La semana pasada, entre jueves y viernes, salieron a luz pública un video y una llamada telefónica. El material es viejo, pero desconocido, hasta ahora, para el grueso del auditorio. Su tema es el mismo: entrega de dinero en efectivo o petición de recursos. El reparto diferente. Se vio que los recursos entregados y recibidos en el nuevo video son menores. Fueron las ventaneadas de la semana.

Los videos, por serlo, hablan por sí mismo. Ahora el raspón fue para el equipo que tiene el balón; el balón del poder. Se captó a un hermano del actual presidente de la República recibiendo dinero. Que pena. La ventaneada se dio en el momento más inoportuno para quienes tienen la iniciativa en el juego. Cayó como anillo al dedo para los equipos que iban perdiendo. Todo apunta que, cuando menos hasta ahora, por virtud de ese golpe bajo e inesperado, hay un empate técnico, salvo que la autoridad electoral disponga lo contrario.

El tema del video pone en evidencia que el hermano presidencial no hace honor a su nombre. Alguien dirá que pío no necesariamente quiere significar íntegro; y que, mientras no se demuestre que lo usó para fines particulares o propios, el servir de intermediario no implica una acción ilícita; puede ser cierto, pero en el caso sí lo es desde el momento en que se reconoce que estaría destinado para fines partidistas y sin dar cuenta a las autoridades competentes, tanto electorales como fiscales. Cuando esto sucede, quienes intervinieron dejaron de ser píos y se convirtieron en impíos y violadores de la Ley.

Al parecer el ex gobernador de Chiapas Manuel Velasco, ahora senador, juega en varios equipos. Se le hace responsable del video y de su puesta en circulación. No digo que lo haya hecho. En su momento dije que no podía ser senador por cuanto a que se lo prohibía y prohíbe la fracción V del artículo 55 constitucional. No me hicieron caso.

Por donde se le vea lo hecho por Pio López Obrador es reprobable e indefendible. Es un ilícito. No tiene justificación alguna; tampoco puede ser legitimado llamándolo colaboración, dígalo quien lo haya dicho.

En la entrega pudo haberse dispuesto de recursos públicos o de procedencia ilícita; en la recepción, salvo la mejor opinión de los penalistas, cuando menos hubo de por medio defraudación fiscal. Las dos acciones son reprobables

Al parecer el video, por razón de la fecha en que se realizaron los hechos, sólo tendrá efectos mediáticos. La acción penal por la posible comisión de hechos ilícitos electorales o de otra especie ya prescribió.

Esta colaboración persigue insistir en tres hechos: el primero, aludir a la necesidad que tiene nuestro presidente de hablar y de hacerlo hasta de lo que no es de su incumbencia. El segundo, su afán de defender lo indefendible; y tercero, defender a alguien que, por su edad, debe defenderse por sí mismo.

El presidente de la República al estar hablando, con vista a la reacción de la opinión pública, toma decisiones; no se da tiempo para pensar lo que va a hacer. Siempre hay que pensar en lo que se va a hacer. Pasa por alto lo que dice Maquiavelo: Tomada una decisión, es más fácil acomodar las palabras a los hechos, que los hechos a las palabras.

En cuanto a su afán defensivo, todos estamos de acuerdo en que salga en defensa de su hijo menor de edad; es lo que menos puede esperarse de un padre. Es parte del instinto paternal. En esos casos no se piensa. Un viejo Maestro mío, don Francisco García Jimeno me dijo en alguna ocasión: “Mire Elisur, la Biblia nos ordena amar a Dios, a nuestros padres y a nuestros enemigos; pero nunca nos manda amar a nuestros hijos. No necesitamos que alguien nos los diga. El amor a ellos nace desde el momento en que sabemos que vendrán al mundo.” Tenía toda la razón.

También es explicable que nuestro presidente salga en defensa de su esposa doña Beatriz Gutiérrez Müeller cuando es atacada. Es una reacción muy propia del marido mexicano. Hacerlo lo censurarían únicamente una que otra feminista recalcitrante; lo alabaría el grueso de los hombres. Respecto de ellas en el hombre hay un instinto parecido al que existe respecto de un hijo.

Lo que no se explica es que salga en defensa de su hermano, que es mayor de edad y es apto civilmente. Como tal, no necesita ni debería debería esperar alguien lo defienda.

Qué necesidad tiene el presidente de la República, en primer lugar, de estar hablando, todos los días y de tantas cosas y, en segundo, de salir en defensa de alguien que no es un tullido, física ni mentalmente. Lo prueba el video.

Nuestro presidente debería recordar que Morelos, Hidalgo, Juárez, Madero y Cárdenas, a quienes frecuentemente toma como modelos de su acción, fueron parcos en el hablar. Del presidente Juárez, hay datos que indican que era avaro con sus palabras; cuando hablaba, antes había meditado sus palabras y, para no equivocarse, las estampaba previamente en el papel. Normalmente leía. Recuerdo que al presidente Cárdenas, por ser parco en palabras, se le conocía como la Esfinge de Jiquilpan. Así de callado vaya susto que le dio a Plutarco Elías Calles.

Improvisar implica mucha responsabilidad, ello a pesar de las desesperantes pausas que nuestro presidente se da entre palabra y palabra.

Volviendo a la entrega y recepción del dinero que se observa en el video, no quita lo censurable de la acción, el hecho de que ya haya prescrito la acción penal o la imposibilidad de ser castigado con base en las leyes electorales.

Si en esta semana no vemos nuevos videos, nos sentiremos defraudados por nuestra clase política. Esperemos que los productores Emilio Lozoya Austin, vía la Fiscalía General de la República y Manuel Velasco, por conducto de su agente David León, nos tengan una nueva sorpresa de la que podamos hablar y escribir.