La filtración que Carlos Loret presentó en su programa de radio, del audio de una presunta reunión virtual del titular de la SEMARNAT, Víctor Manuel Toledo, con su equipo más cercano y donde el funcionario olvida discreción o lealtades y se va contra la cuatroté, el gabinete presidencial y el mismo AMLO, puso al descubierto, más que a las desavenencias y pugnas de poder del equipo presidencial, al mismo Presidente como un hombre que detenta el poder absoluto y al que su gabinete sólo le sirve para acatar y ejecutar sus deseos. En realidad, no sorprende, confirma lo que desde el día uno se habla en los pasillos políticos.
El tema implica de manera directa al sector agropecuario, toda vez que la rabieta del secretario Toledo se detonó luego de que su homólogo de Agricultura, Víctor Villalobos, subiera a la plataforma de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (CONAMER) un anteproyecto de decreto presidencial sobre el uso del glifosato y en el que se plantea que primero se investigará el uso y efecto del herbicida, es decir no significaba un rotundo rechazo como Toledo lo asevera. El hecho lo enfureció y ya dominado por la ira explotó exigiendo una disculpa pública a Víctor Villalobos. La filtración fue la consecuencia y las redes sociales le dieron vuelo.
En el audio también se escucha decir al aún funcionario que hace dos meses el presidente convocó a una reunión de gabinete para impulsar un proyecto de ganadería de una compañía norteamericana que consistía en la renta o compra de miles de hectáreas ejidales en Campeche y Tabasco (para la nueva cuenca lechera): “Afortunadamente no se logró, pero quería impulsar un proyecto para hacer un gran proyecto de producción, en un modelo totalmente de agronegocio”, satanizó Toledo. El tema sin embargo cae como un balde de agua fría a los ganaderos nacionales quienes además de lidiar con la competencia desleal por el ganado de contrabando que entra por nuestra frontera sur, padecerá la falta de apoyos por la desaparición de programas en el próximo presupuesto federal. En los análisis no se repara en el entramado que afecta a este sector.
Al final, las aseveraciones de que la cuatroté no tiene proyecto de nación resultaron ciertas. Así lo evidencia el encontronazo público que han protagonizado técnicos y activistas por la utilización del glifosato -que para el caso resultó lo menos importante-, donde lo que está en juego para los radicales del gabinete es que la idealización e ideologización con que el lopezobradorismo llegó al gobierno no pierda el rumbo, sin importar si afecta propósitos como la soberanía alimentaria o la alimentación a secas de la población. ¿Cuál es la visión del campo que pretende el gabinete presidencial? ¡Ni ellos lo saben! No hay proyecto.
Al inicio de esta administración la llegada de Víctor Villalobos a la Secretaría de Agricultura causó revuelo por su trayectoria en los gobiernos priístas y panistas y en organismos internacionales vinculados a la agricultura. Sus “pecados”: la defensa de los Organismos Genéticamente Modificados —transgénicos— y de empresas transnacionales de agroquímicos y semilleras, y por supuesto, su cercanía con Alfonso Romo. Los grupos ambientalistas que satanizan la biotecnología y todo lo relacionado con la producción agroindustrial, como Greenpeace, Semillas de Vida, El Campo no Aguanta Más y otros, exigieron con pundonor que no ocupara el cargo.
Paradójicamente, los detractores de Villalobos hoy son sus compañeros de gabinete e incluso sus subordinados: el subsecretario Víctor Suárez —dirigente de la ANEC e ideólogo de “Sin maíz no hay país” y principal detractor— hasta Adelita San Vicente — adscrita a la SEMARNAT— y María Elena Álvarez-Buylla, titular del CONACYT, entre otros. Para este grupo de activistas, la llegada de Toledo a la SEMARNAT —compañero de batalla con las mejores credenciales académicas, pero sin experiencia en la administración pública— renovaba sus sueños de regresar a un modo de producción agroalimentaria acorde a la cosmovisión de los pueblos originarios, donde los saberes ancestrales tenían su mayor expresión en la milpa.
Ya incrustados en el gabinete consideran que la producción de traspatio es adecuada para responder a las necesidades más urgentes de los pobres del espacio rural, y soslayan que México no es una isla y que debido a lo que ellos llaman “la larga noche neoliberal”, nuestro país entró de lleno en el comercio globalizado de alimentos, donde las calidades y los estándares fito y zoosanitarios observados por productores de frutas y hortalizas mexicanas han permitido ocupar primeros lugares en producción y exportaciones.
A lo largo de las últimas décadas, los productores mexicanos de todos los estratos se han capacitado, adoptan tecnologías, buenas prácticas productivas, certificaciones nacionales e internacionales, sistemas de producción más eficientes en cuanto a agua, semillas, empaques y valor agregado. Sus esfuerzos y profesionalismo los han llevado a ser competitivos en un mundo cada vez más exigente en los hábitos de consumo. ¿Por qué no pueden convivir diferentes modos de producción, sin que unos signifiquen la desaparición del otro? ¿Por qué creen que unos tienen la razón y los otros son desechables? Sin visión de la producción agroalimentaria para nuestro país, será muy difícil encontrar espacios de diálogo, conciliación y trabajo en común para el beneficio del campo y quienes vivimos de ello, es decir, de todos los mexicanos.
El secretario Toledo no sólo ventiló las debilidades de un proyecto político, sino las intenciones de un movimiento que podría poner en riesgo a un sector productivo que en el último trimestre mostró su solidez económica y contribución para sostener las consecuencias de la pandemia, pero que hoy se encuentra cada vez más preocupado y desilusionado por el abandono institucional, por la reducción presupuestaria, la desaparición de programas y la falta de rumbo. ¿Será que germinará el voto rural hacia otras parcelas? ¿El sustituto de Toledo también buscará invadir el margen de maniobra de Villalobos en detrimento de la producción nacional? Al tiempo…
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