Por Marina del Arenal

 

[Buenos Aires, viernes] 3 de mayo 1929
La musa, muy de mañana, me saca de la cama a puntapiés.
Alfonso Reyes Ochoa, Diario, 1927-1930

 

La importancia que tuvo la Antigua Grecia en la vida de Alfonso Reyes es evidente. La figura femenina no quedó exenta de ello, al contrario, fue la fuente principal que inspiró al regiomontano para crear gran parte de su obra. Ejemplo de ello son las musas, quienes inspiran, en cualquier ámbito artístico, a todo aquel que se acerque a ellas.

Nueve son las musas de la mitología griega, quienes nacen en un contexto cuyo origen no se sabe. En un primer momento, las narraciones míticas se contaban y cantaban de generación en generación por los aedos[1] de manera oral, debido a que no tenían conocimiento de la cultura escrita: “en la época de la oralidad contribuían algunos apoyos mnemotécnicos, como la reiteración de motivos típicos, las fórmulas poéticas y los epítetos singulares y tópicos de los personajes […], que permitía una improvisación más rápida y fluida de los versos”.[2]

En cada una de las historias aparecían figuras que con el paso del tiempo conformaron la vida cotidiana y la religión de los griegos. Esta última no estaba sujeta a ningún dogma: la imaginación, la memoria y los textos antiguos eran la base de la religión griega.[3]

Con la llegada de la escritura alfabética (derivada de la fenicia) nace la literatura más antigua de Europa, esto es, a finales del siglo IX y principios del siglo VIII antes de Cristo.[4] Homero y Hesíodo fueron los primeros poetas en recoger dichas narraciones. La inspiración de los poetas seguía proviniendo de las musas, hijas de Mnemosine, diosa de la memoria. Así lo demuestran los poetas en el comienzo de la Ilíada y la Teogonía:

Ilíada: La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles.[5]

Teogonía: Comencemos nuestro canto por las Musas Heliconíadas, que habitan la montaña grande y divina del Helicón.[6]

Las nuevas musas simbolizaban “la primacía de la Música en el Universo”[7]. Ellas acompañaban a todas las divinidades con sus coros e himnos, pero también estaban presentes en la vida de los hombres, para transmitir: “elocuencia, persuasión, sabiduría, Historia, Matemáticas, Astronomía.”[8] El mismo Hesíodo menciona que son ellas quienes aconsejaban palabras sabias a los reyes, con el fin de evitar conflicto y establecer la paz, además de otorgarles el don de la dulzura.[9] Los cantores eran los servidores de las musas, y según el mismo poeta: cada vez que ellos cantaban “las proezas de los hombres del pasado o a los dioses”, las preocupaciones se olvidaban en el momento.[10] Incluso, gracias a la memoria y al canto, ejercido por aedos y poetas, nace y se constituye la mitología griega.[11]

Asimismo, es importante señalar que se tiene registro de dos grupos de Musas que habitaban en Tracia y Beocia. El primero se encontraba cerca del monte Olimpo y tenía una estrecha relación con el mito de Orfeo y el culto al dios Dionisio (en la poesía eran conocidas con el nombre de <<las Piérides>>[12]). Mientras que el segundo, se localizaba “en las laderas del Helicón”,[13] las Musas dependían del dios Apolo, quien dirigía “sus cantos en torno a la fuente de Hipocrene”.[14] Asimismo, el número nueve que conformaba este grupo de jóvenes se estableció desde la época clásica, quedando en la lista[15]: Calíope, Clío, Erato, Euterpe, Melpómene, Terpsícore, Polimnia, Thalía y Urania.[16]

Con la llegada del cristianismo y la razón, las musas y, por ende, la mitología, fueron desplazadas,[17] pero su espíritu quedó siempre presente en el arte. A lo largo del tiempo, poetas, escultores y pintores, nos recuerdan la importancia de estar inspirados y transmitir un mensaje, a partir de aquellas a quienes se les consideró un peligro. Alfonso Reyes muestra la relevancia que tienen los personajes que conformaron la vida del antiguo griego: “Acudió al llamado de sus musas y cumplió lo que muchos dibujan sólo en la intención.”[18] Afirmó en algún momento Alfonso Rangel Guerra. Desde muy temprana edad, el joven toma la decisión de sumergirse en un mundo en donde la fantasía, el intelecto y la sabiduría están vivos, lo que dio lugar a que la musa, este ser enigmático y maravilloso, se viera reflejado en su obra, como se observa en el siguiente poema:

 

DE MI PRISMA

OTRO INVOQUE a la Musa de ceño rudo

    que esquiva de sus labios las ricas mieles,

 y admire más a Fidias que a Praxiteles

y el pliegue de la túnica más que el desnudo.

