Los Acuerdos de Abraham

Este 13 de agosto el presidente Donald Trump anunció un acuerdo “histórico” que permitirá establecer relaciones diplomáticas entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, dando lugar, además, a una declaración suscrita por el propio mandatario, el premier israelí Benjamín Netanyahu y el príncipe heredero Mohamed bin Zayed, de Emiratos, expresando todos ellos la esperanza de que “este logro histórico ayude al avance de la paz en Medio Oriente”.

El documento, que se firmará en Washington “en un futuro no distante” quiso ser bautizado como “Acuerdos de Abraham”, en alusión al pacto que, según la Biblia, libro del Génesis, suscribió Dios con Abraham, diciéndole: “De ti nacerán muchas naciones… serás el padre de muchas naciones”.

Sin embargo, mientras el pueblo elegido por Dios, entre esas naciones, es para la Biblia el de los judíos, descendientes de Isaac, hijo de Abraham y de Sara, el Corán lo niega, pues dice que los árabes o ismaelitas, descendientes de Ismael, hijo del patriarca y de Agar son el pueblo elegido.

Al margen del significado, según la Biblia o el Corán, del documento que se vaya a firmar, su trascendencia será mayúscula si despeja el camino hacia un entendimiento entre los países árabes e Israel que se traduzca en la paz y la cooperación en los más diversos ámbitos de las relaciones internacionales.

Pero el camino no es fácil de despejar porque hay derechos que deberían preservarse, actores poderosos enfrentados, intereses legítimos y también deshonestos, cinismo, escrúpulos, pasiones y tabúes.

 

Los hechos recientes y remotos

Antecedente de los mencionados Acuerdos, fue otro, el “Acuerdo del Siglo” que Trump presentó el 27 de enero, en Washington a Netanyahu y a Benny Gantz, su socio en el gobierno, y que propone crear un Estado palestino caricaturesco, una especie de bantustán –los guetos de negros en la Sudáfrica del Apartheid.

Derivado de las propuestas del “Acuerdo del Siglo”, que reducirían el territorio-gueto –bantustan– Netanyahu se proponía iniciar el 1º de julio la anexión de una parte de Cisjordania. Tal pretensión, sin embargo, dio lugar a la protesta y oposición internacional, y en el mismo Israel y a que Jared Kushner, uno de los autores del “Acuerdo” y yerno de Trump, “frenara los ardores” anexionistas del premier –dice The New York Times.

Además, el embajador emiratí ante Washington, Yusef Al–Otaiba, expresándose en hebreo en el periódico israelí Yediot Aharonot, advirtió a la opinión pública que la anexión de tierras de Cisjordania daría al traste con la cooperación existente entre Tel Aviv y los estados del Golfo, en campos tales como seguridad, economía y cultura.

Aprovechó el diplomático la oportunidad para calificar nuevamente a Hezbola como “organización terrorista” y para condenar la violencia de Hamas. Hizo notar, además, que “Israel y los Emiratos Árabes Unidos comparten dos ejércitos que son los más capaces en la región, así como la preocupación ante el terrorismo y la agresión”. Afirmaciones que pueden considerarse una nueva declaración de guerra a Irán, el patrón de Hezbola.

Otros hechos, recientes y antiguos –muy antiguos– están detrás del acercamiento entre Israel y Emiratos con vistas a establecer relaciones diplomáticas: Según el columnista de inteligencia del periódico israelí Haaretz, Yossi Melman, desde 1970 hay contactos entre los jefes de inteligencia del Mossad y sus homólogos emiratíes, que se han traducido tanto en cooperación entre gobiernos como en negocios privados de venta de bienes y servicios.

No solo eso, sino que durante el mandato del presidente George W. Bush, funcionarios israelíes de visita en Washington se reunían en secreto con el ya mencionado embajador Yusef al–Otaiba. Aunque en 2010 el asesinato, presuntamente perpetrado por Israel de un militante palestino provocó la interrupción de las comunicaciones entre ambos, éstas se reanudaron en 2011, y se dio la venta de tecnología de armas a los emiratos.

De hecho, la alianza de Abu Dhabi a la potencia norteamericana y su enorme interés en el desarrollo militar y tecnológico le ha acercado al Estado hebreo, con el que ha establecido una importante cooperación en materia de seguridad y espionaje.

