Del gastado estereotipo del “gordito feliz” se ha pasado a una lamentable situación, las tres cuartas partes de los mexicanos tienen sobrepeso u obesidad; en otras palabras: siete de cada diez personas son gorditas, aunque no necesariamente felices, porque el aumento de peso causa una serie de malestares físicos, emocionales y económicos.
El problema es muy importante, según datos no solo de la Secretaría de Salud, sino también de una entidad internacional, que no es la Organización Mundial de la Salud (OMS), calumniada y difamada actualmente, sino la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Por hacerse de la vista gorda
Todo empezó a agravarse en México hace unos 25 años, en el llamado periodo neoliberal, pero eso no lo afirmó el satanizado doctor Hugo López Gatell, sino el glorificado secretario general de la OCDE, Ángel Gurría, en enero pasado, durante la presentación del libro The Heavy Burden Obesity (La pesada carga de la obesidad), de la OCDE.
Refirió: “Aproximadamente 73 por ciento de la población mexicana tiene sobrepeso (en comparación con una quinta parte de la población en 1996). México tiene una de las tasas de obesidad más altas de la OCDE. Además, 34 por ciento de los obesos son obesos mórbidos, el nivel más alto de obesidad”.
Con datos más recientes, de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018, presentados el 20 de agosto pasado por el doctor Simón Barquera, director del Centro de Investigación en Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, en la conferencia vespertina sobre Covid-19, más de 75 por ciento de la población adulta tiene sobrepeso u obesidad; en escolares, el sobrepeso y obesidad aumentaron 87 por ciento en los últimos 18 años.
Por su parte, la OECD en el libro mencionado destaca que tenemos una de las tasas más elevadas de obesidad: casi uno de cada tres adultos es obeso. “Como consecuencia, los mexicanos viven en promedio 4.2 años menos debido al sobrepeso, la mayor reducción en esperanza de vida de todos los países analizados”.
En el estudio Mexico attempts to tackle obesity: the process, results, push backs and future challenges (México intenta bloquear la obesidad: el proceso, resultados, retrocesos y desafíos futuros) publicado hace siete años en la revista Obesity, el doctor Juan Ángel Rivera y colaboradores refería que en 2010 se estimaba que 75 por ciento de los fallecimientos en México eran causados por enfermedades no transmisibles, y que la obesidad y las dietas pocos saludables estaban entre los seis principales factores de riesgo de mortalidad.
El peso de las evidencias
Esas precarias condiciones de salud se agravaron por la epidemia de Covid-19 en México: “la obesidad, la diabetes y la hipertensión se asociaron significativamente con la gravedad de Covid-19 a su ingreso hospitalario; además la asociación de la obesidad fue más fuerte en pacientes menores de 50 años”, refieren Barquera y colaboradores en el trabajo The association between obesity, type 2 diabetes, and hypertension with severe COVID-19 on admission among Mexicans (La asociación de obesidad, diabetes tipo 2 e hipertensión con la gravedad de COVID-19 en mexicanos a su ingreso), próximo a publicarse en la revista Obesity.
Así que estas evidencias médicas explican, en parte el número de defunciones causadas por el virus SARS_CoV-2 que en poblaciones más saludables tiene una baja letalidad.
Al margen del número de contagios y defunciones, registrados por algunos medios como si fueran marcas deportivas, lo preocupante es también que ya desde antes de este aparentemente interminable 2020 había datos que advertían de la grave carga de la obesidad.
“El sobrepeso representa el 8.9 por ciento del gasto en salud; y reduce la producción del mercado de trabajo en una cuantía equivalente a 2.4 millones de trabajadores a tiempo completo por año. Todo ello se traduce en que el sobrepeso reduce el PIB de México en un 5.3 por ciento, el mayor impacto registrado entre los países analizados”, lo consigna la OCDE en su libro.
De ahí que ahora las políticas de salud se enfoquen a diferentes estrategias integrales para reducir el sobrepeso, como el etiquetado frontal de los productos envasados, la introducción de educación para la salud en las escuelas, la restricción de puntos de venta de alimentos chatarra y otras más que irá incorporando el Grupo Intersectorial para la Salud Alimentario, el Medio Ambiente y la Competitividad, que sean “compatibles con los objetivos del desarrollo sostenible, que permitan equidad, disminución de la pobreza, que permitan bienestar, salud, y también que permitan mayor desarrollo económico”, refirió el doctor Simón Barquera.
Por eso no se trata de una lucha de López Gatell contra Gansito, sino una política sanitaria de Estado en pos de una vida saludable.
@RenAnaya2
f/René Anaya Periodista Científico