En el arte lo ingenuo tentarme pudo.

 ¡Que las Minervas porten fieros broqueles!

Yo prefiero la fresca flor de las pieles

y la mamila erecta por solo escudo.

Los ojos de Calíope resultan fieros:

amo más los de Filis, por lo sinceros;

 y si a veces prefiero los de Melchora,

es porque en la zampoña gimo y deploro

no revivir la gracia del siglo de oro

que confunde la reina con la pastora.[19]

 

Reyes se deja iluminar por sus propias musas, aunque algunas de ellas no coinciden con las mencionadas anteriormente. Ejemplo de ello y el más conocido es Ifigenia, personaje que lo ayuda a desahogar su dolor personal y a crear su poema Ifigenia Cruel en 1924. Asimismo, Penélope o Afrodita, quienes no formaban parte del círculo griego, acompañaron al escritor a lo largo de su vida, además de Mnemosine, Clío, Melpómene, Electra, Antígona y Atenea. Cada una inspiró al poeta en su vida intelectual y personal, inspiración que veremos a continuación:

Mnemosine. Madre de las nueve musas: “Zeus se unió con ella en Pieria durante nueve noches seguidas, y al cabo del año le dio nueve hijas: las Musas.”[20] La antítesis de ese personaje es Lete, el Olvido, hija de la Discordia y madre de las tres Gracias.”[21] Pareciera como si este personaje se hubiera quedado estancado en el tiempo, y que sólo hubiera sido un referente para el pueblo griego. Sin embargo, Reyes nos recuerda, en cada una de sus obras, la importancia que tiene la Memoria en nuestra vida, la trascendencia de recordar y lanzar la mirada al pasado. Fue gracias a esta figura que Reyes inició sus primeros textos y quien lo ayudó a crear los XXVI tomos de sus Obras Completas.

Clío. Posiblemente un buen historiador diría que Reyes no formaba parte de su círculo científico, aunque hubiera escrito pasajes que narraran momentos históricos de la vida humana. Sin embargo, lo interesante de la mano del regiomontano es la manera en cómo trata y recrea esta disciplina. Esto lo podemos apreciar, primero que nada, en Visión de Anáhuac (1519), en la que Reyes le presenta al lector una imagen muy diferente entre el encuentro de dos culturas. Durante su estancia en Madrid colaboró en el Centro de Estudios Históricos[22] y realizó textos destinados para periódicos como EI Imparcial y El Sol, para la sección “Geografía e historia”[23]. Él mismo hace alusión a Clío[24] en el prólogo del tomo V de las Obras Completas, en el cual resalta la historia europea y mexicana del siglo XIX[25]: “Intervención napoleónica en México y sus antecedentes”, “Hacia la unidad italiana”, “La Guerra de Crimea”, “La reconstrucción de Alemania”, por mencionar algunos. Su trayectoria histórica continúa con “Pasado inmediato”, texto que inicia con una invitación al lector para que aprecie el tiempo que acaba de pasar,[26] o, “Última Tule”[27], pensamiento que destina a América, así como su texto leído en Buenos Aires: “México en una nuez”. Sin olvidar, por supuesto, los guiños históricos que hace sobre la Grecia Antigua en el tomo XVIII: “Estudios helénicos” y “El triángulo Egeo”.[28] Al alzar la mirada a esta musa, el regiomontano nos recuerda que, precisamente, siempre debemos recordar, traer el pasado al presente, saber quiénes somos y de dónde venimos (un guiño que de igual manera hace cuando termina su Ifigenia Cruel en 1924).

Ifigenia. Al igual que todas las figuras de la mitología griega, Ifigenia ha tenido muchas variantes, en cuanto a su historia y personalidad. Ejemplo de ello es Ifigenia entre los tauros, cuya obra el personaje se modela a partir de tres mujeres que formaban parte de la vida de los griegos. Es Eurípides quien inventa la historia de la joven convertida en sacerdotisa en la región de Táurica[29]:

 

la diosa ática identificada con Ártemis (Ártemis–Ifigenia o <<protectora del parto>>), la cual recibía culto en Halas y Braurón en la costa norte del Ática; la diosa táurica que, según Heródoto (IV, 103), <<los mismos Tauros llamaban Ifigenia, hija de Agamenón>>; y finalmente la Ifigenia humana, hermana de Orestes, Electra y Crisótemis e hija de Agamenón y Clitemnestra.[30]