Entre los variados contactos de responsables de uno y otro país, el ya citado cotidiano Haaretz informó que en septiembre de 2012 Netanyahu se reunió en secreto, en un hotel de Nueva York, con el canciller de Emiratos, Abdallah Ben Zayed. Asimismo, en 2016 el embajador israelí en la ONU viajó a Dubai, presumiblemente para tratar el tema Irán.

Al lado de estos contactos políticos –y en materia de seguridad– se dieron otros de carácter deportivo y cultural, sobre promoción de inversiones y demás. Entre ellos, la exitosa participación de campeones israelíes de judo en el campeonato internacional de Abu Dhabi, en 2017 y 2018 –en esta última competencia se tocó el himno Hatikvah.

Estas relaciones, la mayor parte solapadas, que previsiblemente culminen en su oficialización como vínculos diplomáticos, contrarían el llamado Plan Abdallah, “piedra angular de la diplomacia árabe”, promovido por Arabia Saudita, adoptado de manera unánime por los Estados árabes en 2002, y que condiciona el reconocimiento de Israel a la creación de un Estado palestino en los territorios de 1967 –Cisjordania y la franja de Gaza– con Jerusalén Este como capital.

Aunque no sería ciertamente Emiratos el primer Estado árabe en reconocer a Israel sin que se cumpla tal condición, pues Egipto ya lo hizo en 1979, lo que provocó que los radicales islamistas asesinaran al “traidor” Anuar el Sadat; Husein de Jordania estableció igualmente relaciones diplomáticas, en 1994, con Tel Aviv; y también lo hizo la República Mauritania en 1999 –pero las rompió en 2009.

Pronunciamientos

Para los Emiratos, en palabras del príncipe heredero de Abu Dhabi, jeque Mohamed ben Zayed Al–Nahyane, el acuerdo con Israel pone fin a nuevas anexiones de los territorios palestinos. Es, comenta por su parte el mencionado embajador emiratí, una “victoria” de la diplomacia, un progreso en las relaciones de Israel y los países árabes y “preserva la opción de dos Estados (israelí y palestino), defendido por la Liga Árabe y la comunidad internacional”.

La opción de dos Estados, que también fue mencionada por el canciller de Emiratos, es una cuestión soslayada en los pronunciamientos estadounidenses e ignorada por Trump –Washington, en palabras del secretario de Estado, Mike Pompeo, expresa únicamente su esperanza de que el acuerdo Israel–Emiratos sea el primero de otros “que den fin a 72 años de hostilidades en la región”.

Por supuesto, los planteamientos de Netanyahu han ido por otro camino cuando declara: “he conseguido la paz”, pero añade, con toda desfachatez: “haré la anexión”. Por otra parte, en un programa de televisión se ha comparado con Yitzhak Rabin y Menahem Begin, artesanos de los tratados de paz con Egipto en 1979 y con Jordania en 1994. Es de señalarse, finalmente, que el premier afirma, desafiante, que ha conseguido “una paz verdadera, surgida de la fuerza y del poder. La única que es durable”.

Francia se ha congratulado de la decisión del Estado hebreo de suspender la anexión de territorios palestina, no sin precisar que tal suspensión debe ser definitiva. Macron, por su parte, hizo notar al presidente Mahmud Abbas de la Autoridad palestina que para Francia el reinicio de las negociaciones para alcanzar una solución justa y respetuosa del derecho internacional continúa siendo una prioridad.

En el mismo sentido aprobatorio y de felicitación se ha pronunciado el mariscal Sissi, raïs egipcio y los gobiernos de Bahrein y Omán. Jordania dijo, sin embargo, que el acuerdo traerá la paz “solo si es un incentivo para acabar con la ocupación israelí de los territorios ocupados y lleva a la creación de su Estado.

La ONU, a través de su secretario general, António Guterres, también aplaudió el acuerdo entre Israel y Emiratos, que considera “una oportunidad” para retomar el diálogo israelí–palestino que desemboque en la solución de dos estados, de conformidad con las resoluciones de la ONU, y el derecho internacional.

