El resultado de las encuestas de los últimos días, han puesto muy nervioso al presidente Donald Trump. A lo que se agrega el crecimiento negativo del número de muertos (146,831) y contagios (4,225,600) en lo que se refiere a la pandemia del Covid-19. La Unión Americana va a la cabeza tanto en fallecidos como en infectados en todo el mundo. Al respecto, en una extensa entrevista con el Programa Independiente de Noticias de EUA, Democracy Now, el intelectual americano de izquierda, Noam Chomsky, explicó: “Trump está desesperado…Sólo hay un tema en su mente y ese es la elección. Tiene que encubrir el hecho de que es personalmente responsable de matar a decenas de miles de estadounidenses” (por su mal manejo de la epidemia).
Agrega el escritor: “Es imposible ocultar eso por mucho más tiempo… (por ello busca provocar) enfrentamientos militares…se está moviendo en la dirección de la ley marcial. Puede que hasta intente cancelar las elecciones, no hay cómo adivinar qué podría hacer porque está completamente desesperado. Esas son las acciones de un dictador de segunda en una neocolonia…, como en un país pequeño que sufre un golpe militar cada par de años”.
Donald Trump tiene muchos frentes abiertos. La economía no reacciona lo suficiente y hora tras hora se emponzoñan más sus diferendo económicos y financieros con la República Popular China. De tal suerte, en una reciente reunión virtual de una campaña internacional contra una nueva Guerra Fría con China, que reunió a expertos de varios países incluyendo EUA, China, Reino Unido, India, Rusia y Canadá, los conferenciantes manifestaron el sábado 25 de julio, que los comentarios y acciones agresivas del gobierno dirigido por el magnate neoyorquino representan una amenaza para la paz mundial y una potencial Guerra Fría entre EUA-China es contraria a los intereses de la humanidad.
Conferenciantes de estudios internacionales como John Ross y Jenny Clegg, del Instituto Chongyang de la Universidad Renmin de China, y de la Universidad de Lancanshire Central, respectivamente abundaron en que las amenazas de guerra con Pekín por sí misma serían una catástrofe inimaginable, además de la actitud hostil de Washington con sus ataques verbales y bélicos a Irán, Irak y Libia, además de su salida del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), así como la sanciones unilaterales norteamericanas sobre Irán y Venezuela.
Pese a sus arrebatos de Sheriff del Lejano Oeste frente a las maniobras del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, incluyendo la oferta de recompensas en metálico por la captura de los principales cabecillas del régimen bolivariano, el magnate no ha podido controlar al heredero de Hugo Chávez, manteniendo en el limbo al parlamentario en funciones de “presidente provisional” sin el poder efectivo en las manos, Juan Guaidó.
Y, desde el 25 de mayo pasado, hasta la fecha, EUA sufre una oleada de manifestaciones –pacíficas y violentas, con muertos y heridos–, en casi todos los Estados de la Unión, protestas contra el racismo provocadas por el asesinato del afroestadounidense George Floyd, a manos del policía blanco Derek Chauvin, y la impasibilidad de otros tres agentes policiales. En lugar de amainar, las manifestaciones se han intensificado en las calles de innumerables ciudades de Norteamérica.
Desde el 26 de junio el presidente Trump firmó una orden ejecutiva para lo que consideró una “medida de protección hacia los monumentos federales”, cuando los focos de las protestas raciales se centraron en el derribo de estatuas del pasado racista de la Unión, consagradas a personajes históricos como Thomas Jefferson o George Washington en Portland, Oregón y otros lugares. Identificándose como el representante de la “ley y el orden”, Trump envió agentes federales –pertenecientes a una nueva unidad del Departamento de Seguridad Nacional del Servicio de Alguaciles y de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP)– para frenar la violencia de los altercados nocturnos, imponiendo su fuerza y extendiendo su autoridad incluso en la represión de protestas activas hasta el momento. Grave error.
La polémica decisión del mandatario de enviar agentes federales desde hace varias semanas a Portland, fue contraproducente, los disturbios se han replicado en otras ciudades: Seattle, Washington, Nueva York, Los Ángeles, Austin, Louiville, Oakland, Chicago, Richmond…en donde se produjeron el último domingo de julio graves enfrentamientos entre civiles y policías, saldándose con un total de 45 detenciones sólo en Seattle y una veintena de agentes heridos.
La publicación de videos de varias detenciones injustificadas por parte de agentes federales, no ayudaron nada a imponer la paz. Las imágenes suscitaron el enojo y extendieron la indignación de miles de manifestantes, que consideraron el comportamiento policiaco propio de países sometidos a dictaduras, muy lejanas al sistema democrático.