A pesar de las distintas versiones que puede tener un personaje, siempre permanece la esencia del mismo. Son recreaciones literarias que en su momento histórico fueron transformadas por la épica, lírica y tragedia, además del toque personal que le da el autor.[31] Carlos García Gual afirma que las nuevas interpretaciones[32] “enriquecen admirablemente el mensaje de los mitos, […] la forja de nuevas versiones sobre el esquema básico, que tiene ciertos motivos invariables.”[33]

No es gratuito que el regiomontano la haya elegido para desahogar su dolor personal: la muerte de su padre y su exilio voluntario del país. Alfonso Reyes le vuelve a dar vida al personaje, al proponer una nueva interpretación del mismo, pero sin quitarle su esencia.

Melpómene. En el siglo V antes de Cristo, los trágicos griegos inmortalizan la mitología a través de sus representaciones teatrales, ejemplo de ello, es la trascendencia y el impacto que han tenido en Occidente a través de los años. Alfonso Reyes lo sabe, así lo menciona en su “Comentario a la Ifigenia Cruel”:

La tragedia es, desde luego, humana, pero universalmente humana, en cuanto sumerge al hombre en el cuadro de las energías que desbordan su ser. […] al griego sus propios dolores se le representaban como ecos de un mal general: él no era más que una oreja en la conciencia dolorida del universo. Éste era, precisamente, el consuelo, ésta la alegría fundamental de la vida griega: que el hombre no estaba a solas con su dolor, que su dolor mismo no era exclusivamente suyo. Esto era también lo que hacía posibles la desesperación y el desahogo dionisíacos: el duelo era comunicable al mundo.[34]

Un pensamiento que lo condujo a realizar su primera obra: Las tres electras del teatro ateniense, en donde menciona que “en la tragedia antigua hay el reflejo de la tragedia universal”.[35] Melpómene acompañó a los trágicos griegos Esquilo, Sófocles y Eurípides para crear sus obras, y siglos más tarde, esta musa ilumina nuevamente al regiomontano para estudiar e interesarse por Grecia, su religión y mitología. Este fue el camino trazado por Reyes, camino que lo llevó a convertirse en un personaje universal y legendario:

Pueblo me soy: y como buen americano, a falta de líneas patrimoniales me siento heredero universal. […]. Mi arraigo es arraigo en movimiento. El destino que me esperaba más tarde sería el destino de los viajeros. Mi casa es la tierra. Nunca me sentí profundamente extranjero en pueblo alguno, aunque siempre algo náufrago del planeta. Y esto, a pesar de la frontera postiza que el mismo ejercicio diplomático parecía imponerme. Soy hermano de muchos hombres, y me hablo de tú con gente de varios países. Por dondequiera me sentí lazado entre vínculos verdaderos.[36]

La universalidad de Reyes no sólo se logra por el conocimiento y experiencia que fue adquiriendo a lo largo de su vida, sino también en el momento en que escenifica Ifigenia Cruel. Melpómene le ayudó a crear otra interpretación de la figura de Ifigenia, con el fin de aliviar tanto su dolor personal, como todo el sufrimiento humano.

Electra. Hermana de Crisótemis, Ifigenia y Orestes, influye en la primera gran obra de Alfonso Reyes Las tres electras del teatro ateniense, realizada en 1908 y con la que el poeta inicia “Cuestiones Estéticas” y aquello que terminaría por convertirse en los XXVI volúmenes de sus Obras Completas. Su texto inicia con el dolor de la Casa de Tántalo y la luz de Electra que ilumina una familia maldecida por generaciones atrás.[37] Posteriormente, el lector se adentra, poco a poco, en las obras de los trágicos griegos.

En Esquilo, la joven muestra una fuerza emocional al encontrarse frente a la tumba de su padre y del exilio de su hermano Orestes.[38] Sófocles, evidencia aún más a la joven virgen, al entablar un diálogo con Crisótemis, mostrando la rebeldía y tenacidad de la primera.[39] Mientras que Eurípides presenta, por un lado, a una Electra que lucha “contra los hombres y los acontecimientos adversos”[40] y, por otro, a unos personajes menos divinizados[41].

