores de su hija (Esther Fernández) con un ingeniero capitalino liberal (Carlos Navarro). La espléndida escenografía del pintor Gunther Gerzso, a la vez uno de los adaptadores del argumento, contribuye a dar a la película su bien lograda atmósfera de época. Dolores del Río ganó por la cita el Ariel de mejor actuación femenina y Carlos Navarro el de actuación masculina.