Las órdenes del gobierno federal se cumplían a pie juntillas: detener a manifestantes pacíficos sin identificarlos, bajo el lema “ley y orden”, en una maniobra incendiaria y no exenta de polémica, para recuperar el control de Portland y otros lugares. Estos enfrentamientos representan, de hecho, un pulso entre las autoridades federales y estatales. Es decir, entre republicanos y demócratas, quienes consideran que el ambiente y la violencia han empeorado desde que llegaron los federales a Portland.
Lo cierto es que la historia reciente de EUA cambió desde el 25 de mayo de 2020, recordado como el fatídico día en el que ocho minutos y 46 segundos de agonía culminaron con la muerte del infortunado negro) George Floyd a manos de la policía. Una vez más, se puso en evidencia la nunca curada vieja herida de racismo y abuso policial.
Demasiada carga emocional para que la vida transcurra normalmente en EUA; las calles en muchas ciudades americanas se han llenado de manifestantes reclamando justicia y exigiendo el recorte de recursos económicos destinados a la policía. El movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan) cambió de realizar protestas pacíficas dentro y fuera del país, ganando millones de simpatizantes en todo el mundo.
No podía ser de otra manera. En los últimos 50 años poco ha cambiado la actitud policiaca frente a los disturbios raciales y la muerte de ciudadanos negros. Periódicos como The Washington Post informan que más de 1,000 estadounidenses anualmente mueren por abusos policiacos. El dato más preocupante es que de esas muertes, arriba del 30 por ciento pertenecen a la minoría negra no obstante que los afroestadounidenses apenas representan el 16 por ciento de los habitantes de EUA. Asimismo, otro estudio demuestra que uno de cada 1,000 hombres y niños negros, serán asesinados por la policía durante el curso de su vida. Situación que ha sido denunciada incesantemente a lo largo de la historia.
Pese a estos datos, Trump parece ignorarlos. En el mes de junio pasado, el despliegue del Ejército en Washington y de la Guardia Nacional en ciudades importantes para controlar la furia de miles de personas se caracterizó por el polémico uso de gas lacrimógeno, balas de goma y granadas de contusión contra la multitud. Desde hace más de dos meses, la actitud policiaca –ahora con los agentes federales–, continúa igual o peor.
En todos los sentidos la gran potencia está en crisis: en lo sanitario, en lo político, en lo económico y en lo social. En plena pandemia del coronavirus, superando recórds históricos de solicitudes de apoyo por desempleo, la crispación por la desigualdad social que sufre la comunidad negra lejos de disiparse va en aumento. La insensibilidad político racial del presidente Trump se palpa en diferentes aspectos, como en su ausencia en las honras fúnebres por la muerte del octogenario congresista John Lewis –el compañero de ruta y de lucha por los derechos humanos de Martín Luther King–, que falleció el 17 de julio. Por el contrario, a la capilla ardiente montada en la Rotonda del Capitolio, en Washington, sí acudieron el aspirante demócrata a la presidencia, el ex vicepresidente Joe Biden, así como la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi. Este acto mortuorio fue otro ejemplo de la lucha entre los dos partidos políticos por la Presidencia de la Unión Americana.
Mientras son peras o manzanas, las protestas ininterrumpidas en el vecino del norte continúan. El pasado fin de semana las manifestaciones pacíficas se tornaron violentas dejando como saldo un asesinato, un herido por impacto de bala, un atropello, gaseo de protestantes y decenas de detenidos en varias ciudades. A menos de cien días de las elecciones, ocho estadounidenses de cada diez, consideran que el país va en dirección equivocada; sólo 32 por ciento aprueba la gestión de Donald Trump contra el Covid-19 y 38 por ciento da el visto bueno en economía, de acuerdo a una encuesta de The Associated Press.
Tal y como declaró Noam Chomsky en la entrevista citada, Trump necesita algo dramático para ganar las elecciones del 3 de noviembre, “se está moviendo en la dirección de la ley marcial, puede que hasta intente cancelar las elecciones, no hay cómo adivinar qué podría hacer porque está completamente desesperado…no hay precedente para enviar fuerzas militarizadas para controlar una ciudad en oposición…con el propósito totalmente claro de generar confrontaciones que de alguna manera podrían salvarlo de una derrota electoral…el punto es que no puede perder, primero porque es sicológicamente incapaz de perder, y, segundo, si pierde, podría estar enfrentando problemas legales serios, ya por ahora tiene inmunidad”.
A poco menos de cien días de los comicios, sin que esto sea seguridad de nada, las encuestas más recientes le conceden al demócrata Joe Biden una ventaja media de más de 8 puntos sobre su rival republicano; algunos le dan, incluso, hasta 15 puntos. Desde 1996, cuando se enfrentaron Bill Clinton y Bob Dole no se daban previsiones de diferencias de dos dígitos entre ambos contendientes. La suerte está echada. El tiempo transcurre muy rápido. VALE.