En cada una de las versiones se observa cómo Electra, al dar muerte a su madre y Egisto (los “traidores de la familia”), saca su coraje, su fuerza, para pedir justicia por el padre asesinado; se evidencia carácter, fortaleza, pero también dolor, sufrimiento, llanto, sostenidos por el deseo de venganza, acción ejercida no sólo en la mitología griega, sino también por toda la humanidad. Asimismo, dicha figura le sirve a Reyes para demostrar la importancia del coro: la “carga emocional”[42] representada en la tragedia griega.

Antígona. Representa la fuerza, revelación, tenacidad, convicción, que en Reyes se observa cuando decide cambiar de camino y optar por desarrollar su vocación; su recompensa, convertirse en uno de los escritores más importantes de las letras mexicanas.

La historia de Antígona proyecta el dolor que lleva a la fidelidad y al amor. Creonte, rey de Tebas, afirma que aquel que ha traicionado a su pueblo, no merece una sepultura digna, incluso si es descendiente de reyes: quien intente desobedecer las órdenes del rey será considerado un traidor hacia su pueblo y su familia y, por lo tanto, su condena será la muerte. Antígona lo sabe, conoce las consecuencias de honrar a su hermano Polinices como se merece, pero sin miedo, hace lo que considera justo: enterrarlo.[43] La deslealtad y la traición se convierten en amor, cuando aparentemente el orden es el que lleva al triunfo de los hombres.[44] La decisión de Antígona se fortalece cuando Creonte (el padre) y Hemón (el hijo) se enfrentan: “pues los que creen que únicamente ellos son sensatos o que poseen una lengua o una inteligencia cual ningún otro, éstos, cuando quedan al descubierto, se muestran vacíos”.[45] ¿Cómo saber cuándo tomamos el camino correcto? ¿Cómo luchar por lo que queremos sin equivocarnos? Es a través de la prudencia,[46] y no de la ira, que Reyes encontró la respuesta a muchas de las circunstancias que se le presentaron en su camino.

Atenea. El símbolo del pensamiento, la diosa de la razón y la sabiduría, siempre acompañó e inspiró a Reyes tanto en vida de escritor como en la toma de decisiones. Primero, supo con sabiduría descubrir su vocación,[47] dejarse llevar por la literatura, participar en la Revista Savia Moderna y formar parte del Ateneo de la Juventud, durante su estancia en México.[48] De igual manera, supo retirarse cuando vio a su padre muerto y observar que el país se encontraba en una situación que no le ofrecía ningún porvenir digno: el regiomontano advirtió que debía apartarse en el momento indicado, sin dejarse llevar por pasiones que lo arrastraran a un destino fatal.[49]

El camino de Reyes se fue trazando poco a poco gracias a los puestos diplomáticos que el gobierno mexicano le asignaba. En varias ocasiones tuvo la habilidad de gestionar los conflictos que existía entre México y el país en el que se encontraba, como fue el caso de su segunda estancia en Paris:  Reyes fue un buen representante e intermediario entre México y Francia, a pesar de la Guerra Cristera, ya que logró que hubiera una mayor colaboración y acercamiento entre ambos.[50] Asimismo, esta carrera le permitió ampliar su conocimiento literario y cultural, aunque en ocasiones no tenía tiempo para leer ni escribir,[51] Reyes tuvo la capacidad de no dejar su vocación: amplió su red de contactos en España, trabajó en lo que llegarían a ser sus libros como El plano oblicuo o El cazador, conoció las corrientes estéticas francesas lideradas por Apollinaire o Paul Claudel,[52] en Argentina se dedicó a dar conferencias, cursos[53] y conocer los grupos literarios de ese país,[54] por mencionar algunos ejemplos. Igualmente, no hay que olvidar los últimos veinte años que pasó en México, tiempo que le sirvió para conformar su biblioteca, su Capilla y El Colegio de México. Además de agradecerles a aquellos a quienes en algún momento le abrieron las puertas cuando más lo necesitó: sus amigos republicanos.[55]

Afrodita. No podía dejar de estar presente esta musa en la vida del regiomontano, debido al gusto y la presencia de la mujer. Afrodita le puso en su camino mujeres que cultivaron su vida cotidiana, gracias a su esposa, y en su vida intelectual y laboral, como fue el caso de Cecilia Mireles (periodista, profesora y poeta), Victoria Ocampo (llamada diosa colosal por Reyes[56]), María Rosa Oliver (colaboró para la revista Sur[57]), Gabriela Mistral, por mencionar algunas.[58] Relaciones que, a veces, iban más allá de una simple amistad. Con Ocampo forjó un gran vínculo durante su estancia en Argentina al intercambiar ideas o compartir proyectos culturales; en sus correspondencias se aprecia una gran cercanía, al grado de que Reyes le contara acontecimientos de su propia vida[59] y se convirtiera para él en su Flor Azteca.[60] Sus conversaciones se centraban en analizar la situación cultural de su tiempo y con el paso de los días, forjaron un gran lazo. De igual manera, María Nieves Gonnet no podía quedar fuera. Coral Aguirre muestra este lazo en su texto La dimensión ética de Alfonso Reyes en su relación con Nieves Gonnet y el profundo afecto que existe entre ambos, no sólo durante la estancia de Reyes en Argentina, sino también en los siguientes años.