Como puede observarse en este recorrido, los Acuerdos de Abraham han dado lugar a felicitaciones cálidas, a otras discretas o solo a silencio. Es el caso del Magreb norafricano cuyos países, con excepción de Mauritania, no se pronuncian porque, dicen expertos, su opinión pública es muy pro palestina y además “imagina que detrás de cada palmera hay un espía del Mossad”.

Faltaba, sin embargo, el posicionamiento de Arabia Saudita que se esperaba con particular interés, por su peso y liderazgo en el mundo musulmán y árabe, que finalmente llegó el miércoles 19 a través de la declaración del jefe de la diplomacia saudí, Faisal bin Farhan.

El diplomático dejó claro que Saudi Arabia no establecerá relaciones con Tel Aviv mientras no haya Estado palestino. Ratificó, el compromiso del Reino del Desierto con la iniciativa de Paz Árabe –el Plan Abdallah al que ya me referí– que condiciona el reconocimiento de Israel a la creación de un Estado palestino en los territorios de 1967 –Cisjordania y la franja de Gaza– con Jerusalén Este como capital.

Aun cuando suavizó sus declaraciones al afirmar que el acercamiento entre Abu Dhabi y Tel Aviv puede “ser visto de forma positiva”, insistió en que una vez que se haga realidad lo propuesto en la Iniciativa Árabe, todo será posible.

Se dio, como es lógico, el pronunciamiento de la Autoridad palestina, que califica al acercamiento de Abu Dhabi a Tel Aviv y el inminente establecimiento de relaciones diplomáticas como una “traición a la causa palestina”; y el de Hamas que lo ha condenado, considerando que niega los derechos del pueblo palestino. El presidente Mahmud Abbas reclama una reunión de urgencia de la Liga Árabe.

También Turquía e Irán critican con acritud el acuerdo diplomático de Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Para Ankara es una traición a la causa de los palestinos, afirmando que Abu Dhabi no tiene autoridad para negociar con los israelíes en su nombre ni en el de Palestina asuntos vitales para los palestinos. Irán, por su parte, dice que el pacto es “una puñalada por la espalda a los palestinos y a los musulmanes”.

 

Trampas y nuevos escenarios

Los Acuerdos de Abraham y el Acuerdo del Siglo, al margen de los aspectos positivos que pudieran tener son, para Trump recursos que emplea en su lucha desesperada por reelegirse, ya que se está presentando como negociador por excelencia y el artífice de nuevas y mejores realidades en Medio Oriente. Fortalece su relación con iglesias evangélicas maridadas con Israel, que le han dado grandes lotes de votos. Además de que el yerno Kushner seguramente haciendo negocios con los círculos financieros de las monarquías del Golfo.

Netanyahu también aprovecha los Acuerdos, estas relaciones de Israel con Emiratos que hacen visible lo que ya existe. El premier se servirá políticamente de esto para sortear su comprometida situación de imputado por delitos y sujeto a proceso.

Tendrá, por otro lado, la satisfacción de gobernar a un país que, en el nuevo escenario geopolítico podrá ser la potencia dominante en Medio Oriente, teniendo como socios a países del Golfo, poco o nada democráticos, pero con enormes recursos económicos.

Pretenderá, desde luego, que no haya Estado palestino, con las consecuencias que ello implica de violación los derechos de un pueblo y con los riesgos, que su arrogancia no quiere ver, de un Israel con mayorías de palestinos y la polarización de estas mayorías legítimamente indignadas por ser despojadas de su patria, frente y contra la minoría de judíos, que serán identificados como los invasores de territorio ajeno y explotadores de las mayorías.

Irán, declarado enemigo por los Estados Unidos de Trump, y Turquía verán, a primera vista, disminuida su influencia. Sin embargo, ambos son países con poder e influencia en la región que, además de que pudieran concertar alianzas estratégicas entre ellos, no es remoto que las consoliden con las potencias no occidentales –léase Rusia y China– en un escenario que Washington ha abandonado.

No debe ignorarse, por último, que los pueblos de los países árabes viven una efervescencia, indignados contra los poderes vigentes corruptos y que violan sus derechos y libertades. Y que llegue a darse una segunda primavera árabe, en la violencia.