Podríamos seguir hablando sobre la cercanía que tuvo Alfonso Reyes con cada una de ellas, debido a que son una historia para contar, al formar parte de la vida intelectual, cultural y social de Argentina, Brasil y Chile. El escritor observó y entendió, desde su llegada a América del Sur, que la sabiduría y la inteligencia humana también eran, han sido y siguen siendo consejeras y compañeras de todas las mujeres.

Penélope. Posiblemente Odiseo / Ulises es el personaje que representa más a Reyes, como lo demuestra César Benedicto Callejas en su libro Los minutos de Ulises, en el que relata un viaje lleno de experiencias y conocimientos que en Reyes comenzó con su exilio voluntario y en Ulises con su llegada y regreso de Troya. Sin embargo, sería interesante invertir a los personajes de Ulises y Penélope, quien espera pacientemente a que regrese su esposo de la guerra de Troya. El primero no habría sido el mismo sin una figura femenina. Lo mismo sucede con la vida del regiomontano. No sólo por el hecho de que Manuela Mota fuera un elemento fundamental para el desarrollo de la vida del poeta, debido a que siempre aguardó a su esposo, sino también la manera en cómo el escritor sembró la paciencia: Alfonso Reyes trabajó toda su vida al grado de que Borges lo propusiera para el Premio Nobel de Literatura.[61]

Durante toda su vida, Reyes se fue cultivando, aprendió temas relacionados con España, Alemania, Argentina, Francia, para desarrollar textos como: “Cuestiones gongorinas”, “Sobre la simetría en la estética de Goethe”. Conoció el gusto de la cocina como se aprecia en su libro Memorias de cocina y bodega. Alfonso Reyes nos enseña, gracias a Penélope, que la paciencia es una virtud de la que tenemos que aprender, porque cada quien vive sus propios errores, miedos, frustraciones, alegrías y victorias, sus procesos, experiencias y transformaciones ante la vida.

Penélope y las ocho musas, nos muestran que la vida (no solo la de Reyes, sino también la de cada uno de nosotros), no sería la misma sin su presencia. Ellas están ahí, siguen vivas, pero somos nosotros quienes tomamos la decisión de querer escucharlas, dejarnos descubrir por ellas, para, finalmente, terminar mejor de lo que fuimos en algún momento.

 

Bibliografía

  • Aguirre, Coral, Scielo, La dimensión ética de Alfonso Reyes en su relación con Nieves Gonnet, http://www.scielo.org.mx/pdf/valencia/v8n16/2007-2538-valencia-8-16-00127.pdf [consultado el día 9 de mayo de 2020].
  • Eurípides, Tragedias II, GREDOS, Madrid,
  • ————–, Tragedias III, GREDOS, Madrid,
  • Garciadiego, Javier, Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”, FCE, Ciudad de México, 2015.
  • ——————–, Alfonso Reyes, Editorial Planeta, Ciudad de México, 2002.
  • García Gual, Carlos, Historia mínima de la mitología, COLMEX, Ciudad de México, 2015.
  • Graves, Robert, Los mitos griegos, RBA, Madrid, 2009.
  • Grimal, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana, RBA, Madrid, 2009.
  • Hesíodo, Teogonía, Gredos, Madrid, 1982.
  • Homenaje a Alfonso Reyes 1889-1989. Enseñanza más aprendizaje. Revista de la escuela de graduados de la normal superior del estado de Nuevo León, http://www.normalsuperior.com.mx/graduados/files/e&a/books/2/13.pdf, [en línea], consultado el día 1 de junio de 2020.
  • Homero, Ilíada, Gredos, Madrid, 2015.
  • Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo I, FCE, México, 1955.
  • ——————–, Obras Completas, tomo V, FCE, México, 1957.
  • ——————–, Obras Completas, tomo X, FCE, México,1959.
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  • ——————–, Obras Completas, tomo XVIII, FCE, México, 1966.
  • ——————–, Obras Completas, tomo XXIV, FCE, México, 1990.
  • ——————–, Diario, 1927-1930, FCE, Ciudad de México, 2010.
  • Sófocles, Tragedias, GREDOS, Madrid,

[1] Poetas cantores que cantaban epopeyas acompañándose de un instrumento musical. García Gual, Carlos, Historia mínima de la mitología, COLMEX, Ciudad de México, 2015. pág., 46.

[2] Ibidem, pág., 153, 154.

[3] Ibidem, pág., 26.

[4] Ibidem, pág., 154.

[5] Homero, Ilíada, Gredos, Madrid, 2015, pág., 1.

[6] Hesíodo, Teogonía, Gredos, Madrid, 1982, pág., 9.

[7] Grimal, Pierre, Diccionario de mitología griega y romana, RBA, Madrid, 2009. pág., 367.

[8] Ídem.

[9] Óp. Cit., Grimal, Pierre, pág., 367, 368.

[10] Ibidem, pág., 368.

[11] Óp. Cit., Gual, Carlos, pág., 52.

[12] Óp. Cit., Grimal, Pierre, pág., 368.

[13] Ídem.

[14] Ídem.

[15] Ídem.

[16] Ídem.

[17] Óp. Cit., Gual, Carlos, pág., 147, 193.

[18] Homenaje a Alfonso Reyes 1889-1989. Enseñanza más aprendizaje. Revista de la escuela de graduados de la normal superior del estado de Nuevo León, http://www.normalsuperior.com.mx/graduados/files/e&a/books/2/13.pdf, [en línea], consultado el día 1 de junio de 2020.

 

[19] Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo X, FCE, México,1959, pág., 17.

[20] Óp. Cit., Grimal, Pierre, pág., 363.

[21] Ibidem, pág., 315.

[22] Garcíadiego, Javier, Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”, FCE, Ciudad de México, 2015. pág., 115.

[23] Garcíadiego, Javier, Alfonso Reyes, Editorial Planeta, Ciudad de México, 2002, pág., 48.

[24] Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo V, FCE, México, 1957, pág., 3.

[25] Reyes, Alfonso, “Historia de un siglo”, Obras Completas, tomo V, FCE, México, 1957, pág., 13.

[26] Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo XII, FCE, México, 1960. Pág., 182.

[27] Ubicado en el tomo XI de las Obras Completas.

[28] Ubicados en el tomo XVIII de las Obras Completas.

[29] Eurípides, Tragedias III, GREDOS, Madrid, 2008, pág., 341.

[30] Ibidem, pág., 341.

[31] Óp. Cit., Gual, Carlos, pág., 152.

[32] Ídem.

[33] Ídem.

[34] Óp. Cit., Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo X, pág., 353.

[35] Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo I, FCE, México, 1955, pág., 42.

[36] Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo XXIV, FCE, México, 1990, pág., 362.

[37] Óp. Cit., Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo I, pág.,176.

[38] Ibidem, pág., 176.

[39] Ibidem, pág., 22, 23.

[40] Ibidem, pág., 31.

[41] Eurípides, Tragedias II, GREDOS, Madrid, 2013, pág., pág. 282.

[42] Óp. Cit. Reyes, Alfonso, Obras Completas, tomo I, pág., 30.

[43] Sófocles, Tragedias, GREDOS, Madrid, 2014, pág., 251.

[44] Ibidem, pág., 273, 274.

[45] Ibidem, pág., 275.

[46] Ibidem, pág., 288.

[47] Óp. Cit., Garciadiego, Javier, Alfonso Reyes, pág.,16-20.

[48] Ibidem, pág., 21-28.

[49] Ibidem, pág., 29-40.

[50] Ibidem, pág.,70.

[51] Ibidem, pág., 99, 100.

[52] Óp. Cit., Garciadiego, Javier, Alfonso Reyes, pág.,71-76.

[53] Ibidem, pág., 85.

[54] Ibidem, pág., 97.

[55] Ibidem, pág., 103-112.

[56]  “Victoria Ocampo, diosa colosal, volante, en manto de plata, como un Rubens sin carnes flojas, en esta catarata de síes.” Reyes, Alfonso, Diario, 1927-1930, FCE, Ciudad de México, 2010, pág.,37.

[57] Revista argentina.

[58] Ibidem, pág., 98.

[59] Óp. Cit., Garciadiego, Javier, Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”, pág., 117.

[60] Ibidem, pág., 118.

[61] Óp. Cit., Garciadiego, Alfonso Reyes, “un hijo menor de la palabra”, pág., 34.